“Siempre aparece una alacrán o alguna culebra”
Tenaces, chambeadoras como pocas y adictas al sol, hoy nos encontramos a las “Chicas del Barrido de Chelem”. Son 18 mujeres dedicadas a chapear, barrer y limpiar las calles de la comisaría de Progreso. Conozcan a estas yucatecas proveedoras, orgullo del puerto de nuestro estado:
11:40 am en Chelem y el sol raja la tierra. Hace calor, claro, y los que llegamos al evento donde se inauguró un consultorio del programa de gobierno “Médico 24/7” (que brinda atención en salud de 3 pm a 7 am, todos los días), buscábamos sombra desesperados. Pero ellas no, ahí estaban bajo los fulminantes rayos del sol, como si nada.
Esperaban la llegada del gobernador Mauricio Vila Dosal y de Julián Zacarías Curi, alcalde de Progreso. Por un lado querían entregarle al gobernador una carpeta con peticiones para su trabajo de Barrido de Chelem y, además, querían darles un beso a los funcionarios.
“¡Están guapísimos, los dos!”, grita una de ellas, de más de 50 años, después de saludar al gobernador y al alcalde. Y no piensen que luego corrieron por un poquito de sombra. No señor, allí se quedaron, al sol, en plena plática.
Y allí las abordamos. Ellas son 18 mujeres y se llaman “Las Chicas de Barrido de Chelem”. Su trabajo es chapear, barrer y limpiar las calles de la comisaría cercana a Progreso. Trabajan ocho horas por día -haya sol, nubes o caiga agua- y la actitud es siempre de una gran sonrisa.
Cristina, María Úrsula, Hermelinda, Eva, Elsa, Elsa María, Yaquelin, Candelaria y Eidita son algunas de las “Chicas de Barrido” con las que platicamos hoy. Y decimos “chicas”, porque son mayoría. Este puesto laboral del Ayuntamiento de Progreso está formado por 18 mujeres de entre 30 y 65 años y un sólo hombre.
La chamba que hacen no es fácil y muchas veces resulta hasta peligrosa. “Sobre todo cuando chapeamos, porque siempre aparece algún alacrán o una culebra”, nos relata una de las chicas, que acusa 63 años y usa camisa de mangas largas para que el sol no le lastime los brazos. El atuendo lo completa una gorra con una tela que les cubre el cuello y parte de la espalda.
Todas son proveedoras del hogar. “Hay mujeres separadas, madres solteras y casadas. Con el dinero que ganamos ($1,500 a la quincena) nos mantenemos nosotras y a nuestras familias”, relata otra de las chicas.
Otras son esposas de pescadores y trabajan, además, cuidando casas de verano que quedan vacías el resto del año. “Tenemos que buscar la forma de apoyar al marido porque con una sola entrada de dinero no alcanza”, acota otra de las chicas.
Piden que “Nos tomen más en cuenta”, así lo define una de ellas. Y se quedan ahí, platicando al sol, como lagartas contentas y chambeadoras.- Cecilia García Olivieri.