Mejor hablar de ciertas cosas…
Martes Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
¿Cómo es maternar? ¿Cuántos maternajes existen? ¿Maternar es cómo nos dicen que debe ser o cómo lo vivimos cada una? ¿Por qué juzgar la forma de maternar?
Me estalla la cabeza de preguntas y todo fluyó desde anoche, cuando terminé de ver “La Hija Oscura” (“The Lost Daughter”), una película movilizadora que estrenaron hace poco en Netflix.
Si vas a seguir leyendo esta reseña, te aclaro que hay Spoiler Alert, si no te importa, continúa.
Y me voy de cabeza con un diálogo que me partió el cerebro y el corazón. Leda, la protagonista -una mujer de 48 años y madre de dos mujeres ya adultas- mantiene este diálogo que vas a leer a continuación con Nina, una mujer y mamá joven que conoció en sus vacaciones en una isla griega:
Leda: Me fui cuando la más grande tenía siete y la más chica cinco. Me fui…Las abandoné (a sus hijas) y no las vi por tres años.
Nina: ¿Quién las cuidó?
Leda: Su padre y mi mamá y luego regresé a buscarlas.
Leda: ¿Cómo se sentía no tenerlas?
Leda: Se sintió increíble (“amazing”).
“La Hija Oscura” revoluciona porque aborda un tema que todavía, en pleno siglo XXI, mantenemos en reserva y hasta es mejor no tocarlo… O se voltea a mirar para otro lado porque “De eso no se habla”. Pensar que pueden existir sentimientos más fuertes que el que se siente por los hijos incomoda, levanta dedos acusadores, genera angustia y culpa… Pero la maternidad es así, gente. La viven humanas que no son puras ni perfectas, que aprenden día a día, que no dejan de ser mujeres por ser madres y la entrega -más allá de ser absoluta y amorosa para con los hijos- también debe ser compartida y cuidada para con la madre.
Pero vayamos a la peli, cortito y al pie: cuenta la historia de Leda (interpretada por Olivia Colman, una de mis actrices favoritas), una profesora de literatura de 48 años que llega sola a una isla griega de vacaciones. Allí conoce y llega a interactuar con una familia bastante intensa y ella hace contacto directo con una de las integrantes que se llama Nina, una mamá joven, abrumada y hasta un poco depresiva y ahí hacen un “click”. Con este vínculo, Leda regresa mentalmente a su propia juventud, con un futuro promisorio como intelectual, en pareja con un hombre de su edad (también intelectual) y mamá de dos nenas pequeñas.
La Hija Oscura está llena de flashbacks en las que Leda se remonta a su vida de mamá, a la intensidad de su trabajo mezclada con la convivencia con sus hijas chiquitas, a su marido ausente y por ende a la crianza en solitario… Y un día, en un viaje de trabajo por su carrera, conoce a otro hombre con quien tiene una relación apasionada y decide abandonar a su esposo e hijas. Tres años después, recupera el vínculo con sus hijas que existe, hasta la actualidad.
Leda, en su vida actual, se siente como rota, fallada. Ella misma se define como una “madre antinatura”. Se autojuzga y sin duda la sociedad también y tú también que llegaste hasta aquí en esta reseña.
Cuando Leda le cuenta a Nina cómo se sintió no tener a sus hijas durante tres años, con el gesto más descarnado, dice “Amazing” (increíble, maravilloso, en inglés), mientras tiene la cara desencajada de llanto. Como así de contradictoria es la vida, así de contradictorio es maternar.
Crecimos con el chip de que la maternidad es maravillosa, santa, de pecho tibio, arrumacos y todo amor. Y sí, tiene mucho de eso, pero también es intensa, desgastante, de aprendizaje continuo, genera angustia, ansiedad, miedos y muchas veces dan ganas de dar un portazo y volar a otro planeta.
¿Por qué nos cuesta tanto hablar del lado B de la maternidad? Recién ahora algunas levantamos la mano y nos animamos, hasta entre amigas y familia o a través de estas líneas. No se dan una idea de lo fácil que sería visibilizar esto para maternar mejor. Nos ayudaría un chingo.
Pero ya me fui por las ramas. Si llegaste hasta aquí, date chance de ver “La Hija Oscura”, las actuaciones son excelentes y quizás te deje pensando como a mí para ver cómo le hacemos para maternar con vínculos más sanos para todos.
Por cierto, la peli es de Maggie Gyllenhaal y está basada en el libro “The Lost Daughter” de Elena Ferrante, una escritora de best sellers, quien vive en el anonimato e hizo de su vida un misterio para la humanidad.