“Le dije ‘Dale todo lo que puedes, chula…’ Y salió la chiquita”
¿Las personas pueden cambiarnos un poco la vida? Yo creo que sí. Ayer conocí a Faustina Uribe Canché, una mujer yucateca de hipil, acento aporreado e histriónica para hablar, ojos curiosos y sonrisa que contagia. Tiene 76 años y hace 33 es partera tradicional en Bolón, municipio de Umán. Me compartió su historia de vida y desde ayer tengo sus palabras, cariño y la seguridad que irradia dando vueltas en mi cabeza. Ella aportó algo bueno a mi vida. Conózcanla y aprendamos porqué es tan importante visibilizar a nuestras parteras tradicionales:
Cuando desde el micrófono dijeron fuerte “Faustina”, no hizo falta apellidos. Ahí estaba ella, sentada al fondo y platicando conmigo. Se puso de pie, se acomodó el hipil y el rebozo y fue dando pasito de baile hasta el escenario del auditorio del Centro de Salud Mérida. Todas y todos la aplaudían fervorosamente.
Pasos antes de llegar, Faustina (Uribe Canché, esos son sus apellidos), abrió grandes los brazos y se fundió en un abrazo sentido y profundo con el médico Jorge Gabriel García Salyano, quien capacitó a Faustina y a sus colegas parteras tradicionales de la Jurisdicción Sanitaria N° 1, como parte de un programa que organiza la Secretaría de Salud de Yucatán, Alianza Pediátrica Global y el Patronato de Beneficencia Pública del estado. El abrazo pareció eterno, Jorge y Faustina estaban emocionados de haber compartido tanto juntos.
Recuperada de la emoción, Faustina siguió platicando conmigo, mientras jugueteaba con una credencial que le colgaba del cuello. Ahí, con su nombre completo y su foto, el Gobierno del Estado de Yucatán la acredita como partera tradicional. Este hecho es de una notable visibilización y es histórico en nuestro estado. Vamos avanzando.
76 años de vida tiene Faustina, a quien todas y todos en Bolón –una comunidad de Umán- llaman “Doña Susi” (aclaro que no se llama Susana) y su familia le dice “Mamá Mech”, pero siempre estamos hablando de la misma mujer… Sí, esa que pasó por muchas cosas en su vida y hace 33 años ayuda a cientas y cientas de mujeres (perdió el número de los bebés que trajo al mundo) a transitar el camino a la maternidad y a asistirlas durante el parto.
Su trabajo le encanta, la acelera el pulso, le agolpa las palabras en el cerebro cuando habla, le hace mover las manos como si estuviera sacando un bebé del cuerpo de una parturienta, le pone brillo en sus ojos y todo eso lo contagia. Por eso creo que conocer a Faustina, doña Susi o Mamá Mech, me cambió un poco la vida para bien.
Su suegra Marcelina Chan le enseñó a traer bebés al mundo. “Mi suegra no sólo era partera, también curaba infecciones con el pasmo blanco, el pasmo negro y el pasmo rojo. Curaba la diabetes y las heridas y todo eso lo aprendí de ella y uso mis hierbas para hacerlo”, cuenta.
UNA VIDA DEDICADA A TRAER LUZ
Faustina tuvo una vida difícil, como muchas mujeres yucatecas. “Mi marido no hacía más que tomar, se iba los viernes y los lunes aparecía en la casa. Mi suegra me decía ‘Hija, tú eres buena conmigo, me haces mi comida, me lavas la ropa, estás siempre conmigo, así que te voy a eneñar lo todo lo que sé’, me decía. Y cuando atendía a una embarazada siempre me hacía sobarle la panza y empezó a invitarme a los partos que atendía. Así aprendí”, detalla.
Y entre plática y plática, a la mujer de Bolón le viene a la memoria el parto más difícil que tuvo en su vida: “Era mi concuña que iba a parir y el bebé estaba de nalgas. La estuve checando durante horas y al final le dije a ella y a su esposo: ‘¿Cómo le hago? Voy a renunciar, no puedo traerlo al mundo, vayan a un hospital’. Pero los dos me miraron y me dijeron: ‘No, el bebé va a nacer contigo’ y seguí intentándolo”, relata.
¿Cómo le hizo Fautina? Así lo cuenta: “Cada vez que mi concuña tenía un dolor, yo metía mi dedo para buscar el pie del bebé. Sólo un dedo porque no soy animal de meter toda la mano y sólo cuando ella tenía dolor. De repente busqué (encontré) uno de los pies, después el otro… Siempre lo hacía cuando ella tenía dolor. Después toqué la manito del bebé, la otra manito y lo fui acomodando con el dedo. Cuando todo estuvo listo, le pedí al marido que se metiera debajo de la hamaca para ayudarme”, cuenta.
¿Debajo de la hamaca? Sí señor… La parturienta estaba en la hamaca y el marido, a pedido de Faustina, se puso en cuatro patas y empezó a empujar a su esposa con la espalda y las nalgas. “Dale, chula, tú puedes, vamos chula, vamos”, le decía la partera a la mujer a punto de dar a luz. Y se hizo el milagro: “Le dije: ‘Dale todo lo que puedes, mujer’ y ella expulsó fuerte y salió la chiquita, era una niña…”, dice con los ojos emocionados y llevándose las manos al pecho.
Los flamantes papás pensaron que estaba muerta por el color morado, pero Faustina sabía que respiraba. “Con el paso de los minutos, la chiquita empezó a ponerse rosadita y ahora esa misma bebé tiene dos hijas que yo también traje al mundo”, dice Faustina, con una sonrisa enorme.
“NUNCA, EN 33 AÑOS, SE ME MURIÓ UN BEBÉ”
“Doña Susi”, como todo el pueblo la llama, empieza a atender a las mujeres que van a dar a luz desde los tres meses. “Ahí les empiezo a sobar la panza y veo cómo va el embarazo hasta el día del parto. Nunca, en 33 años, se me murió un bebé porque si veo que algo no está bien, les pido que vayan al hospital”, explica.
Para Faustina, las capacitaciones que les brindan en el Centro de Salud Mérida a ellas y a sus compañeras son fundamentales para su profesión. “Yo no puedo decir que sé todo… Necesito seguir practicando y aprendiendo siempre. Ahora le estoy enseñando a mi nieta Candelaria, que ya trajo a su nieto al mundo. Hay que seguir trayendo bebés y ayudando a las mujeres, por eso es importante que nos tengan fe, porque nosotras las parteras las vamos a explicar todo con mucha tranquilidad, con paciencia… Ser partera es para toda la vida”, concluye.
RESPETO, RECONOCIMIENTO Y VALOR
Jorge Gabriel García Asyano es médico general y hace más de 40 años que trabaja en comunidades en México y Guatemala. Él capacitó a las parteras yucatecas (en el estado se estima que hay alrededor de 250 en las tres jurisdicciones sanitarias) como parte del equipo de Alianza Pediátrica Global. Jorge y Faustina se admiran y quieren mucho y los dos aprenden de los dos.
Le pregunté a Jorge qué aprende él de las parteras yucatecas y me cuenta: “Me enriquecen bastante y admiro la dedicación que tienen con cada parto, la entrega total a su trabajo, su voluntad y ganas siempre. Es sorprendente cómo nos piden más cursos, quieren seguir aprendiendo siempre”, explica.
Y lo que más admira de ellas es, sin duda, la disposición y apertura de estas mujeres. “Ellas se preguntan y recriminan ‘porqué los doctores no quieren aprender de nosotras y nosotras tenemos que aprender de ellos, nos tienen que reconocer y valorar’, nos dicen siempre”, remarca Jorge.
Le pregunté al médico qué opina sobre el acercamiento de mujeres jóvenes que quieren ser parteras y nos explica: “Es maravilloso y creo que tiene que ver con que la práctica médica a generado cuestiones de violencia hacia las mujeres. Por eso ellas ahora quieren conocer sus cuerpos, informarse, aprender, capacitarse y ser mujeres parteras. Están aprendiendo a partir de una experiencia negativa, que se vuelve sin duda positiva”, detalla.
Jorge trabaja desde Chiapas con parteras en todo el país y le pregunté cómo son las parteras yucatecas.
“Todas tienen cosas en común, pero creo que aquí en Yucatán hay que hacer un trabajo importante para que las parteras tengan partos sin temor a ser criminalizadas o limitadas. Para estas señoras el embarazo y el parto significa mucho más de lo que es… Por eso necesitan más espacio para trabajar con políticas públicas con las que puedan vincularse siempre a través del respeto, el reconocimiento y el valor del trabajo que hacen por la comunidad”, concluye.- Cecilia García Olivieri.