Riesgos por asumir
Columna
Por Roberto G Acevedo Acosta
Todo empezó con noticias de una enfermedad en China por la ingesta humana de animales exóticos. Siempre he pensado que las hambrunas en los tiempos de Mao Se Tung llevaron a mucha gente a comerse lo que fuera, así que no me extrañaba saber de esas prácticas. Así fueron pasando los días.
El primer golpe a los sentidos fue el cierre de la ciudad china de Wuhan, dónde diablos quedaba eso, el sitio donde surgió el coronavirus. Fue un suceso que los medios le dieron mucho seguimiento y hasta ahí mi atención no era del todo fiel a lo que estaba pasando. Empezaron a surgir números de muertos e infectados y todo cambió cuando el virus tocó tierras italianas.
Siempre había la idea que en África y Asia eran los lugares ideales para desastres sanitarios o naturales. Aún recuerdo los efectos del Ébola en el Congo, pero Europa, primer mundo, algo ya no estaba bien. Y a partir de ahí surgió la ola expansiva que tiene a todos en una montaña rusa de emociones e incertidumbres que nos tomó, a unos más que a otros, desprevenidos. Los gobiernos empezaron a actuar unos más radicales que otros. Llegó el aislamiento y empezó el consumo de información. Al principio había la sensación de qué todo esto traería días de descanso y en cuestión de semanas todo volvería a la normalidad, pero pasaron los días y nada se volvía normal.
Las redes sociales reventaron con todo tipo de información. Desde datos que sonaban razonables y coherentes hasta teorías de conspiración que hizo que muchos dudaran, o duden, de la existía del llamado Covid-19. En esos días escuché cosas como: “Yo no conozco a nadie que tenga el virus”; “si con agua y jabón se mata ¿por qué no tienen una vacuna?”. “Esto es un invento de los Chinos para derrumbar Estados Unidos”. “Esto lo hizo Trump”…
A la par del impacto sobre la salud surgió la política de autosaislamiento con el famoso. “Quédate en casa”, que hasta ahora es la única forma en que se puede controlar la expansión del virus. Y las redes volvieron a rugir cuando muchos dijeron que no se podían quedar en casa porqué si no trabajan sencillamente no comen.
De repente todo explotó cuando la disyuntiva era salud o ingresos económicos. Eso ha dado para ríos de caracteres de computadoras para un debate que va desde las mesas de las casas hasta textos de grandes pensadores. Pasando por políticas de gobierno. Yo no me atrevería a decir qué debería ser primero, pero los dos son de vital importancia.
Ha sido tal el embate informativo, de las formas, de los efectos y muchas cosas más asocaciadas al coronavirus, que si hacemos a un lado todo lo que consumimos en redes sociales y medios de comunicación todo se ha reducido en asumir, en lo individual, el riesgo o no.
Me queda claro que hasta que no encuentren una cura tendremos que aprender a vivir con el virus y eso lleva a asumir posturas personales. Salir de casa para trabajar o quedarme en casa para protegerme y cuidar a mi seres queridos. Tratar de seguir las recomendaciones de la gente que sabe o sencillamente mandarlos al diablo. Total yo sé más que ellos.
Nos falta mucho por saber del Coronavirus… Pero nos falta mucho más aprender a lidiar con las cosas que no esperamos. Y sin embargo, ante ese caos, siempre hay la esperanza de que todo estará bien. Un abrazo a todos.