Piel nueva para Samuel
Columna: Viernes Sudaca
Por @laflacadelamor
Para Samuel, Aracely y Jesús, con mi corazón despanzurrado
Cambiamos de piel todo el tiempo y hasta ni nos damos cuenta. Nos pasan cosas que nos modifican por dentro y por fuera y eso nos hace mutar. Ser otros.
Algunas veces nos duele, otras ni nos enteramos. Pero la piel nos vuelve a crecer siempre -distinta, a veces más dura, otras más finita- y nos hacemos fuertes otra vez.
A veces tenemos urgencia por sanar y nos quedamos mirándonos la piel, esperando que crezca de nuevo, que tape lo que duele tanto. Pero tardamos en regenerarnos, nunca es de un día para otro. La paciencia es clave en estos momentos.
Pero la piel nueva surge, aunque tarde. Primero es una costrita fuscia y se va extendiendo bien finita para cubrirlo todo. Después, con cuidados, se hace más fuerte y se vuelve rosa furioso, rosa suave y luego color piel. Casi como la de antes, pero distinta.
Hace más de 20 días, Samuel -un chiquito de tres años de Tecoh- se quemó con aceite hirviendo el 30% de su cuerpecito. Fueron quemaduras graves y ahora está en pleno proceso de generar nueva piel, sanar, volver a ser el mismo, pero distinto. Y sus papás también.
Hace más de cinco años, mi hijo Martín se quemó con agua caliente. Tenía casi la edad de Samuel y las quemaduras cubrieron el 31% de su cuerpo. Fue el peor momento de mi vida y no me alcanzan las palabras para contarles cuánto sufrí, cuánto sufrimos todos.
Al principio pensé que no se podía o que sería sumamente difícil sanar. No entraba en ninguna cabeza que todo eso fibroso volviera a ser piel. Con dos años y nueve meses, lo veía a Martín llorar, rogar, implorar y se me rompía el alma. Pero a pesar de sus llantos, ardores, dolores y todo eso feo que nos acosaba, el chiquito levantaba la cabeza y nos pedía canciones y cuentos, “carishias” y “agarrame la mano”.
Entonces uno buscaba desesperadamente un gramo de coraje extraviado adentro y cantaba, mimaba, acariciaba y agarraba esa mano gordita que apretaba dedos como cuando estaba recién parido. Y todo salía bien. Mejor. Un paso más adelante.
La historia de Samuel me tocó el alma. Un niño lastimado es lo más vulnerable que pueda existir y si es un hijo, nos trastorna todo. Pero la piel crece siempre, hay que darle tiempo, muchos cuidados, medicinas, canciones, sonrisas y “tómame la mano”. No falla, siempre nos regeneramos.
Y no sólo Samuel, también sus papás volverán a tener piel nueva y desde este momento tan difícil que viven, ya son otros. Sin duda mejores.
Pronta sanación para Samuel y todo el cariño del universo para los nenés y papás que pasan o han pasado por una situación similar. Piel nueva para todos.
(La ilustración es de Pablo Bernasconi).