Al son de la Bella Época en Santiago
Los que bailan juntos se intuyen, se sienten, vibran al mismo tiempo en el ritmo. También se miran, se abrazan y se sueltan… Y se vuelven a tomar entre sus brazos. Tienen historia de bailar juntos o no, se conocen a través de la música, del olor de una noche primaveral meridana, de palabras cortitas al oído. Anoche fui testigo de un martes de “Remembranzas Musicales” y lo que viví me voló la cabeza. Pasen y lean. Y bailen:
La Bella Época existe y doy fe de eso. No será como a mediados del siglo pasado, no estamos en un salón de baile, las chicas no llevan vestidos ni faldas como en aquel entonces ni los chicos visten elegantemente. Los músicos que tocan en la orquesta ni habían nacido en los años 40’s y 50’s y quizás tampoco muchos de los que anoche bailaban pegaditos, respirando juntos, oliendo el mismo ritmo, sintiéndolo en el cerebro, el corazón y el alma.
Pero la Bella Época existe, sí señora y señor y yo anoche lo viví en carne propia. Ya desde una cuadra antes escuché la música de la Orquesta del Ayuntamiento de Mérida… El pianito, las trompetas y el chachachá me tocó el alma con una ansiedad tremenda. Entonces pagué y me bajé del Uber casi corriendo. Me habían dicho que los martes de “Remembranzas Musicales” empezaban puntuales, pero aquí el tiempo transcurre distinto, de otra forma… El calor hace que nos tomemos las cosas más relajadas y por eso no somos tan juiciosos con las agujas del reloj. Pero “siempre no”, la pachanga ya había empezado.
Lo cierto es que llegué tarde, a las 9 pm y ya hacía media hora que la fiesta se había puesto buena. El Parque de Santiago olía a aceite de salbutes y panuchos y traía un vientito suave, para nada caluroso. Aunque estaba apurada, me detuve como 10 segundos a ver la Parroquia de Santiago Apóstol –tan blanca y bella ella, hasta con el cielo estrellado es bonita-, atravesé casi corriendo los olores del mercado que me recordaron que tenía hambre y me zambullí al borde de la pista de baile, repleta de gente, llena de vida, diversa, rítmica, de movimientos candentes, colores y calores.
Rodeando la pista de baile a cielo abierto hay sillas donde las parejas se sientan a descansar entre pieza y pieza o las mujeres esperan que las saquen a bailar. Y ahí estaban ellas, en primera fila: dos turistas francesitas casi treintonas observando todo un poco alucinadas.
Él, un hombre de más de 60 años, las relojeaba a lo lejos. Vestía camisa y pantalón beige y zapatos al tono. Cuando se presentó la pieza a bailar (otro chachachá), el hombre local tomó impulso y con una seguridad galante y tremenda se acercó a la francesita de vestido negro. Le extendió las manos y la invitó a bailar. La chica trató de hablar en francés, en inglés, se murió de vergüenza, le dio la cartera a su amiga y salió a la pista con el hombre mayor. Bailaron hermosamente bajo las estrellas más lindas.
Anoche vi parejas que se nota que se conocen de toda la vida. No sólo porque bailan bien, sino porque se adivinan en el ritmo, conocen como las palmas de sus manos el son, dan pasos precisos y seguros, se agarran y se sueltan con una precisión matemática. Y en el medio saben mirarse, también con ritmo y con amor.
Vi parejas ansiosas por moverse, no importa cuántos años tengan. Cada vez que soltaban al ruedo una nueva canción, se hundían en la pista de baile poniéndose de acuerdo en el ritmo sobre la marcha, en medio de risas, aciertos y desaciertos, pero divirtiéndose como locos.
Vi parejas que se movían despacito, como si la música les circulara por la sangre y en cada bombeo del corazón, soltaban un pasito distinto, suave, movían las manitas así y asá, contorneaban el cuerpo levemente pero con puros aciertos. Los ojos se encontraban cuando los cuerpos se acercaban y se alejaban cuando los cuerpos se volteaban en una vuelta. Pero siempre se volvían a mirar, siempre.
Vi parejas que, más allá de bailar juntas, disfrutaban como locas cada una de sus propios pasos, ritmos y contorsiones de mambo. Tenían un baile juntos pero individual a la vez. Y los dos maridaban perfectamente.
Vi parejas grandes, parejas jóvenes, niñitas bailando con abuelos o bisabuelos, parejas que llevan una vida juntos y parejas que recién se conocen. Parejas de aquí y parejas de otros puntos del país y del mundo. Vi disfrute, amor, pasión por el baile y por la carne pegadita, vi cómo se siente llevar el son en la piel.
Los martes de “Remembranzas Musicales” existen hace 39 años y también existe el coqueteo, la invitación a bailar, la aceptación y el rechazo ¿Qué si es baile de la Bella Época? ¡Claro que sí! Vayan a Santiago los martes de danzón, mambo y chachachá y sabrán que esta nota es la puritita verdad.
¿Bailamos?- Cecilia García Olivieri.