“Porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados”
Domingo Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
Si vamos a hablar de reinserción social, ya arrancamos mal. Porque en Argentina a una cárcel se le dice “tumba”. O sea que estar preso es como estar muerto en vida. Y como una arista del lunfardo (ese “idioma” maravilloso creado por sudacas locales e inmigrantes en el siglo XIX), existe el lenguaje tumbero, que es la jerga que hablan los presos, riquísima en miles de palabras, giros idiomáticos, significados e interpretaciones.
Una historia de ficción tumbera, eso es El Marginal ¿Qué si los presos en una cárcel argentina viven como lo cuenta la serie? No o sí o quizás… Si todavía no viste ninguna temporada, te cuento que el 4 de mayo Netflix estrenó la quinta y última de la saga argenta y la historia cierra, vale la pena, incomoda, es violentamente brutal, tremenda, emocionante y probablemente te hará llorar… Porque en el medio de todo ese gran bardo de vida y muerte, los vínculos están.
El Marginal no documenta la realidad carcelaria argentina, aunque en la serie haya críticas constantes a este mundo, al sistema, a la política y al poder. La mirada general a la corrupción en Argentina se puede palpar, es real, se dice y hasta se grita, pero no deja de ser una ficción. Por eso existe, por eso gusta, por eso la ven en todo el mundo.
El Marginal es hermanita de Tumberos, una miniserie argentina narrada también en una cárcel y que arrancó en 2002. Y ahí la productora Underground de Sebastián Ortega (hijo del célebre cantante de los 70’s Palito Ortega) presenta en 2016 la primera temporada de El Marginal, con lenguaje propio y que no se parece a nada.
El Marginal es una historia de personajes y de vínculos humanos en un espacio de lo más extraño e irreal para vincularse: la cárcel. Y hay algo como inexplicable en todo esto porque la serie es hostil, violentísima e incómoda pero, a la vez, te atrapa, te encierra y te obliga a verla.
Ya te dije de qué trata, pero no te voy a dar detalles y mucho menos spoilers. Sólo te voy a contar que, en esta última temporada, los personajes, en cierta forma evolucionan y hay una frase (varias) que me quedó grabada para aplicar no sólo si estuviera presa, sino en la vida: “La prisión está en la mente”.
El honor del final se lo dejan al grandísimo escritor uruguayo Eduardo Galeano con la narración del protagonista Pastor en voz en off:
“Ojalá podamos ser tan porfiados para seguir creyendo contra toda evidencia que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados”.
Tán tán.
No te la pierdas, vale la pena.