“Volvería a hacerlo, sin voluntarios no hay vacuna”
Desde Inglaterra, el enfermero catalán Joan Pons -uno de los 50 mil voluntarios en probar la vacuna de AstraZeneca contra el covid-19- platica sobre cómo se siente con la suspensión de los ensayos por una enfermedad detectada en uno de los voluntarios. Pons ya está en fase de seguimiento y afirma que, de momento, no le han comunicado que las pruebas se suspenden y la semana que viene tiene cita
Joan Pons es un barcelonés que lleva afincado en el Reino Unido desde hace más de dos décadas. Trabaja como enfermero en el Hospital Universitario de Sheffield y, desde allí, se ha visto envuelto en una vorágine de cámaras de televisión y titulares de prensa.
Con tres hijos y ya cierto acento inglés, se convirtió hace tres meses en uno de los primeros voluntarios en probar la vacuna británica, la gran promesa en investigación y en la que confiaban muchos gobiernos -hasta el mexicano- para empezar a inmunizar a la población a partir de diciembre.
La decisión el martes de paralizar temporalmente los ensayos clínicos de esta vacuna tras haberse detectado «una enfermedad inexplicable» (que al final ha resultado ser una mielitis transversal) en uno de los voluntarios ha vuelto a llevar su nombre a los grandes titulares. Pero en ellos insiste que debe seguir figurando la palabra esperanza en lugar de la de temor y miedo: “Volvería a hacerlo porque sin voluntarios no habrá vacuna”, remarca.
¿Por qué decidió participar como voluntario para probar la vacuna de AstraZeneca contra el coronavirus?
Soy enfermero, parte del equipo directivo del Hospital de Sheffield y he trabajado en la Unidad de Cuidados Intensivos. Desde ahí he visto lo que hace el coronavirus en el organismo y he llegado a la conclusión de que la única forma de vencerlo es con una vacuna. Y para tener una vacuna hacen falta voluntarios que la prueben. Eso no impide que surja el miedo a los efectos adversos, a lo desconocido que supone todo.
¿Nunca lo tuvo?
Nos entregaron un documento larguísimo con posibles efectos que empezaba en dolor de cabeza e iba subiendo hasta llegar al shock anafiláctico y la muerte. Pero la verdad es que no sentí miedo. Toda esa batería de secuelas o efectos son algo habitual en cualquier ensayo y me dio confianza que incluso la persona que está al frente de esta investigación ha vacunado a sus propios hijos y ninguna madre haría eso si cree que resultaría inseguro para ellos.
Pero ahora se han paralizado los ensayos tras no poder explicar la enfermedad de uno de los participantes. ¿Esto le ha llevado a un cambio de opinión?
Volvería a vacunarme porque sin voluntarios no habrá nunca una vacuna. Y debe quedar claro que lo que hay que temer es al coronavirus, no a la vacuna. Lo que ha ocurrido resulta habitual en un ensayo, todavía no se sabe si se debe a la vacuna. Además, hay que tener en cuenta que ha ocurrido en una sola persona de entre 50,000 en las que se ha probado. Creo que la seguridad está siendo máxima. Además, no es la primera vez que se paralizan los ensayos de esta vacuna y también se paralizaron los de la alternativa del laboratorio de EEUU, Moderna. Forma parte de cómo se investiga.
Tras este incidente, desde AstraZeneca se han puesto en contacto con usted. ¿Qué indicaciones le ha trasladado la compañía tras la suspensión temporal de los ensayos?
De momento no nos han comunicado nada, sigo con mi cita prevista para la próxima semana. Ahora estoy en fase de seguimiento. Hay todo un protocolo establecido para cualquier síntoma que pueda ir surgiendo y se está cumpliendo sin imprevistos de ningún tipo.
La presión para que la vacuna salga adelante lo antes posible es enorme: gobiernos, pacientes, sociedad… ¿Cuál es su opinión al respecto?
Lo es. Pero creo que precisamente el hecho de que hayan decidido paralizar los ensayos ante este único caso que ni siquiera se sabe si se debe a la vacuna significa que están anteponiendo la seguridad por encima de cualquier carrera política por lanzar pronto una solución inmunizadora. Creo que debemos llamar a la calma porque lo ocurrido es simplemente normal.
(Fuente: El Mundo.es)