Mi hamaca, un capullo verde y protector
Columna Viernes Sudaca
Por @LaFlacaDelAmor
Soy argentina, vivo en Yucatán y duermo en hamaca. Desde la primera vez que me acosté en una, me enamoré de su envoltura de capullo protector, de cientos de hilitos que me sostienen en el aire, de los colores preferidos que me circundan el cuerpo, de su frescor y su vaivén suavecito que me encanta.
Nunca me dolió la cuerpa por dormir en hamaca, nunca. Espero que sus efectos no me pasen factura dentro de algunos años.
Me accidenté creo que dos veces desde que duermo en hamaca y nunca de gravedad. Me pasó de levantarme a la madrugada para ir al baño y caerme o acostarme sin mirar bien y terminar sentada en el piso de un sopetón. Ambas veces fue doloroso, pero no incapacitante. Suelo tener pesadillas despierta en las que me levanto o me acuesto, calculo mal y me lastimo feo.
Duermo en hamaca como quiero: en posición fetal de ambos lados (mi preferido es el izquierdo porque soy zurda, creo), boca abajo, boca arriba y muevo las piernas de manera tal que la hamaca se acomoda a mi anatomía perfectamente. Uso almohada para dormir, eso sí. Y me tapo con una sabanita o frazadita, si tengo frío.
Tenía una hamaca naranja y amarilla (mis colores preferidos) que se fue abriendo a un costado hasta hacer una grieta total de hilos. No hice nada para solucionar el problema a tiempo y consideré que era momento de darle un respiro, dejarla que pase a mejor vida y comprar otra.
Empecé a preguntar adónde podía ir y me recomendaron el Cereso (en la cárcel hacen hamacas preciosas) y algunos pueblos. También, entre los mismos yucatecos usuarios de hamacas, me recomendaron ir a “El Aguacate” (calle 58 y 73, en el Centro de Mérida) y me decidí por ese lugar finalmente.
Esta semana les caí. Me recibió Marco Antonio Salazar, un señor encantador que trabaja allí hace 42 años. Me contó que la tienda empezó, a una cuadra, hace más de 60 años y se llamaba “La esquina de El Aguacate”. “En aquel entonces era una tienda de abarrotes y vendían también hamacas”, me cuenta.
De generación en generación una familia oriunda de Tixkokob (el fundador de El Aguacate) empezó esta empresa de hamacas. Hoy la siguen sus nietos. Las hamacas las hacen en los municipios de Chumayel y Teabo y los mismos yucatecos las recomiendan por su calidad y porque los precios son accesibles, sobre todo.
“Nosotros manejamos calidad y no engañamos a los turistas con los precios, son para todos iguales, parejos para el que venga de donde venga”, asegura Marco Antonio.
Y los turistas lo saben… Además de que la tienda figura desde hace años en la Guía Lonely Planet (https://www.lonelyplanet.com/mexico/yucatan-peninsula/merida/shopping/hamacas-el-aguacate/a/poi-sho/467348/361710) por los buenos servicios que brindan, Marco Antonio nos cuentan que los visitan extranjeros de todas partes del mundo. “También nos compran muchos jubilados de Estados Unidos y Canadá que viven aquí”, señala.
Tienen cinco tamaños de hamacas que van desde los $500 (las chicas) hasta arriba de los $3,000 (la de crochet King side). Los colores que puedes elegir son casi infinitos.
Elegí una matrimonial de algodón en dos tonalidades de verde (“…Que te quiero verde”), con los hilos que la sujetan en blanco. Mi hamaca se hizo con siete madejas de hilo en el cuerpo y tres tubos para los brazos, me cuenta Marco Antonio. Manos yucatecas tardaron entre 15 y 20 días en terminarla para que yo duerma plácidamente en ella.
La estrené hace dos días y estoy feliz. Quedó un poco baja, pero ya me explicaron cómo solucionarlo. Descanso envuelta en una primavera verde, duermo arrullada por un capullo protector y despierto como en una pradera suspendida en el aire…. No sé ustedes, pero a mi me encanta.
@LaFlacaDelAmor, entre hamacas