Relato de una mujer que siguen matando
Sábado Sudaca
Por @Laflacadelamor
Cuando mataron a María Marta García Belsunce en Argentina, corría el año 2002 y yo vivía en México. Sin embargo, cinco años después y en mi regreso a Argentina, el crimen de esta mujer seguía tan vigente que parecía que la habían asesinado hacía unos días. Porque, en realidad, a María Marta la mataron muchas veces y todavía la siguen matando.
Cabe aclarar que, en esta columna, no vas a encontrar al verdadero culpable, preso y cumpliendo condena. Porque la impunidad se llevó entre las patas al asesino o a los asesinos. La justicia, coja en Latinoamérica, sigue con los ojos tapados y María Marta no descansa en paz.
El 27 de octubre de 2002 Argentina vivía una de las peores crisis económicas y sociales de la historia. Bah, una de tantas porque esto “Nao ten fim”. En Carmel, un barrio cerrado de Pilar donde habitaban familias de alta clase social con casas preciosas con piscina, parques interminables, muchos árboles y verde, irrumpió de golpe todo un país. Qué paradoja, donde los ricos querían estar “guardados”, nos metimos todos. Y después de 18 años, el caso García Belsunce sigue bajo los reflectores y es tapa de diarios hasta ahora.
María Marta tenía 50 años, era socióloga y vicepresidenta de la fundación Missing Children Argentina. Estaba casada con Carlos Carrascosa, llevaban 30 años de matrimonio y no habían tenido hijos. Carrascosa había sido marino mercante de joven y luego se dedicó, con éxito, al mercado de la bolsa, donde amasó una fortuna. A los 50 años se retiró.
El día que María Marta murió había almorzado con su esposo en la casa de su media hermana Irene Hurtig, quien también vivía en Carmel. Llovía y la mujer se fue a su casa sola para bañarse y esperar, como todos los domingos, a su masajista. Carrascosa se quedó en la casa de su cuñada y miraba un partido de fútbol con Guillermo Bártoli, el esposo de Irene.
Cuando Carrascosa regresó a su casa, encontró a María Marta tirada en la bañera a medio llenar, con la cabeza ensangrentada. En la escena de la muerte aparecieron muuuuuchas personas (urge poner muchas “u” porque fueron realmente muchos y casi todos familiares de la víctima) y dos médicos certificaron que la mujer había muerto de un golpe en la cabeza.
Y así la enterraron, en el famoso Cementerio de la Recoleta, como si hubiese muerto de un accidente doméstico. En cuatro capítulos que puedes ver en Netflix bajo el nombre de “Carmel: ¿Quién mató a María Marta?” te enteras de miles de aristas, detalles, dimes y diretes, alegatos, declaraciones, entrevistas y demás sobre qué pasó –pero no pasó- con la muerte de María Marta.
Sin spoiler y un mes después del fallecimiento, recién le hicieron la autopsia a María Marta y ¡Oh sorpresa! Aparecieron cinco plomos de bala en la cabeza de la víctima. Hubo un sexto impacto pero sin bala hallada porque la misma familia de la víctima tiró el casquillo por el inodoro. Luego en la investigación se recuperó. Lo llamaron “pituto” y no es un dato menor, ya te enterarás porqué.
El fiscal Diego Molina Pico es clave en la historia y desplegó una hipótesis en contra de la familia que logró meter preso a Carrascosa. La justicia lo condenó finalmente, a pesar de no haber hallado un móvil para el crimen: cadena perpetua por homicidio agravado por el vínculo. El hombre estuvo solo siete años preso y en 2016 la Suprema Corte de Justicia lo declaró inocente y ordenó su liberación.
Otra hipótesis que involucra a la familia y que no llegó muy lejos en investigación, fue que María Marta había sido asesinada para que no revelaran operaciones de lavado de dinero que realizaba su marido y hermanos de María Marta con el Cartel de Juárez. Si googleas, vas a encontrar notas al respecto de medios mexicanos.
Hoy, con 75 años, Carrascosa asegura que no mató al “amor de su vida” y exige que encuentren al culpable. Muchos años después del crimen, la investigación se concentró en un tal Nicolás Pachelo, vecino de Carmel y dos custodios del barrio privado, acusados de presunto robo y asesinato, presos en estos momentos y a la espera de un juicio oral pospuesto, claro, por la pandemia.
El documental de Netflix es recomendable, se digiere fácil y, seguramente, lo verás de una vez. Y elaborarás, claro, tus teorías (como hicimos todos los que lo vimos), no importa que vivas en otro punto del mundo. La impunidad no tiene domicilio fijo.
María Marta tendría hoy 68 años si no le hubiesen arrancado la vida. Pero “siempre no”, todavía la sigue matando.