“Io Ennio Morricone sono morto”
Columna Lunes Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
No sé cuántas veces vi “Cinema Paradiso”, miles creo. Y la escena final de los besos me desarma de pies a cabeza como el primer día, nunca falla. Toto es grande y recibe todas las escenas de besos “prohibidas” que censuraban en el famoso “Cinema Paradiso” cuando era niño. Alfredo las había editado sólo para él, para su “gusto y piacere”, con mucho amor, claro.
Pero los besos prohibidos no serían lo que son en la escena final de la genial película de Giusseppe Tornatore, si no tuvieran la música de Ennio Morricone, quien murió hoy. Tenía 91 años, se cayó, lo internaron en un hospital de Roma, pero nunca se recuperó. Hoy encontraron una carta que dejó titulada “Io Ennio Morricone sono morto” (Yo Ennio Morricone he muerto), donde le deja un saludo a amigos y gente con la que trabajó a lo largo de su carrera artística y una despedida a puro amor para María, su mujer desde 1950. “A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós”, se despide.
Siempre me pregunté cómo logra un director musical meterse adentro de la película para hacer la música. Cómo puede congeniar con lo que el director y guionista quieren para el film, cómo con teclas, cuerdas e instrumentos de viento o percusión logra dar en el clavo para crear el climax perfecto. Ennio era sin duda uno de ellos, un grande entre los grandes.
Porque no sólo nos movió el corazón y las entrañas con Cinema Paradiso, también le puso un sonido eterno y épico a westerns como “El bueno, el malo y el feo” y “Por un puñado de dólares”… Este italiano logró que con violines tensos y dramáticos, timbales que trotaban como caballos y flautas que silbaban en las praderas polvorientas dejarnos para siempre grabada en la psique el lejano oeste: bueno, malo y feo.
Y no queda todo ahí… Cuando a Bernardo Bertolucci se le ocurrió “Novecento”, ahí estuvo Ennio con un puñado de canciones que marcan para siempre una película de cuatro horas (sí, cuatro), que fue precedente de una época y un parteaguas cultural.
¿Y si acuerdan de “La Misión”? Robert de Niro, el “conquistador”, arrastrándose en el fango para escalar con una cruz sobre la espalda para redimirse. Bueno, la música es de Morricone también y los genios de la Orquesta Sinfónica de Londres. Multifacético, el italiano se sumergió en una experiencia “religiosa” al componer música latinoamericana y barroca. Una locura.
Y de repente sale una musiquita que nos mete de cabeza en Chicago, en los años 30, donde el Elliot Ness lucha contra la mafia y la melodía nos llena de tensión, balas, sangre, sospechas e intrigas… Tremendo todo, al mejor estilo de Ennio. Claro, hablo de “Los Intocables”.
Y el Oscar le llegó a Ennio con “Los ocho odiosos”, de Quentin Tarantino. Ambientada en tiempos de la Guerra Civil en Estados Unidos, el compositor italiano logró un “autoreciclaje” de la música compuesta para westerns y salió la magia. Igual cuentan que acabó harto de Tarantino…
Hay otras pelis, por supuesto. Yo guardo en mi memoria estas y siempre recordaré al gran Morricone por transformar un film y dejarme sensaciones eternas en la cabeza y el alma. Eso hace la música, bendita música.
Y ahora los dejo. Me urge encontrar “Cinema Paradiso” en algún lado para verla en cuarentena con mis hijos. Ojalá que a ellos también les cambie la vida para bien.
¡Gracias Ennio por tanto!