Tres mujeres trans a un paso de Tokio 2021 ¿Tienen ventaja o sufren discriminación?
Tiffany Abreu, Chelsea Wolfe y Laurel Hubbard están en las puertas de los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 con una condición: reducir su testosterona. Algunos científicos reclaman más límites para mantener la igualdad de la categoría femenina, pero los juristas recelan de cualquier restricción
Te las presentamos:
Tiffany Abreu debe ser convocada por la selección brasileña de voleibol después de jugar en medio mundo como Rodrigo -incluidos el Caravaca y el Dos Hermanas en España- y de debutar como mujer en la Superliga su país.
Laurel Habbard, de Nueva Zelanda, quien participó en competiciones internacionales firmando como Gavin, debe mantener su posición como mejor mujer de Oceanía en el ranking mundial de halterofilia.
Chelsea Wolfe, tercera estadounidense en el ranking de BMX tras competir de adolescente con los mejores del país, debe mejorar un puesto para conseguir una de las dos plazas disponibles.
Las tres están cerca, muy cerca, de convertirse en las primeras mujeres transexuales en unos Juegos Olímpicos. Si una de ellas -o dos, o las tres- finalmente se clasifica, en Tokio 2021 se abrirá un debate afilado que va más allá de lo deportivo.
Desde hace cinco años, el Comité Olímpico Internacional (COI) señala una única condición a las mujeres trans: que se mediquen para que su testosterona sea inferior al supuesto tope femenino, los 10 nanogramos por mililitro de sangre. Pero ya ha anunciado una revisión porque a nadie le convence. Según algunos científicos, la reducción de la testosterona no rebaja la ventaja física con la que cuentan desde la adolescencia. Según algunos juristas, la obligación de medicarse es una discriminación más que denunciable.
“LA TESTOSTERONA NO PUEDE SER LA ÚNICA CONDICIÓN”
“En esta cuestión todavía se necesita investigación. Ahora mismo hay varios estudios en marcha, pero los que ya han concluido señalan que el máximo de testosterona no puede ser la única condición. Las mujeres trans se han beneficiado de una exposición a la testosterona altísima durante la pubertad, han adquirido memoria muscular en sus competiciones como hombre, tienen una estructura ósea distinta… Necesitamos identificar nuevos marcadores para llegar a unas reglas que preserven la igualdad en las categorías de género”, analiza María José Martínez Patiño, doctora en Ciencias del Deporte por la Universidad de Vigo y, entre otras cosas, miembro del Panel de Expertos de la Comisión Médica y Científica del propio COI, que pronostica: “Creo que el Comité Olímpico Internacional cambiará de parecer después de Tokio y tardará en encontrar una normativa justa”.
Y nadie en España puede hablar de justicia como ella. En los años 80, para eliminar la humillante prueba visual, el atletismo -deporte cabecero en este asunto- introdujo la prueba de los cromosomas y Patiño fue una de sus víctimas. Quien tuviera el cariotipo XY era vetada y ella, destacada vallista con el raro cariotipo 46 XY y síndrome de insensibilidad a los andrógenos, no pudo competir durante años. Gracias a su formación, demostró la falta de rigor de la prueba de los cromosomas y logró la desaparición de la normativa. ¿Qué ocurrió entonces? Apareció Caster Semenya.
En el Mundial de atletismo de Berlín de 2009, Semenya, de sólo 18 años, voló en los 800 metros y en los despachos se llevaron las manos a la cabeza. Mujer con hiperandrogenismo, es decir, con unos niveles anormalmente altos de testosterona, ofrecía una imagen que no se ajustaba a los cánones femeninos, por lo que los legisladores del deporte se centraron en pararla. La testosterona tenía que ser limitada y así se convirtió en la nueva vara de medir. Primero la Federación Internacional de Atletismo (World Athletics) y luego el COI escribieron normas ad hoc contra Semenya, pero nadie pensó en las mujeres transexuales y en su cercana llegada a la alta competición. “En realidad la transexualidad no es un asunto que todavía se haya abordado a conciencia, aún queda mucho camino por transitar”, responde Patiño.
“SE LES DEBE DEJAR COMPETIR SIN CONDICIONES”
“Estamos ante el reto de la legislación deportiva del futuro. Si se mantienen las dos categorías -masculina y femenina- es muy posible que colisionen los derechos civiles y las reglas deportivas, que buscan la igualdad. Y en mi opinión, llegados a ese punto, prevalecerán los derechos civiles. Es decir, si una mujer transexual es reconocida como mujer a todos los efectos, se le debe dejar competir en categoría femenina sin condiciones como es ahora mismo el máximo de testosterona. Si se discrimina a una deportista transexual de cualquier manera y lleva su caso a la justicia ordinaria, es muy probable que ésta le acabe dando la razón. De momento, no hay jurisprudencia más allá del caso Semenya, pero es previsible que la haya”, expone José Domingo Monforte, abogado especialista en Derecho Deportivo y fundador del despacho del mismo nombre. Bajo su punto de vista el reto es “importante” por las implicaciones que contiene y por los organismos que deben ponerse de acuerdo.
Porque el COI fija unos parámetros, pero son las federaciones de cada deporte, de cada país, las que firman las reglas. Y algunas aceptan lo que recomienda el organismo olímpico, pero otras van por su cuenta. Por ejemplo, el pasado octubre, la Federación Internacional de Rugby (World Rugby) prohibió que compitieran las mujeres transexuales porque “es conocido que los varones biológicos son más fuertes, potentes, pesados y rápidos que las mujeres biológicas” y días después la Federación de Inglaterra (England Rugby) aseguró que se saltaría ese veto. Por ejemplo, la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) deja la “verificación de la identidad sexual” en manos de cada club a no ser que exista “una duda bien fundada” que le obligue a estudiar el caso en cuestión, aunque está abierta a revisar sus normas en el futuro.
Tiffany Abreu rematará todo balón que le sobrevuele esperando la llamada de su selección como hace desde que en 2017 debutara en la Superliga femenina, un hito que le llevó incluso a dar el salto a la política.
Laurel Habbard levantará 130 kilos de una tacada y 150 en dos para asegurar su plaza olímpica, un sueño que ya albergaba de joven, cuando fue campeón y plusmarquista junior de Nueva Zelanda.
Y Chelsea Wolfe completará trucos y más trucos sobre su BMX para seguir escalando en el ranking mundial en el que ya es décima, adelantar a una de las dos compatriotas que le preceden y ganarse un sitio en la Villa. Los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 las esperan y con ellas se abrirá un largo debate.
(FUENTE: JAVIER SÁNCHEZ PARA EL MUNDO.ES)