Frijol con puerco sin epazote, cosa de migrantes
COLUMNA DE JUEVES SUDACA
Por @laflacadelamor
Lo voy a decir rápido y sin anestesia: Hace dos domingos, por la noche, preparé frijol con puerco para el lunes sin epazote. Lo repito: SIN EPAZOTE.
O sea, fui al súper a buscar, no había, las verdulerías de la colonia estaban cerradas porque era domingo y lo hice igual. Le puse todo lo demás pero la bendita hierva que le da ese sabor tan especial brilló por su ausencia ¿Qué si estaba rico? Delicioso, no como siempre, estaba deliciosamente distinto.
Estas cosas pasan cuando en tu casa vive un extranjero/a. Se toman el atrevimiento de mover el tablero, cambiar las costumbres, hacer ruido en las tradiciones, sacudir la idiosincrasia… No lo hacen de maldad, es más bien una forma de adaptarse al medio extraño para ellos en que viven desde sus perspectivas. No los culpen, sepan entenderlos y, sobre todo, tómenlo como un intento de adaptación. Déjenlos ser así porque de esta forma los verán más felices.
Ustedes saben que no soy mexicana. Nací en Argentina y voy por mi segunda estancia en México, exactamente en Mérida, Yucatán, hace ya dos años y medio. La primera vez vine con mi pareja yucateco, nos regresamos a Buenos Aires con una hijita yucateca y regresamos con la hija más crecida (hablando como argentina) y otro hijito nacido en Argentina, que ya es mexicano y habla como tal.
Ayer fue el Día Internacional del Migrante y hoy me dieron ganas de escribir sobre el tema. Yo creo que cuando uno se va de su tierra para vivir en otro país, hay una inconsciencia total de lo que está haciendo. Nada se mide ni calcula. Y lo que es sumamente necesario llevar, no se puede empacar, sólo se trae en el recuerdo.
Vivir en otra tierra es, en cierta forma, tener el alma en el limbo todo el tiempo. Puedes hacer familia, pareja, amigos, compañeros de trabajo en tu nuevo lugar de vida, pero siempre te vas a sentir un poquito solo.
Puedes estar rodeado de gente, pero la cabeza a veces juega malas pasadas y se va volando de nostalgia a la tierra madre, a la de los abrazos, los sabores, los momentos vividos… Todo con altas dosis de nostalgia e idealizando algo que probablemente no sea “Tan ideal”. No nos acordamos casi de las cosas feas, sólo de las lindas.
Pero moverse hace bien, siempre. Ya sea para hacer una vida en familia en otro lado, para buscar mejores oportunidades para ti y para los tuyos, para estudiar y siempre para crecer. Hay que tener la cabeza clara para moverse, aprender a desprenderse sin pensarlo demasiado y, sobre todo, aprender a aprehender todo lo nuevo, con el corazón abierto.
Ojalá la gente que decida migrar y cumplir sus sueños en una tierra que no sea la suya, tenga oportunidades de crecer siempre. Nadie tiene derecho a cortarte las alas ni muchos menos a coartarte el futuro. Nadie.
En mi regreso a México, le agradezco infinitamente a toda la gente que me rodea y me da chance de sumarme a sus vidas, que me enseña, me cobija, me escucha y que me mima… Gracias a todos los que comparten conmigo su día a día. Gracias por compartir un mate conmigo, aunque les parezca raro y sepa amargo. Gracias por el intento siempre.
¡Feliz Día del Inmigrante hoy y siempre para los que se fueron, los que se quedaron, los que se volvieron y los que piensan en irse! ¡Buena vida para todos y excelente 2020!
(La foto de portada es de mi hija y mi marido –los dos yucatecos- en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, junto al busto del maestro Alfonso Reyes, hace como ocho años).