Vacunas, el principio del fin de la pandemia… Pero no del virus
La llegada de las primeras vacunas marca una nueva etapa en la lucha contra el nuevo coronavirus. Los expertos subrayan la importancia de mantener los gestos de distanciamiento social, como mínimo, hasta que se inmunice a la mayoría de la población. Y esto significa un largo periodo de seguir con cubrebocas, sana distancia y cumpliendo con los protocolos al pie de la letra
A lo largo de todo este año, la frase “hasta que llegue la vacuna” se ha colado en gran parte de nuestras conversaciones. La vuelta a la normalidad estaba al final del camino, había que contener el virus -o convivir con él- el tiempo suficiente hasta que la ciencia nos ofreciera una salida. La aprobación de las primeras candidatas parece anunciar la llegada de ese punto de inflexión: ayer la EE.UU. dio luz verde a la vacuna de Pfizer-BioNTech y antes de que acabe el mes, la Agencia Europea del Medicamento podría hacer lo mismo, que ya ha comenzado a administrarse en países como Reino Unido y próximamente en Canadá.
Pero los millones de dosis necesarias para inmunizar a un porcentaje suficiente de la población (por encima del 70%) no estarán disponibles de forma inmediata. Comienza un proceso que se prolongará durante meses hasta poder controlar la transmisión del SARS-CoV-2. La tarea que queda por delante -la fabricación y distribución de dosis a gran escala- supone un nuevo desafío para los sistemas de salud públicos.
En una primera etapa, la protección que otorgan las vacunas quedará reservada a los pacientes de mayor riesgo y al personal sanitario. Eso significa que durante la primera mitad del próximo año la mayoría de países continuará dependiendo de las restricciones y el seguimiento y rastreo de casos (contact tracing), una estrategia que ha demostrado su eficacia en Asia pero que el resto del mundo no ha conseguido aplicar. “Sin duda la vacunación servirá para frenar la transmisión de la enfermedad de manera importante , pero hay que tener en cuenta que se hará escalonadamente, tanto por motivos de disponibilidad como logísticos”, explica Ángela Domínguez, coordinadora del Grupo sobre Vacunaciones de la Sociedad Española de Epidemiología.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), por su parte, ya ha mostrado su preocupación ante una posible relajación de los gestos barrera y ha advertido que “la distribución de las vacunas contra la Covid-19 no eliminará por sí sola la pandemia”. De todas formas, las vacunas no llegarán a tiempo para prevenir las transmisiones y hospitalizaciones en estas primeras semanas de invierno. Las infecciones tendrán que reducirse con las mismas herramientas que se han venido aplicando hasta ahora. “Las medidas de protección como el uso de mascarillas, la higiene de manos, el mantenimiento de la distancia social y la ventilación de espacios cerrados deberán continuar hasta que los indicadores epidemiológicos nos muestren que la transmisión del virus ha remitido”, añade Domínguez.
UN VERANO IMPREVISIBLE
Los escenarios sanitarios para el próximo año son difíciles de aventurar, ya que el despliegue de las vacunas está condicionado por múltiples variables. El calendario pasa por un invierno difícil y una primavera llena de incógnitas. “En la mayoría de países, no creo que se pueda volver completamente a la normalidad durante algún tiempo”, admite Justin Lessler, profesor de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, “pero si la vacuna funciona tan bien como los resultados de los ensayos sugieren y confiere una inmunidad duradera, para verano podemos acercarnos mucho más a cómo eran las cosas antes”.
Otro punto en el que coinciden los expertos es que la generalización de las vacunas significará el final de la pandemia, pero no del virus. El SARS-CoV-2 seguirá circulando por el mundo, incluso más allá de 2021, aunque no causará los mismos estragos. Lessler y su equipo acaban de publicar en Science una revisión de los conocimientos actuales sobre los mecanismos de transmisión del virus. Señalan que la dispersión geográfica y su capacidad para propagarse entre comunidades pequeñas permitirán su supervivencia a largo plazo. “Puede que el virus no circule constantemente en todos los territorios, pero si se mantiene un número suficiente en lugares en los que la inmunidad sea baja, sobrevivirá moviéndose entre ellos”, explica el epidemiólogo.
HITO CIENTÍFICO
En cualquier caso, los resultados de los ensayos clínicos han resuelto una de las grandes inquietudes científicas que se plantearon con la aparición del SARS-CoV-2: la viabilidad y efectividad de las vacunas. Se trata de un logro extraordinario: hasta ahora la vacuna más rápida desarrollada partiendo de cero era la que Maurice Hilleman desarrolló contra las paperas entre 1963 y 1967. En el caso del nuevo coronavirus, desde que un equipo de científicos chinos compartiera su secuencia genética hasta la administración de las primeras dosis el proceso ha durado poco más de 10 meses.
Una vacuna es, en realidad, una forma de activar el sistema inmunológico sin tener que pasar la enfermedad. Esta respuesta puede conseguirse de forma segura con virus debilitados o inactivos o con proteínas virales. En el caso de Pfizer y Moderna, solo se necesita inocular las instrucciones genéticas de una proteína, codificadas en el ARNm. La de Oxford y AstraZeneca se ha creado insertando esa proteína en un adenovirus de chimpancé, modificado para que no pueda reproducirse. “Las vacunas nos van a permitir controlar la circulación y modularla, que sea uno más entre los virus con los que convivimos normalmente”, explica Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología. “Es verdad que estamos viendo la luz al final del túnel, pero ese túnel tiene aún muchos kilómetros de recorrido”.
La seguridad de estos fármacos viene garantizada por la revisión independiente de los ensayos clínicos y por los procesos de verificación de las agencias de salud, pero dado que tanto las vacunas como el coronavirus no existían hace tan sólo un año, la respuesta inmunológica a largo plazo ante el covid-19 presenta aún múltiples incógnitas. No sabemos, por ejemplo, si protege sólo de la enfermedad o también impide el contagio. Los ensayos de Pfizer y Moderna sólo registraron cuántas personas vacunadas desarrollaron la enfermedad, no cuántas transmitieron el virus. AstraZeneca sí ofrece algo más de luz en este sentido, ya que realizó test regulares a sus voluntarios, y sus resultados sugieren que la vacuna podría prevenir, al menos parcialmente, también las infecciones.
PROTECCIÓN ANTE TRANSMISIÓN
Pero la posibilidad de que los inmunizados puedan transmitir SARS-CoV-2 no está aún descartada, lo que refuerza la importancia de los gestos barrera incluso en las personas vacunadas. “No podemos decir que tras la vacunación automáticamente vaya a haber una desaparición del virus”, advierte Ángela Domínguez. “El efecto preventivo de la vacunación para evitar que la pandemia continúe al mismo ritmo depende de variables que hoy por hoy no conocemos, como la duración de la protección o la capacidad del virus para mutar y eludir los anticuerpos que se hayan podido generar en las personas vacunadas”.
Otra pregunta clave es si todas las vacunas ofrecen la misma protección en todas las franjas de edad. “Es muy bueno que haya vacunas diferentes, que procedan de ámbitos de investigación distintos”, señala García Rojas. “Una posible debilidad en una de ellas podría ser compensada por los beneficios de otra”. La de Pfizer, por ejemplo, parece proteger a los ancianos con la máxima eficacia, lo que es una gran noticia al ser la vacuna que se va a distribuir entre los grupos de riesgo. La de AstraZeneca, más barata y fácil de almacenar, podría ser más adecuada para las últimas etapas que afectarán a un mayor número de personas.
Una vez que esta y otras vacunas vayan llegando a grandes grupos poblacionales, comenzarán a desarrollarse los estudios de vigilancia farmacológica, que podrán clasificar este tipo de información. Es probable que en este estadio aparezcan efectos secundarios muy poco frecuentes, que en los ensayos previos no afloran, pero que sí aparecen en vacunaciones masivas. “Por eso la vacunación tiene que venir acompañada de una buena campaña de comunicación”, añade Federico de Montalvo. “Un caso de efecto secundario, aunque sea extremadamente raro y no sea indicativo, puede tener una repercusión enorme. En medicina las malas noticias vuelan mucho más rápidas que las buenas”.
(FUENTE: EL MUNDO)