Rap de la cárcel
Luego de tres años de ausencia, regresó al Cereso el “Urban Fest” con la participación de grandes exponentes yucatecos del hip hop. Los presos convivieron con sus familias a puro beat y flow
En la cárcel todos son números y fechas. José Gabriel Islas, el martes próximo cumple 36 años, hace tres que está adentro y le faltan 14 para salir en libertad. Mató a otro ser humano. Él no lo dice así, él dice que está adentro por “homicidio”. Todos los internos presos por matar a otra persona, dicen la palabra “homicidio” como si la leyeran en un expediente, evadiendo la mirada.
Encontramos a “Islas” –así lo llaman- hoy domingo en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Mérida, compartiendo la tarde con su familia. En el auditorio se presentaba el Urban Fest Cereso 2018, un evento de hip hop que contó con figuras destacadas del rap yucateco como Los Mayucas, Templo Maya, Pat Boy, Padre Anderson y Mr. García de Ceiba Flava, I&I y Soy Terko, entre otros. Regresando a los números y las fechas, luego de 13 años ininterrumpidos de rap en la cárcel, durante tres años no se hicieron eventos y este 2018 regresaron con todo y una muy buena convocatoria.
“Islas” está contento y lo demuestra con una sonrisa grande de dientes plateados y ojos chinitos. Otra vez nos cuenta que el martes cumple 36 y que espera que, al día siguiente, sus hijos vengan a visitarlo para celebrar. Es la primera vez que está preso y asegura que si no se pegaba al trabajo y a Dios, no sabe qué sería hoy día de él.
“Cuando cometí el homicidio no estaba en mis cinco sentidos, estaba alcoholizado. A la semana de estar preso me di cuenta realmente de lo que había hecho, del error que había cometido, ahí se me cayó todo encima”, explica.
Islas asegura que, antes de escuchar su sentencia, cuatro meses después del homicidio, se pegó con todas sus fuerzas a Dios. Es católico y dice que no cambiaría su religión por nada.
Y también remarca que “Diosito” es además su verdugo. “Él nos dice cuando salimos y cuándo no. Antes de que me sentenciaran yo le pedí que me apoye para que no me dieran 40 años y al final me tocaron 17”, cuenta, aliviado.
Dice que el trabajo y la religión lo mantienen con la cabeza clara. “Desde que llegué me puse a trabajar todos los días. Eso te ayuda a que pase el tiempo cuando estás dedicado al trabajo. Desde las 6 am me levanto, arreglo mi cuarto, empiezo a hacer mi hamaca y me acomodo a la rutina de acá porque hay que meterle a la mente la idea de que está presa y no va a salir, así no te desesperas”, señala.
Para el interno –que se define con números como 100% yucateco- la cárcel sí te cambia para bien. “Hay una rehabilitación, pero tú lo puedes tomar como quieras: o te pegas a ella o te destruyes solo, tú eliges a fin de cuentas”, asegura.
Islas es el hermano menor de una familia numerosa y hoy vinieron a visitarlo su mamá Marcelina, su sobrina Perla y sus hermanas Lourdes y Lucía. La que toma la palabra es Lucía y cuenta que, cuando se enteraron del “homicidio” fue una gran sorpresa para todos.
“Lo apoyamos para que él esté bien, esto fue un error en su vida y esperamos que sea el único. Ahorita lo vemos cambiado para bien, muy distinto y nos gusta más cómo es ahora. A nuestro hermano lo queremos exagerado”, remarca Lucía.
A puro beat, el mejor flow y ese estado fraternal que tan bien sabe dar el hip hop, los internos y sus familias disfrutaron tres horas de música, breakdance, skating, acrobacias en bicicleta y un taller de pintura.
En el Cereso de Mérida hay 1,250 presos de los cuales 25 son mujeres. Su director es Francisco Javier Brito Herrera quien, desde 1996, impulsa este tipo de actividades y tiene como prioridad la convivencia de los presos con sus familias.- Cecilia García Olivieri.