“Exilia”, cuando el teatro se convierte en la vida misma
Columna Lunes Sudaca
Por @LaFlacaDelAmor
Anoche presencié un biodrama por primera vez en mi vida y quedé movilizada. Me tocó, empujó y zamarreó un poco físicamente y me movilizó las neuronas. Me acordé de cosas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi madre depresiva, de mis abuelas, hermanas de sangre y amigas, de mi vida: chiquita y grande.
Cuando entrevisté a Vivi Tellas –directora argentina de teatro y creadora del biodrama-, yo sólo había tenido contacto con este género teatral por leer entrevistas que le habían hecho a Vivi y algunos biodramas que vi en Youtube. Ahí pude entender de qué se trata: el biodrama es teatro, sí, pero con una mínima ficción porque las actrices actúan sus propios fragmentos de vida. Y, aunque suene a una oración nomás, es mucho más que eso.
Porque a estas mujeres –excelentes actrices- que el sábado y anoche estuvieron en el escenario del ESAY en el marco del Mérida Fest, lo que actuaron en el estreno del biodrama “Exilia” les pasó. Y lo mágico de este género es que quienes presenciamos la obra, nos indentificamos con las historias porque TAMBIÉN, en menor o mayor grado, las vivimos como mujeres. Esto lo deduje luego de platicar con algunas espectadoras conocidas y con amigas.
Esta es la historia que más me llegó: Una mujer vestida de negro con acento español cuenta que, cuando tenía siete años (la edad es clave porque la repite en varios momentos específicos de su puesta en escena), su mamá pasó días tirada en una cama, inerte y llorando mientras decía: “Me quiero morir”.
La terminaron llevando a una curandera y ella fue quien tuvo que acompañarla a la consulta. Lo que vivió su madre y ella –“Yo sólo tenía siete años”, nos recuerda-, es tremendo por varios motivos: porque la historia es real y bastante desgarradora y porque las actuaciones –de la española relatando la historia como mujer y nena de siete años a la vez (en la mirada desesperada se le nota todo) y de la actriz que interpreta a la mamá- son MONUMENTALES.
Todas las historias contadas en las tablas me tocaron, en mayor o menor medida. Hay relatos que nos remiten a una fiesta de 15 años, a un primo abusador, a abuelas luchonas, a una mamá enfrentándose al machismo de su esposo hacia su hija, relatos de cuerpos prohibidos, de bullying, de contrabando y de lugares soñados que se hacen realidad… Los cambios que lograron las actrices al pasar de una historia a otra son frenéticos y meritorios, sin tregua, en un loop de darle al público una pizca más de lo que da el teatro.
Siento que no fue sólo una puesta en escena, siento que me llevé algo más a mi casa, a mi vida. Al final nos convidaron sandia, plática y abrazos. Y todas y todos agradecimos.
Gracias a las actrizasas Aleé Sánchez, Mariah Li y Randia de Sofía, a las músicas que acompañaron la obra y a Vivi Tellas, por compartir con nosotros por primera vez el biodrama. Ojalá que se repitan las puestas en escena en Mérida muy pronto. Es necesario.