Un mate compartido, te lo pido por favor
Domingo Sudaca
Por @laflacadelamor
Hay días que la nostalgia me da un uppercut al centro de la quijada y me noquea. O casi. La muy cabrona dibuja un gancho con el puño de abajo hacia arriba y caigo de rodillas, mareada y melancólica. Estar lejos de tu tierra y extrañarla es normal y hasta sano, el problema es cuando te invade una tristeza vaga, permanente y profunda –generalmente de color púrpura, casi negra- y parece que nunca se te va a quitar de encima.
Hace poco más de dos años, decidimos regresar a vivir a Mérida, Yucatán. Tuvimos oportunidades laborales aquí y no lo pensamos dos veces. La situación económica en Argentina no estaba bien y nosotros veníamos de 11 años sin prosperar y con dos hijos chicos, así que decidimos dar un giro de 180 grados. #elmaridoyucateco es de estas tierras y ya habíamos vivido juntos acá (nuestra hija nació en Mérida), así que sabíamos que no llegábamos a un lugar extraño, estábamos en cierta forma “En casa”.
Y así la llevamos hace 26 meses: trabajando mucho –más de lo que pensábamos, realmente- y tirándole siempre para adelante ¿Mirar atrás? Ni para tomar impulso. Y las cosas se van dando muy despacito, por eso no hay que dejar que la ansiedad nos gane, y se los digo yo que soy la emperatriz de las cosas prontas.
Peroooo… A veces pasa que, aunque tengas la playa y el mar más hermoso del mundo tan cerca, tengas más tiempo para pendejear que en una gran ciudad, puedas comer tacos de cochinita deliciosos y tengas el gusto de pasear por una de las ciudades coloniales más lindas, igual la nostalgia te juega una mala pasada y extrañas.
No quieres exactamente vivir la situación política y económica de caos que se vive en Argentina con un dólar a casi 60 pesos argentinos, ni los precios que suben como locos todo el tiempo, ni la amargura de la gente que no llega a fin de mes. Uno extraña lo que idealiza: sabores, olores, abrazos, pláticas, guiños, gestos, calles, árboles, fríos y fuegos.
Y hoy justo llueve como loco, es domingo y la nostalgia que no se va, que se me instala en canciones, recuerdos y abrazos que no llegan.
Casualmente Roger, un amigo yucateco que vive en Uruguay, me compartió hace poco un texto del filósofo español Julián Marías que habla de los argentinos y les dejo aquí unos párrafos en los que acierta con un golazo de media cancha. O un uppercut que noquea:
“Ellos mismos no se conocen. Creen en la interpretación de los sueños, en Freud y el horóscopo chino, visitan al médico y también al curandero todo al mismo tiempo. Tratan a Dios como “El Barba” y se mofan de los ritos religiosos, aunque los presidentes no se pierden un Tedeum en la Catedral. No renuncian a sus ilusiones ni aprenden de sus desilusiones. Los argentinos nacen con sabiduría, saben y opinan de todo. En una mesa de café y en programas de periodistas y políticos arreglan todo. Individualmente, se caracterizan por su simpatía y su inteligencia. En grupo son insoportables por su griterío y apasionamiento. Cada uno es un genio y los genios no se llevan bien entre ellos; por eso es fácil reunirlos, pero unirlos… imposible. Los argentinos son hiperbólicos y desmesurados, van de un extremo a otro con sus opiniones y sus acciones. Aman tanto la contradicción que llaman “Bárbara” a una mujer linda, a un erudito lo bautizan “Bestia” y a un mero futbolista de “Genio”. Viven, como dijo Ortega y Gasset, una permanente disociación entre la imagen que tienen de sí mismos y la realidad. Tienen un tremendo súper ego, pero no se lo mencionen porque se desestabilizan y entran en crisis”.
…Y sigue Marías pero era para darles una idea nomás. Bueno, toda esa locura que leyeron es lo que extraño, aunque suene literalmente demencial. A los mexicanos y a los argentinos nos unen cosas como latinoamericanos, pero también somos distintos. Ni mejores ni peores: distintos (como aprendí en terapia).
Y hoy, ahorita, a las 5:25 pm, yo extraño un chingo tomar mate con alguien, platicar de la vida y que el mate vaya de unas manos a otras bien amargo, espumoso y caliente. Igual tengo mis paliativos: hoy conocí a un motuleño divino de nueve meses que se llama Emilio y me arrancó la nostalgia de cuajo por un rato. Y por eso le estoy tremendamente agradecida. Me dejó ese olor a bebé tan rico que no tiene fronteras porque todos los bebés huelen a nuevo, mezclado con ternura y leche tibia. Emilio -alias “El Capitán Ternura”- me cambió el color púrpura casi negro por un amarillo rabioso y por eso soy su fan.
Y mañana será otro día… Y no descansaré hasta encontrar un yucateco/a que tome mate conmigo hasta el cansancio. Me lo prometo.
Ay! Yo quiero y necesito tomar mate con vos, te extraño ❤
Qué mates nos tomábamos, mamu… Y la charla, ni hablar… Venite, acá hay Rosamonte y un chingo de plática!!! Te quiero!!!!
El otro día te pregunté del mate asi que un día invítanos, no prometo que me guste pero si probarlo. Ánimo
CLaro que sí, mi querida Mariqueen. Love you!