“Mami, es triste ver la escuela vacía”
Columna Sábado Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
El jueves, un día antes de que finalicen formalmente las clases, fui a la escuela de mi hijo para anotarlo en “clases mixtas” para el próximo ciclo escolar.
Porque cuando yo cursé quinto grado de primaria, íbamos a la escuela y ya. Pero ahora todo es distinto, el contexto es inédito. Entonces tuve que elegir entre “clases mixtas o clases online” y asentí, con mi firma, a que la institución educativa privada a la que asistirá en el ciclo 2021-2022 cumplirá todos los protocolos que impone la pandemia para educarlo y los desligué también de “cualquier tipo de responsabilidad administrativa, civil o penal” con motivo del contagio de covid-19.
Qué decirles… Es una locura todo esto. Mi hijo cursó desde marzo y hasta julio de 2020 en línea tercer grado e hizo completo cuarto a través de Zoom. La pandemia hizo que nuestros hijos se eduquen como pueden durante casi dos cursos escolares ¿Salió bien o salió mal? Ni una ni la otra: Salió, nomás.
Hasta el jueves, un día antes de finalizadas las clases, se habían anotado 14 chicos en quinto grado y siete “mapadres” de familia optaron por clases mixtas y siete por clases online. Bien dividida la cuestión.
O sea que si se dan todas las condiciones para que bajen los contagios en Yucatán –ahora estamos en pleno repunte de coronavirus- y el semáforo esté en verde a fines de agosto, es probable que en el aula de mi hijo –que cursará presencial sólo tres días por semana cuatro o cinco horas- sean menos de 10 chicos en el aula.
El mes pasado fui a pagar la escuela y mi hijo me acompañó. Tiene 10 años y quería volver a ver la escuelita. No se llevó la mejor impresión y me comentó que le pareció más chica de como la imaginaba. El jueves le pregunté si me quería volver a acompañar. “No, mami, mejor no. Es triste ver la escuela vacía”, me contestó.
Con una mano en el corazón les digo que me preocupa y ocupa más cómo se sienten mis hijos –la mayor finalizó la secundaria en línea también- que cuánto aprendieron. No necesito ser experta en educación para saber que los conocimientos adquiridos por Zoom no fueron los mejores y que lograron un cansancio, hartazgo y una ansiedad descomunal en nuestros chicos. Y esto parece no tener fin, estamos en repunte de casos a nivel nacional y agosto está a la vuelta de la esquina casi, aunque recién hayan comenzado las vacaciones de verano.
Me cansé de escribir en estos 16 meses en confinamiento que los chicos están invisibilizados en pandemia. Lo dije de todas las formas y colores, les conté mi experiencia personal, hablé con docentes, psicólogos y otros expertos en la materia. Y sí, los chicos no tienen chance de “pilotear” esta situación mejor que nosotros, no tienen ni les damos herramientas para hacerlo, hacen lo que pueden y cómo pueden. Y nadie ha creado una estructura para ayudarlos a ellos a pasar mejor estos tiempos ni a nosotros para contenerlos. Nada ni nadie.
No me gusta terminar bajón las columnas, no soy así y aunque “estar mal también es válido”, quiero pensar que las cosas pueden cambiar para bien. Mis dos hijos tienen una gran ilusión de arrancar de forma presencial las clases en agosto próximo. Lo necesitan porque esto no es normal por ningún lado por donde lo miremos. Sin embargo, ya estoy preparando el terreno de que esto puede “no ocurrir”, que hay repunte, que la situación está complicada y que, a pesar de la vacuna, podemos regresar a las clases por Zoom el próximo ciclo escolar. Abrir el paraguas, le dicen.
Y sí, están invisilibizados nuestros niños, pero son tan inteligentes… Saben, escuchan, entienden y empatizan. Y son resilientes, mucho más que nosotros los adultos. Así que empecemos nosotros por casa a hacer algo por ellos.
Cuidémonos mucho de los contagios, ayudemos a disminuir el repunte cada uno desde su trinchera porque los bajitos de la casa no salen ni a la esquina, eso lo sabemos. Y colaboremos todos para que, aunque suene medio utópico, a fines de agosto haya chance de semáforo verde y clases presenciales, aunque sólo sean tres días por semanas y un ratito nomás en el aula… Ellos también merecen una nueva normalidad.