La maternidad será amor o no será nada
Domingo Sudaca
Por @Laflacadelamor
Mi mejor regalo del Día de la Madre es que aún, siendo las 10:06 am, todos duerman en la casa y yo esté sola levantada, escribiendo esto. No tengo que explicar que amo a mi familia pero digamos todo: después de quichicientos días encerrados todos bajo el mismo techo por la cuarentena, este es mi regalo preferido.
¿Qué si esperaba el desayuno en la cama? Claro que no (lo digo en yucateco, acomodándome el reboso en el cuello porque está fresco). Quería levantarme sigilosamente, prepararme yo mi desayuno, llevarlo a la cama y ver varios capítulos corridos de mi serie preferida. Casi sin volumen, claro, para no despertar a la familia. Y lo hice y soy un poco feliz.
¿Regalos? Ya me adelantaron que comeremos barbacoa pedida a domicilio. Es una de mis comidas favoritas pero no es, realmente, mi regalo preferido. Me gustaría un tratamiento de keratina para el pelo, unos zapatos nuevos, un kit de maquillaje de Mac, ropa interior linda, ir a la playa a pasar el día, un libro… Pero bueno, es lo que hay. Ya vendrán estos regalos que, probablemente, me los haré a mí misma.
También me gustaría tener más mi espacio, pero ahora no se puede. Estamos viviendo esta contingencia descabellada e inédita, de contagios y muertes, de incertidumbres y miedos y lo mejor es quedarse todos en casa. Amontonados como estamos viviendo. Hay que usar la creatividad e invitarnos nuestro propio espacio, aunque seamos muchos en la casa. Se puede.
Reflexiono ahorita sobre ser mamá. En algún momento de mi vida pensé que nunca lo sería y cuando mi relojito biológico comenzó a sonar desenfrenado, me angustiéde pensar que no tendría a un bebé adentro de la panza. Tardó en llegar, pero llegó. Y más tarde se repitió el milagro de la vida adentro mío.
Mi primera vez como mamá fue un torbellino de sentimientos e instinto animal. No les puedo decir que los primeros días y meses era “feliz”. Más bien transcurría mi vida como un ser humano, tratando de entender a otro ser humano –chiquito- y no sabía para dónde correr. De mí dependía que se alimentara, durmiera, estuviera limpia y sana. Mi estado anímico era un electrocardiograma fallado, con picos y bajones monumentales, pero todo fluyó, no sé como pero fluyó.
Siempre me pregunté por qué reincide uno en la maternidad. Si ya con un hijo te angustias, te preocupas, te corres de todos lados para darle a ese ser humano el espacio central de tu vida… ¿por qué queremos tener otro hijo?
Todavía no lo sé, debe haber alguna explicación más allá de la ciencia, pero lo que es cierto y trillado es que “El amor se multiplica”. Amas al primero y al segundo con proporciones parecidas. No son iguales, son distintas porque cada hijo es un universo aparte.
Hace poco, en cuarentena, claro, analizaba que dediqué muchos años a criar a mis hijos e hice a un lado cosas de mi vida. No es que me encerré en cuatro paredes a verlos crecer, igual trabajaba, escribía y hacía otro millón de cosas, pero el centro de todo eran ellos. Ahora que son un poquito más grandes, me reencuentro conmigo misma. Me gusta quién soy y me doy cuenta que tengo muchas cosas pendientes y postergadas no sólo por hacer, también por decir.
La maternidad es instinto, intensidad y aprendizaje constante y debe ser siempre elegida, respetada, respetuosa, auténtica, basada en expectativas reales, sin modelitos impuestos por los mandatos sociales, libre, dispuesta siempre al cambio, adaptable a miles de situaciones y, sobre todo, feliz.
Y a esa felicidad no se llega si no hay amor. La maternidad será amor o no será nada.
Feliz día, mamuchas de panza y de corazón, hoy y siempre.