Tony Peraza, a puro chapuzón entre la crónica y la literatura
En el Día Internacional del Libro, nada mejor que entrevistar a un ilustrador… Eso sí, fanático del libro: como objeto, de las hojas, la tinta, el papel y las historias bien contadas. Entre sarcasmo, risas y mucha imaginación, Tony Peraza nos cuenta sobre los libros de su vida, no te lo pierdas
Tony Peraza, dibujante, ilustrador, monero y lector, tiene la desfachatez de decirnos que a él no se le da el tema de contestar preguntas “estilo ping-pong”. Y decimos que es un descarado, porque este tipo de mirada clara que escudriña como pocas, tiene no sólo el don de trazar líneas brutales, sino que también se le da de maravilla el don de la palabra.
“Soy un fetichista del papel, de los libros, de cortarme con las hojas, de doblarlas y cargarlas”, nos cuenta. Por eso Sumario Yucatán tiene el honor de asediarlo con preguntas sobre “sus libros”, justo en el Día Internacional del Libro. Es un agasajo entrevistar a este hombre, no se lo pierdan:
Defínete en pocas palabras, como en un tweet
Inestable, poco constante y divertido a veces con mí mismo. No me gusta lo que hago pero sí me gusta hacerlo. No me siento yucateco, pero disfruto a veces serlo.
El primer libro que recuerdes
Los que tenía mi hermano Luis Eloy debajo de su hamaca. Él era más grande que yo y un lector empedernido. Tenía Mafaldas, libros de Gabriel García Márquez, de Naranjo, Oriana Fallacci, cómics, libros policíacos… Y yo leía todo eso. Él era mi faro, mi referente. Yo entraba en su cuarto “prohibido” y me tiraba a ver todo lo que tenía para leer.
El último libro que leíste
Con intensidad recuerdo “El hombre que amaba a los perros”, de Leonardo Padura. Ahorita estoy leyendo mucha crónica, el espacio ideal donde se reencuentran el periodismo y la literatura. Leí hace poco “Comí”, de Martín Caparrós, una especie de repaso moral de lo que ha comido un hombre. Es una novelación de “El hambre”, también suya.
Un libro que abandonaste
Soy muy inconstante, empecé a leer y he abandonado muchos libros. Recuerdo ahora Homer y Langley, de L.E. Doctorow.
Uno que robaste
Llegué a robar mucho tiempo libros cuando era flaco y me los metía entre mi barriga y el pantalón. No puedo decir dónde los robé porque tuvo que haber una consecuencia. En aquel entonces, entre mi pantalón y mi barriga, me cabía “Cristóbal Nonato”, de Carlos Fuentes y no se me notaba a pesar de ser de proporciones grandes. Ahora no podría robarme nada, ni el reglamento de tránsito. En aquel entonces consideraba que no era robar, sino más bien expropiar para hacerme de lecturas. Ahora a veces robo libros digitalmente, pero pienso devolverlos en algún momento al ciberespacio.
Uno que te robaron
Un amigo cubano me robó “Vigilar y castigar”, de Michel Foucault y espero que le surja la conciencia revolucionaria y el “Hombre nuevo” y que me lo devuelva porque me da pudor pedírselo. A Gabriel Ramírez le presté “Hellboy en México”, de Mike Mignola, me dijo “Gracias” y no me lo devolvió. Y yo no puedo pedírselo porque me rompe el corazón. Creo que se lo voy a robar.
Uno que dibujaste o subrayaste
Subrayé mucho “Memorias de Adriano”, casi compulsivamente. Me encantó la disección que hace Marguerite Yourcenar del poder. Todavía tengo esa edición toda manoseada.
Un libro que te gustaría ilustrar
Algunas viñetas de Eduardo Galeano, que son muy gráficas. También la cartilla moral de la Cuarta Transformación.
Un libro con música
“Rayuela”, de Julio Cortázar. Es un agasajo de jazz, un libro absolutamente sonoro. Debería existir una edición de Rayuela con su lista de Spotify.
Un libro negro
“La Fiesta del Chivo”, de Mario Vargas Llosa, me pareció muy oscuro y me dejó una sensación estrujante.
Un libro para tener sexo
“La Biblia” o el libro de Ana Rosa Payán sobre sus memorias de campaña. No lo he leído pero desde ahorita me pongo cachondo. También alguno de Vargas Llosa donde narra las historias con sus primas… “La tía Julia y el escribidor” es una delicia.
Un libro para leer en un viaje
En viajes me he llevado más de una vez alguno de Enrique Vila-Matas porque escribe sobre personas que se parecen un poco a mí, que quieren huir de todos lados pero siempre están en el mismo lugar. Son personajes en fuga y me dejan una sensación muy rica.
¿Lees en el baño? ¿Qué?
Sí, pero no libros, llevo el celular y él nos lee a nosotros. Leo para actualizarme, más noticias y esas cosas. Con Pía en el baño tenemos libros cortos, de lecturitas breves, para pasar momentos en que la naturaleza te llama.
Un autor que te impulse a dibujar
Dibujantes como Winsor McCay, el creador de “Little Nemo”, por ejemplo. O los dibujantes de la revista The New Yorker, todos con trazos simples y bien profundos, sin pretenciones y siempre con un nivel increíble. Un ilustrador como Barry Blitt me impulsa a dibujar y me devuelve a la travesura de la acuarela. Es no respetar las proporciones y volver a ser niño, una maravilla.
Una mujer escritora
La Youcenar o Leila Guerreiro, por su simpleza, síntesis, belleza, dolor y amargura. Su crónica es una chingonada porque tiene la belleza de la literatura y el rigor del periodismo y a mí me encanta meterme en esa área a darme chapuzones porque sales bien reconfortado con ambos oficios.
Un escritor con personalidad de gato
La obviedad sería decir Julio Cortázar, pero a mí me gusta la poesía de Octavio Paz porque tiene esa suavidad del gato que te acaricia cuando él quiere. Abres sus páginas y se unta contigo y te ronronea y de repente deja de haber contacto, pero sabes que ahí está.
Un libro descolorido
Con Juan García Ponce nunca he podido avanzar ni entender el sabor de sus letras. Sé que sus seguidores me van a odiar y aunque me han dado coordenadas para leerlo, yo no le siento sabor y no es culpa de él. En realidad yo soy daltónico a su belleza.
Un libro para leer desnudo
Me gustan las travesuras intelectuales de Jorge Ibargüengoitia porque es simplemente volver a ver a un niño que agarra su pluma para escribir las paredes. El sentido del humor que tiene es maravilloso y te da ganas de pasearte desnudo por la casa muriéndote de risa. Para mí sus herederos son Juan Villoro y Guillermo Sheridan.
Un libro-película
“Honrarás a tu Padre”, de Gay Talese. Lo leí como una sucesión de imágenes en clave “Sopranos”.
Tu libro
Cualquier libro mío que requiera para su elaboración la pulpa de un árbol caído debería ser considerado ecocidio. El problema que tengo es que mi trabajo me deja de gustar en el instante en que ha sido publicado y cumplido su función con el lector. Disfruto hacerlo y ya. O para decirlo con una paráfrasis de la máxima groucheana: no leería un libro que me tenga a mí como autor.- Cecilia García Olivieri.