“Las madres de los pingüinos”, una reflexión profunda y necesaria sobre neurodivergencias y discapacidades
Columna Mínimas Sudacas
Por @LaFlacaDelAmor
Los pingüinos son aves… Pero no pueden volar. Sin embargo, hacen otras cosas maravillosamente bien, como nadar. Y las mamás y papás de los pingüinos trabajan sin estereotipos de género para cuidar sus crías y es muy probable que la hembra vaya a procurar comida, mientras el macho se queda en casa, dándole calor a sus bebés.
Así, en este párrafo que acabas de leer y que forma parte de un guion tremendo, la serie polaca “La Madre de Los Pingüinos” nos penetra la mente, el corazón y el alma con una historia hermosa, honesta e inolvidable sobre la diversidad humana.
Sin vueltas que nos anestesien y con un mensaje cortito y al pie, esta historia de infancias, mapaternidad, neurodivergencias y discapacidades, nos hacen ponernos no sólo en los zapatos de quienes crían y cuidan a chicos con condiciones como el espectro autista, síndrome de down o discapacidades motrices, sino también en la de los mismos chicos con estas condiciones. Y yo creo que ahí “Las Madres de los Pingüinos” hace la magia y se saca un 10.
Aunque todas las historias de la serie son enormes y no les vas a perder pisada, la trama de este drama se centra en Kama, una mujer joven y reconocida luchadora de artes marciales mixtas. Kama, además de ser buena en lo que hace adentro de la jaula, es una madre negadora con todas las letras. Jaz, su inteligente nené, tiene la condición del espectro autista, pero ella se niega a asumir la neudivergencia de su hijo.

Y así, mientras lo sacan de distintas escuelas, Kama y Jaz llegan al centro educativo “Puerto Maravilla”, un espacio donde la diversidad de casos de infancias y sus cuidadoras y cuidadores confluyen en historias con las que te vas a identificar plenamente. Esta serie, dirigida por dos mujeres (Klara Kochanska y Jagoda Szelc) se aleja de los estereotipos de maternidades y crianzas y nos refriega en la cara cómo el entorno prejuzga, juzga, excluye y pone palos en la rueda para que fluyan sin dificultades y en equilibrio la vida de estos chicos y sus familias.
Creo que lo que más me conmovió de la serie es la honestidad con que se abordan las historias, dejando de lado la corrección política para ahondar en condiciones y discapacidades. Y ahí es uno de los grandes aciertos de esta serie como cuando Kama, ya no tan negadora sobre la condición de su hijo y hablando sobre él, le confiesa a su madre, con el alma en carne viva: “Lo peor es que me da vergüenza que nunca pueda llegar a manejarse solo”.
Todas las historias ponen el dedo en el renglón de las y los cuidadores, de cómo dejan de lado partes de sus vidas personales, laborales y profesionales para dedicarse a sus hijos y siempre ronda la pregunta que tanto miedo da: ¿Qué será de mi hija/o si yo ya no estoy? Ahí “Las Madres de los Pingüinos” se vuelve también universal porque el mensaje no tiene fronteras.
La serie está en Netflix y es tendencia. Y el final da todo el pie para una segunda temporada, aunque aún no hay novedades al respecto. Véanla y me cuentan.
