Un jinete en la tormenta de la guerra regresa a casa
“Riders on the storm
Into this house, we’re born
Into this world, we’re thrown
Like a dog without a bone
An actor out on loan
Riders on the storm”
(“Riders on the storm”, Jim Morrison, The Doors)
“Presto mi atención a quien no cuenta con la atención del otro”, versa en sus redes sociales. Él es Joaquín Sánchez Mariño, periodista, escritor y corresponsal de guerra en Ucrania, quien puso sus ojos, su voz, el cuerpo, el alma y toda su atención para contarnos historias de la guerra. Hoy está a punto de regresar a casa y nos cuenta todo. No se la pierdan:
Joaquín Sánchez Mariño habla por los ojos. No usa cubrebocas, pero tiene la mitad de la cara cubierta con una barba espesa que le tapa las facciones y que, a la vez, le da una mezcla rara de determinación y sensibilidad. Y es que esos ojos claros se expresaron y nos contaron de muchas formas, con matices y texturas lo que Joaquín –periodista y escritor- vivió durante más de 40 días en la guerra en Ucrania. Y claro, con determinación y sensibilidad este tipo de 36 años -argentino y corresponsal de Infoabe- nos hizo a nosotros -desde todas las partes del mundo- parte de esa guerra. Vivirla con él fue, más allá de lo tremendo del momento, un gusto.
Parafraseando a Charly García, Joaquín es ahorita un “Pasajero en tránsito perpetuo”. Finalmente su misión de periodista corresponsal en Ucrania terminó y hoy está en Varsovia, Polonia, esperando regresar a Buenos Aires, su tierra. Y está en “tránsito perpetuo” porque, seguramente, lo esperan miles de historias más para contar, aquí, allá, del otro lado.
Lo conocí a Joaquín hace una década, en mi casa en Buenos Aires. Fue a comer con su hermano y mi amigo Juan Cruz. Joaquín es un tipo bueno, excelente cronista y con una sensibilidad especial para contar historias. Creo que por eso me cae tan bien. Si yo hubiera ido a Ucrania a cubrir la guerra, lo hubiera hecho como él, contando historias bien humanas.
Ayer, su hermano y mi amigo Juan Cruz dio la noticia en Instagram de que Joaquín ya había abandonado Ucrania y, desde Polonia, viajaría a Argentina en los próximos días. Atrás quedaron para el corresponsal las explosiones, los tiroteos, la desesperación y la muerte ¿Será el mismo? ¿Dónde quedarán todas esas vivencias en su disco rígido? ¿Tendrá pesadillas? ¿Será un mejor hombre a partir de todo esto?
En un encuentro en vivo por Instagram que organizó su hermano Juan Cruz, nos encontramos ayer con Joaco de nuevo. Tiene más pelo en la cara que de costumbre, pero sus ojos claros siguen tan expresivos como siempre, hablan, comunican, conectan. Aquí te comparto lo que nos contó, no se lo pierdan:
Como si fuera una bomba, lo primero que responde Joaquín a la pregunta de su hermano de “¿Cómo estás?” Es “Detonado”. Cruzó la frontera a Varsovia y aunque sólo transcurrieron 500 metros, el mundo era otro: lo esperaba en Polonia una especie de feria con víveres, comida y ropa gratis. Cuando llegó al hotel y le dieron una habitación en el piso sexto, lo primero que preguntó fue: “¿No tenés en un piso más bajo?” Se había olvidado que ya no estaba en Ucrania y un piso seis ya no era blanco de misiles.
“Yo ya estaba para levantar”, dice Joaquín, refiriéndose a su regreso. Por un tema de salud física y mental, ya era momento de pegar la vuelta y aunque se retrasó su reemplazo, finalmente el día llegó y ahora ya está del otro lado de la guerra. Cerquita pero lejos.
Una de las cosas que más resalta Joaquín es la hermandad que logró con sus colegas –muchos de ellos desconocidos hasta que estuvo en Ucrania-, quienes sin duda lo mantuvieron con vida física y mental.
“Hicimos un grupo de mucho compañerismo y los vínculos que se forman son muy profundos. Llegué solo pero después estuve con Jorge Said (un periodista chileno) y dos fotógrafos norteamericanos, uno de ellos había estado en el ejército y quería ver tiros y agarrar armas, buscaba todo el tiempo el peligro. El otro tenía una calma permanente que identifico con la falta de conciencia. Y también estaba Juan Carlos y después se nos unió Pierre, un francés. Casi al final llegó Franco, de Infobae. Ese fue el equipo”, cuenta.
Sobre los olores de la guerra, Joaquín remarca dos que le quedaron grabados a fuego.
“El primer olor que me impactó fue el de la pólvora de una explosión. Recuerdo que fuimos a un hospital de niños en Kiev que trabajaba en el subsuelo y cuando estábamos por entrar escuchamos una explosión muy fuerte y cercana y el humo y olor que dejó la pólvora nos invadió. Es olor de algo que acaba de pasar… El otro olor que me quedó grabado es el del sótano en Bucha, donde estaban los cadáveres de cinco civiles asesinados por los rusos. Es olor a podrido, es el peor olor… El de la explosión es un olor que acaba de pasar y el otro es de algo que ya pasó, pero están relacionados”, porque después del primer olor, puede venir el otro”, reflexiona.
Lo más horrendo para Joaquín fue encontrarse con los cinco cadáveres en un sótano en Bucha, una comunidad convertida en camping y cercana a Kiev, donde los ucranianos acusan a los rusos de hacer una masacre de civiles.
“Entramos al campamento y el ambiente era de película policial, con los forenses trabajando. Bajamos al sótano y yo pensé que habría un pasillo, pero no, ahí estaba la puerta y entré grabando. Lo primero que me encuentro es una cabeza tirada en el piso y dije “La puta madre”… Había pies tirados y cuerpos muertos atravesados que hacían formas extrañas. Al principio no entendíamos cuántos eran..Había tres cadáveres y dos más, alejados”, relata.
Y agrega: “No sabía si tenía que mirarlos, si les estaba faltando el respeto por mirarlos, si tenía que tomar detalles periodísticos, no sabía cómo reaccionar… Me quedé dos minutos y salí, me fui”, le cuenta a su hermano y a todos nosotros.
Juan Cruz le pregunta a Joaquín qué pasó realmente en Bucha y Joaco cuenta: “Hay una controversia mundial al respecto. Si dice que Bucha fue un montaje o una masacre, pero yo te puedo decir que fue una masacre”, remarca.
En medio de tantos momentos dramáticos que se viven en la guerra, Joaco destaca los momentos de felicidad de ver el reencuentro de la gente, la generosidad y la humanidad, ante tanto horror.
“A pesar de la tensión que se vive por estar en guerra y pueden pensar que sos un espía ruso, los ucranianos tienen una necesidad muy grande de que se muestre al mundo lo que está pasando. Y te digo, nunca viví barbarie, ni egoísmo, ni vi saqueos… En todos los lugares devastados donde anduve, había un sentimiento conjunto del horror que estábamos viviendo y la necesidad de apoyarnos entre todos”, asegura.
A Joaquín no le gustan las armas y tampoco estar cerca de ellas fue en ningún momento parte de la cobertura periodística que él eligió hacer. Sin embargo, una vez vio como estudiantes mayores de 18 años aprendían a usarlas y eso le impactó mucho. “Una vez entrevisté a un soldado mayor, tenía en la cara como 20 mil arrugas y 70 años. Cuando terminamos, le pedí fotografiarme con él y me dio una K47 para que yo sostuviera. Como no quise ofenderlo ni perder la simpatía que se había generado, posé con el arma junto a él, pero es una foto que no voy a publicar. No quiero mostrarme como periodista portando un arma porque no es ese el lugar del periodismo que elijo”, explica.
También cuenta que aprendió a hacer torniquetes como medida de seguridad porque sus mismos compañeros se lo pedían. “Un día Juan Carlos me dijo: ‘Si a vos te pasa algo, yo te puedo ayudar, pero si me pasa algo a mí y no sabés hacer torniquetes, vos no me vas a ayudar”. Así que aprendí y no me tocó hacerlos, por suerte”, cuenta.
¿La vida real se asemeja a una película de la guerra?, le preguntamos y Joaco nos cuenta que lo más parecido eran las ciudades post ocupación rusa, con autos embotellados, abandonados y calcinados en el medio de una carretera… “Parecía una escena de The Walking Dead”, relata.
Dos veces casi lo matan, pero Joaquín nunca se pensó muerto porque “Estaba atento en seguir vivo y no pensar en nada más”, asegura.
La primera vez los bombardeos cayeron muy cerca de donde estaba y vio gente herida en autos cruzados por ráfagas de fuego.
“La segunda vez fue un ataque directo a nosotros y nos salvó un soldado ucraniano que salió de su escondite para pedirnos que salgamos urgente de ahí”, relata y sigue: “Salimos en auto, cruzamos un retén y el conductor seguía avanzando. Yo sentía que algo estaba mal y le pedí que tomara otro camino, pero no me hacía caso. Entonces, de la nada, apareció este soldado que estaba escondido y nos dijo que nos fuéramos. Inmediatamente vimos la explosión del retén que acabábamos de pasar a unos metros… Fue algo terrible y la adrenalina te invade. En esta segunda ocasión, además, me sentí muy perturbado y supe que tenía que irme de ahí”, relata.
Como sabes, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky era un comediante que se transformó el político y ganó las elecciones presidenciales. Le preguntamos a Joaco cómo lo ve la gente:
“Zelensky no tenía trayectoria política, llegó a la presidencia sin ser un favorito y era discutido, pero la guerra lo convirtió en una persona muy querida para su país. No sabemos si es un buen estratega, pero demuestra tener una personalidad y un coraje muy fuerte para llevar adelante la situación y así lo percibe la gente”, explica.
Joaquín está ya más lejos de la guerra pero ¿Dónde está su cabeza? No sé si él lo sabe… Durante su estancia en Ucrania cuenta que tenía poco tiempo para dormir y comer y ahora más relajado en Varsovia, tuvo su primera pesadilla de la guerra, en la que sintió el peligro de dormir en un hotel que podía ser bombardeado.
¿Con qué percepción te vas de cómo está la situación en Ucrania hoy? Le preguntamos.
“Pareciera que Ucrania ganó la batalla en Kiev por la retirada de las tropas rusas y ese es un fuerte triunfo para la resistencia. Putin pensaba ocupar Kiev rápido pero no le salieron así las cosas y ahora hizo un cambio de estrategia, que es llevar la guerra al este y al sur. A 42 días de la guerra me da tristeza irme porque necesita ser visibilizado todo esto, pero es más importante mi salud física y mental”, asegura.
En el vivo que organizó Juan participaron también Paula Harris, psicóloga y mamá de los chicos; y Horacio Sánchez Mariño, el papá y ex veterano de guerra de Malvinas y participante también en otros conflictos bélicos internacionales como el que ocurrió en Yugoslavia y en Kosovo. La familia y los amigos reunidos celebraron el regreso de Joaquín, agradecido por el cariño y, sobre todo, por la oportunidad que tuvo de hacer periodismo sin bajada de línea, como a él le gusta.
Gracias Joaco por tus historias, gracias por hacernos parte de ellas, gracias por tu sensibilidad y tu mirada humana de todo esto tan tremendo. Por cierto, todas las crónicas de Joaquín las pueden ver en su IG @joaquinsanchezm, TW: @joaquinsmarino, Youtube: Under Periodismo y en @Infobae.- Cecilia García Olivieri.