Historia mínima en época de pandemia
Jueves Sudaca
Por @Laflacadelamor
Abrió los ojos y saltó de la cama. Caminó dando tumbos hasta donde yo estaba, sentada en la compu ya trabajando, y me estrelló en un abrazo mudo. Lo llené de besos y le pregunté si quería la leche. Asintió con la cabeza pero antes de irse a tirar en el sofá (como hace estos días de “vacaciones escolares” mientras espera el desayuno), me miró serio y me preguntó: ¿Cómo hablan los virus?
Tiene nueve años, es mi hijo y está lleno de preguntas. Preguntas que le contesto siempre, ya sea porque sé la respuesta o porque me lanzo sin paracaídas al Google para consultar ¿Cuánta gente vive en el mundo? ¿Cuántos países existen? ¿Qué quiere decir tal o cuál palabra? ¿Se mueren los niños por coronavirus?
“No, hijo, los niños no se mueren y no existen casos de bebés o niños enfermos. No se sabe a ciencia cierta porqué, pero los que más padecen la enfermedad son los viejitos y más si ya tienen otra enfermedad”, le contesto, después de leer miles de notas.
“Vivimos tiempos inéditos”, me dijo un amigo que vive lejos por Whatsapp y ni él, ni yo ni mi hijo chiquito entendemos demasiado todo lo que nos está pasando. Y mucho menos lo que vendrá. Se nos instaló en la vida un virus que se hizo pandemia y, como si fuera una película de pestes apocalípticas que sólo veíamos en la tele, ahora nos toca ser protagonistas.
Una locura ¿No? Tengo una forma de ser que me impide colgarme todo el tiempo de las malas noticias. Soy curiosa y morbosa, pero francamente no puedo ver puras cosas terribles sobre el coronavirus porque, si nos informamos bien, no todo es tan malo ¿Qué es una pandemia? Sí, pero por extensión geográfica, no por su letalidad ¿Qué se muere gente? Sí, un 5% y sobre todo adultos mayores con patologías ya crónicas. El 80% de los casos son leves y el 20% pueden derivar en una neumonía ¿Qué hay que ser conscientes y precavidos para evitar los contagios? Sí, por sobre todas las cosas.
Y ahí entra la famosa “cuarentena” que, hoy día en México no es un decreto nacional como en otros países: con toque de queda, ejército en las calles y prisión si sales de tu casa sin permiso. Todavía no llegamos a eso, estamos en tránsito de la fase 1 a la 2 en el país y lamentablemente ayer ocurrió la primera muerte: un hombre de 41 años, diabético.
Y acá estamos en casa, trabajando desde casa, en plena convivencia familiar. No tenemos el refri lleno, salimos los adultos a hacer las compras mientras los hijos se quedan en casa, mantenemos una buena higiene y hay momentos en que no nos soportamos más. La persona que diga que la convivencia continua dentro de cuatro paredes es fácil, miente. Pero hay que ponerle el pecho con actitud. Buena actitud.
Ayer una amiga me hizo llorar de la risa por Whatsapp. Tiene tres hijos y un marido y todos están juntos ahora, sin salir de la casa en Argentina. “Siento que R. (su esposo) me merodea, es como una aura pesada…”, me dice y yo largué la carcajada. Conozco a V. y a R., hace añares que están juntos, pero siento por ella una enorme sororidad cuando me cuenta esto. Yo trabajo en estos días enfrente a mi marido –sentado al otro lado de la mesa del comedor- le veo la cara todo el tiempo, le escucho los ruidos, lo veo dejar el refri o la ducha mal cerrados o prepararse comida sin lavar lo que usó. Todo esto provoca choquecitos incómodos y continuos que normalmente no tenemos cuando no nos vemos la cara todo el tiempo. Y me dan ganas de salir corriendo a la calle, pero no puedo, no podemos ninguno de los dos. Y la nave va….
A los hijos los soporto más, debe ser porque los parí. Ellos igual deben sentir que soy insoportable –la misma sensación que debe tener mi marido sobre mí, obvio-, pero también deben sumarse a una buena convivencia, todos juntos ¿Cuánto durará esto que vivimos? No tenemos la más pálida idea, nuestras libertades están cautivas ahora.
Como dice el intelectual francés Thierry Meyssan: “El brusco cierre de las fronteras y, en muchos países, el cierre también de las escuelas, las universidades, las empresas y los servicios públicos, así como la prohibición de festividades, conmemoraciones y otras actividades colectivas, modifican profundamente las sociedades, que, en unos meses, ya no serán lo que fueron antes de la pandemia. Esta realidad modifica, en primer lugar, nuestra concepción de la Libertad (…). La Libertad no puede tolerar límites (…), Pero la pandemia acaba de contradecir la visión de la libertad.
Hoy vi la Mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador. Arrancó pidiendo “Ánimos”, dijo que presidía un gobierno “humanista” y que “Protege al pueblo” y aseguró que hay recursos suficientes para la pandemia y que ya se están ejerciendo. Parece que tanta austeridad mandó el dinero a algún lado y ojalá sea cierto. También dijo que el ejército, la marina, todo el personal militar y sus instalaciones están disponibles para implementar el plan de DN III, “Si fuera necesario”, aclaró.
Vuelvo a la pregunta de mi hijo “¿Cómo hablan los virus?” Y pienso en contestarle: “No sé qué vocecita tienen ni en qué idioma se comunican exactamente, pero si escuchamos con atención, nos están diciendo a gritos muchas cosas y, sobre todo, que a esta pandemia le ponemos fin entre todos juntos y organizados, con las libertades acotadas pero conscientes de que lo hacemos por un buen fin. Ojalá que los gobiernos y las economías mundiales entiendan esto, por el bien de la humanidad.
Me encantó paisana
Gracias, querida! 😀