Rehenes de las clases en línea
Lunes Sudaca
Por @LaFlacadelaAmor
Anoche mi hijo de 10 años estaba cabizbajo, triste, medio depre. Y ver a un chico con una década de vida en esta situación, parte el alma. Le pregunté qué le pasa y me contestó: “Es que ya no quiero ir a clases virtuales, quiero ir a la escuela como antes”. Desde la “nueva normalidad” y a casi 20 meses de iniciada la pandemia, se me hace un nudo en el pecho al escucharlo y, lamentablemente no puedo hacer nada para ayudarlo. Él y yo somos rehenes de las clases virtuales.
A mi hijo Martín le dio una alegría tremenda la vuelta a la escuela presencial, tres veces por semana, por ahora. Sin embargo y desde hace una semana, el esposo de la maestra de quinto grado se contagió de covid-19 y, aunque nadie nos informa si la docente se hizo o no la prueba para ver si ella se contagió, la institución escolar tomó la decisión de suspender las clases presenciales.
No sé si otras mamás y papás preguntaron por esta situación, somos muy pocos los que decidimos mandar a los chicos de regreso a las aulas, así que ignoro qué opinan otros “mapadres”. La respuesta que yo recibí de la directora por Whatsapp fue: “La maestra pudiera ser un foco de infección por la convivencia diaria y cercana con la persona enferma de covid”. Ellos, arbitrariamente, decidieron que mi hijo se quede en casa dos semanas… O más.
El protocolo dice que si una persona está expuesta a un caso de covid cercano, debe hacerse una prueba. Si el caso es “confirmado”, se cancelan las clases presenciales por 14 días. Si la prueba da negativa, las clases presenciales y la vida continúan (pueden checar el protocolo en https://regresoaclases.yucatan.gob.mx/ ) . No fue este caso, claramente. Y hablo por mi hijo, no represento al grupo: adultos decidieron que un niño se quede sin escuela presencial.
Les pregunto algo con una mano en el corazón: ¿Realmente sienten que las clases virtuales sirven? ¿Son buenas? ¿Aportan? ¿Suman? Claramente era la única alternativa que teníamos cuando el Sars-Cov-2 apareció en nuestras vidas, sin embargo todo continúa, no podemos preferir este sistema educativo que es, a la legua, en detrimento de nuestros chicos.
Y voy a contabilizar algunas cosas más que obvias: las clases presenciales no permiten la convivencia, la interacción a través de una pantalla es desastrosa, las actividades recreativas, artísticas, de educación física no se pueden realizar como corresponde por razones obvias y está más que claro que una cosa es que te expliquen algo nuevo a través de una pantalla y otra –muy distinta- es que lo hagan mirándote a los ojos, escuchándote directamente, viendo tu lenguaje corporal, aunque tengas el cubrebocas puesto y estés a un metro de distancia.
Esta columna se la dedico, por sobre todas las cosas, al presidente Andrés Manuel López Obrador, al Gobierno de México y a la Secretaria de Salud, para que realmente evalúen la posibilidad de acelerar la vacunación a menores de edad sanos porque la salud es un derecho que tienen todas las niñas y los niños en el mundo y no se lo podemos negar, por favor.
Y si la vacunación a los menores de edad se realiza pronto, que el regreso a clases sea OBLIGATORIO, como ya lo es en otros países.
Ya lo he dicho muchas veces en estos casi dos años de pandemia y lamentablemente la situación es igual o peor: LOS NIÑOS SON LOS PRINCIPALES PERJUDICADOS EN ESTA NUEVA NORMALIDAD, los más invisibilizados, los menos tenidos en cuenta. Son rehenes de esta realidad que nos toca vivir y dependen de la decisión muchas veces poco acertada de los adultos.
La neta, hagamos un examen de autocrítica, seamos empáticos y no volteemos a mirar para otro lado o sólo a nuestro ombligo. Estos chicos que tenemos en las casas aprendiendo mal, son el futuro de este país.