Como mujer emprendedora, Sofía Moo Mex se dedica desde hace dos décadas a la elaboración de vasijas con jícaras y leks, que luego se convertirán en artesanías para locales, nacionales y turistas de todo el mundo. En esta nota la artesana nos cuenta el proceso para curar este fruto y le enseña a su familia a continuar con la tradición:

Sentada a la sombra de un frondoso árbol. Sofía Moo Mex no descansa. Agita vigorosamente el brazo derecho con el puño hacia arriba y de forma rítmica circular dentro de un lek para apurar el secado de un barniz recién aplicado y a sus pies, sobre una manta, posan otros más junto a hermosas jícaras que ella misma ha cosechado.

Oriunda de la comisaría meridana de San Pedro Chimay, la elaboración de vasijas para comercializarlas es su fuente de ingreso desde hace veinte años. Ella y su familia esperan que se incremente la demanda de este artículo empleado desde la época prehispánica para hacer enseres domésticos, juguetes, instrumentos musicales y artículos ornamentales; incluso en la actualidad muchas personas los utilizan en la región para ofrendar comida, dulces y bebidas a sus antepasados durante la celebración del Janal Pixán. 

Frente a su vivienda sobre la carretera Mérida-Timucuy, Sofía exhibe sus jícaras y leks, cuyos precios van de 10 a 100 pesos, según su forma y tamaño. A sus 63 años, goza de energía para enseñarle el oficio a sus nietos Manuel y Sebastián, quienes la acompañan y ayudan en la elaboración de artesanías.

Conocedora del proceso, explica que, del árbol de jícaro -caracterizado por sus ramas grises retorcidas- cosecha el fruto esférico de corteza dura cuando aún está verde; lo parte por la mitad con una segueta y de esta forma obtiene dos recipientes con forma de cuenco. Posteriormente le retira con una cuchara toda la pulpa blanda de color blanco que contiene numerosas semillas.

El siguiente paso es dejarlas secar al sol de manera natural, aunque una forma de acelerar el proceso de secado es ponerlas a hervir en agua con cal, escurrirlas para después terminar de limpiar su interior, hasta que quede completamente liso.

El procedimiento para elaborar un lek es similar, aunque su forma varía, hay algunos que se parecen a la calabaza, por lo que suelen cortarlos por la parte superior dejándoles una especie de tapadera; además, a diferencia del árbol de jícaro, proviene de una planta trepadora.

Dotada de toda la paciencia que requiere este oficio, Sofía plática que, en la actualidad, tiene once árboles de jícaro y diez de lek que ella misma ha sembrado, cuidado y visto crecer, repartidos en su solar y otro terreno que posee. Los vende en su tono natural, pero a algunos les aplica un barniz ligeramente más oscuro, pues muchas personas los compran con la intención de pintarlos y decorarlos a mano para hacer artesanías o darles un uso decorativo.

Las Jícaras y leks, medio de subsistencia para familias yucatecas

La afluencia de más visitantes con el Tren Maya aumenta la posibilidad de ventas

Sentada a la sombra de un frondoso árbol. Sofía Moo Mex no descansa. Agita vigorosamente el brazo derecho con el puño hacia arriba y de forma rítmica circular dentro de un lek para apurar el secado de un barniz recién aplicado y a sus pies, sobre una manta, posan otros más junto a hermosas jícaras que ella misma ha cosechado.

Oriunda de la comisaría meridana de San Pedro Chimay, la elaboración de vasijas para comercializarlas es su fuente de ingreso desde hace veinte años. Ella y su familia esperan que se incremente la demanda de este artículo empleado desde la época prehispánica para hacer enseres domésticos, juguetes, instrumentos musicales y artículos ornamentales; incluso en la actualidad muchas personas los utilizan en la región para ofrendar comida, dulces y bebidas a sus antepasados durante la celebración del Janal Pixán. 

Frente a su vivienda sobre la carretera Mérida-Timucuy, Sofía exhibe sus jícaras y leks, cuyos precios van de 10 a 100 pesos, según su forma y tamaño. A sus 63 años, goza de energía para enseñarle el oficio a sus nietos Manuel y Sebastián, quienes la acompañan y ayudan en la elaboración de artesanías.

Conocedora del proceso, explica que, del árbol de jícaro -caracterizado por sus ramas grises retorcidas- cosecha el fruto esférico de corteza dura cuando aún está verde; lo parte por la mitad con una segueta y de esta forma obtiene dos recipientes con forma de cuenco. Posteriormente le retira con una cuchara toda la pulpa blanda de color blanco que contiene numerosas semillas.

El siguiente paso es dejarlas secar al sol de manera natural, aunque una forma de acelerar el proceso de secado es ponerlas a hervir en agua con cal, escurrirlas para después terminar de limpiar su interior, hasta que quede completamente liso.

El procedimiento para elaborar un lek es similar, aunque su forma varía, hay algunos que se parecen a la calabaza, por lo que suelen cortarlos por la parte superior dejándoles una especie de tapadera; además, a diferencia del árbol de jícaro, proviene de una planta trepadora.

Dotada de toda la paciencia que requiere este oficio, Sofía plática que, en la actualidad, tiene once árboles de jícaro y diez de lek que ella misma ha sembrado, cuidado y visto crecer, repartidos en su solar y otro terreno que posee. Los vende en su tono natural, pero a algunos les aplica un barniz ligeramente más oscuro, pues muchas personas los compran con la intención de pintarlos y decorarlos a mano para hacer artesanías o darles un uso decorativo.