Generación covid: cómo afecta la pandemia el neurodesarrollo infantil
¿Moldea la pandemia el cerebro y el comportamiento de los más chiquitos? Esta es la pregunta que se hacen investigadores del desarrollo infantil que se publicaron recientemente en un estudio preliminar de la revista Nature. La mala noticia es que el estrés prenatal, el confinamiento y el uso de cubrebocas no son buenos para su buen desarrollo… La buena noticia es que hay chance por sus cortas edades de cambiar para bien:
Aunque en general a las niñas y niños les ha ido bien cuando se infectaron con el SARS-CoV-2, una investigación preliminar publicada recientemente en la revista científica Nature sugiere que el estrés relacionado con la pandemia durante el embarazo podría estar afectando negativamente el desarrollo del cerebro fetal en algunos niños. Además, los padres y cuidadores agotados podrían estar interactuando de manera diferente o menos con sus hijos pequeños de maneras que podrían afectar las capacidades físicas y mentales de un niño.
Los confinamientos, que han sido cruciales para controlar la propagación del coronavirus, han aislado a muchas familias, robándoles el tiempo de juego y las interacciones sociales. Estresados, muchos cuidadores tampoco han podido proporcionar el tiempo uno a uno que necesitan los bebés y los niños pequeños.
“Todos quieren documentar cómo esto está afectando el desarrollo infantil, las relaciones entre padres e hijos y las relaciones entre pares”, sostiene James Griffin, jefe de la Rama de Desarrollo y Comportamiento Infantil del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano Eunice Kennedy Shriver en Bethesda, Maryland (EU). “Todo el mundo tiene preocupaciones”.
Algunos de los equipos que investigan estos problemas en todo el mundo están comenzando a publicar sus hallazgos. Se han iniciado nuevos estudios. Es difícil encontrar respuestas firmes, sobre todo porque muchos laboratorios de investigación del desarrollo infantil cerraron durante la pandemia.
Algunos bebés nacidos durante los últimos dos años podrían estar experimentando retrasos en el desarrollo, mientras que otros podrían haber prosperado si los cuidadores estuvieran en casa durante períodos prolongados y hubiera más oportunidades para que los hermanos interactúen. Al igual que con muchos aspectos de la salud durante la pandemia, las disparidades sociales y económicas tienen un papel claro en quién se ve más afectado.
Los primeros datos sugieren que el uso de cubrebocas no ha afectado negativamente el desarrollo emocional de los niños. Pero el estrés prenatal podría contribuir a algunos cambios en la conectividad cerebral. El panorama está evolucionando y muchos estudios aún no han sido revisados por pares.
Algunos investigadores proponen que muchos de los niños que se atrasan en el desarrollo podrán ponerse al día sin efectos duraderos. “No espero que encontremos que hay una generación que ha sido herida por esta pandemia”, remarca Moriah Thomason, psicóloga de niños y adolescentes de la Escuela de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York.
CAÍDA PRECIPITADA EN EL JUEGO
Un laboratorio que logró permanecer abierto durante la pandemia de COVID-19 fue el laboratorio de imágenes avanzadas para bebés de la Universidad de Brown en Providence, Rhode Island (EU). En él, Sean Deoni, un biofísico médico, y sus colegas utilizan imágenes de resonancia magnética (IRM) y otras técnicas para estudiar cómo los factores ambientales dan forma al desarrollo del cerebro en los bebés.
Aunque la pandemia cambió la forma en que llevaron a cabo su investigación (menos visitantes y más limpieza), continuaron invitando a los bebés a su laboratorio para realizar un seguimiento de las habilidades motoras, visuales y del lenguaje como parte de un estudio de siete años de los Institutos Nacionales de Salud sobre el desarrollo de la primera infancia y sus efectos sobre la salud posterior.
Sin embargo, a medida que avanzaba la pandemia, Deoni comenzó a escuchar comentarios preocupantes de sus colegas. “Lo que nuestro personal comenzó a decirme, anecdóticamente, fue ‘A estos niños les está tomando mucho más tiempo superar estas evaluaciones’”, recordó Deoni.
Estaba desconcertado, así que pidió a sus investigadores que trazaran y compararan los promedios anuales y las variaciones de las puntuaciones de desarrollo neurológico de los bebés. Fue entonces cuando descubrieron que las puntuaciones durante la pandemia eran mucho peores que las de años anteriores.
“Las cosas simplemente comenzaron a desmoronarse al final del año pasado y al comienzo de este año”, dijo a fines de 2021. Cuando compararon los resultados entre los participantes, los bebés nacidos en la pandemia obtuvieron casi dos desviaciones estándar menos que los nacidos antes en un conjunto de pruebas que miden el desarrollo de manera similar a las pruebas de coeficiente intelectual. También encontraron que los bebés de familias de bajos ingresos experimentaron las mayores caídas, que los niños se vieron más afectados que las niñas y que las habilidades motoras gruesas se vieron más afectadas.
Estos efectos parecían drásticos, pero algunos investigadores argumentan que no son necesariamente predictivos de problemas a largo plazo. “El coeficiente intelectual, como bebés, no predice mucho”, subraya Marion van den Heuvel, neuropsicóloga del desarrollo de la Universidad de Tilburg en los Países Bajos. “Es realmente difícil decir algo sobre lo que eso significará para su futuro”. La especialista que los bebés podrían compensar las dificultades una vez que se levanten las restricciones.
Suponiendo que los hallazgos tengan mérito, ¿por qué los bebés nacidos durante la pandemia de COVID-19 podrían estar experimentando déficits cognitivos, y especialmente motores, significativos? Deoni sospecha que los problemas se derivan de la falta de interacciones entre humanos. En una investigación de seguimiento que aún no se ha publicado, él y su equipo registraron las interacciones entre padres e hijos en el hogar y descubrieron que la cantidad de palabras que los padres hablan a sus hijos, y viceversa, en los últimos dos años ha sido menor que en años anteriores. También sospecha que los bebés y los niños pequeños no practican tanto la motricidad gruesa como de costumbre porque no juegan regularmente con otros niños ni van a los parques infantiles. “Y lo desafortunado es que esas habilidades sentaron las bases para todas las demás habilidades”, indica.
Otra investigación reciente respalda la idea de que la falta de interacciones con los compañeros podría estar frenando a algunos niños. En un estudio publicado a principios de este año, investigadores en el Reino Unido encuestaron a 189 padres de niños entre las edades de 8 meses y 3 años, preguntaron si sus hijos recibieron guardería o asistieron a preescolar durante la pandemia y evaluaron el lenguaje y las habilidades de funcionamiento ejecutivo. Los autores encontraron que las habilidades de los niños eran más fuertes si habían recibido atención grupal durante la pandemia, y que estos beneficios eran más pronunciados entre los niños de entornos de bajos ingresos.
LOS MÁS VULNERABLES
Los que corren mayor riesgo parecen ser los niños de color o los de familias de bajos ingresos. Por ejemplo, un creciente cuerpo de investigación sugiere que entre los niños en edad escolar, el aprendizaje a distancia podría estar ampliando las ya grandes brechas de aprendizaje y desarrollo entre los niños de entornos ricos y de bajos ingresos y entre los niños blancos y los niños de color. En los Países Bajos, los investigadores descubrieron que a los niños les fue peor en las evaluaciones nacionales en 2020, en comparación con los tres años anteriores, y que las pérdidas de aprendizaje fueron hasta un 60% mayores para los niños de familias con menos educación.
EMBARAZO Y ESTRÉS
Otros investigadores están interesados en saber si la pandemia podría estar afectando el desarrollo de los niños antes de que nazcan. Catherine Lebel, psicóloga que dirige el Laboratorio de Neuroimagen del Desarrollo en la Universidad de Calgary en Canadá, y sus colegas encuestaron a más de 8,000 personas embarazadas durante la pandemia. Casi la mitad informó haber experimentado síntomas de ansiedad, mientras que un tercio tenía síntomas de depresión, un porcentaje mucho más alto que en los años previos a la pandemia. ¿Cómo afectó este estrés a los bebés en el útero?
Para averiguarlo, los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnética para escanear los cerebros de 75 de los bebés 3 meses después del nacimiento. En un preprint publicado en octubre, encontraron que los bebés nacidos de personas que informaron más angustia prenatal (más síntomas de ansiedad o depresión) mostraron diferentes conexiones estructurales entre su amígdala, una región del cerebro involucrada en el procesamiento emocional, y su corteza prefrontal, un área responsable para las habilidades de funcionamiento ejecutivo.
Otra investigación ha encontrado asociaciones similares entre el estrés pandémico prenatal y el desarrollo infantil. Livio Provenzi, psicólogo de la Fundación IRCCS Mondino en Pavía, Italia, y sus colegas observaron que los bebés de tres meses de personas que reportaron experimentar más estrés y ansiedad durante el embarazo tenían más problemas para regular sus emociones y atención: eran menos capaces para mantener su atención en los estímulos sociales, por ejemplo, y se calmaron con menos facilidad que los bebés de personas que estaban menos estresadas y ansiosas durante el embarazo.
De hecho, la investigación sobre desastres históricos sugiere que, aunque el estrés en el útero puede ser dañino para los bebés, no siempre tiene efectos duraderos. Los niños nacidos de personas que experimentaron un estrés considerable como resultado de las inundaciones de 2011 en Queensland, Australia, mostraron déficits en la resolución de problemas y habilidades sociales a los seis meses de edad, en comparación con los niños nacidos de personas que experimentaron menos estrés. Sin embargo, a los 30 meses, estos resultados ya no se correlacionaban con el estrés, y cuanto más receptivos eran los padres a las necesidades de sus bebés y niños pequeños después del nacimiento, mejor les iba a los niños pequeños.
PRECAUCIÓN Y ACCIÓN
La investigación sobre los bebés pandémicos presenta un panorama mixto y los científicos dicen que es demasiado pronto para sacar interpretaciones significativas. “Por un lado, algunos de estos primeros hallazgos, a menudo inéditos, podrían no reflejar la realidad”, dice Catherine Monk, psicóloga médica que trabaja con Dimitriu en NewYork-Presbyterian.
Los padres que optaron por participar en algunos estudios iniciales, por ejemplo, “podrían no ser una muestra representativa”. Tal vez ya estaban preocupados por sus hijos debido a los comportamientos que observan. Además, los resultados de los estudios en persona como el de Deoni podrían verse afectados por el uso de mascarillas, tal vez no mucho, pero lo suficiente como para sesgar los resultados.
Como escribió Thomason el año pasado en un comentario en JAMA Pediatrics, el incentivo para publicar hallazgos interesantes también podría estar dando forma a estos primeros estudios. “Los científicos se apresuran a buscar una diferencia dañina. Es lo que va a llamar la atención de los medios; es lo que se va a publicar en una revista de alto impacto”, explica.
Los investigadores y patrocinadores están lanzando grandes estudios y colaboraciones que podrían ayudar a construir una imagen más clara. El Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de EEUU está financiando un puñado de estudios a través de su Estudio de Desarrollo Infantil y Cerebro Saludable. Estos analizarán cómo el estrés materno y el uso de sustancias durante la pandemia afectan el desarrollo infantil. Además, se han formado alianzas y conferencias para reunir a investigadores y compartir datos emergentes. En marzo de 2020, Thomason lanzó la Alianza de Investigación de Generación COVID internacional, que reúne a investigadores de 14 países que estudian familias con niños pequeños durante la pandemia. La alianza, que celebró una cumbre de investigación en noviembre de 2021, incluye investigadores de América del Norte y del Sur, Europa, Australia, Asia, Oriente Medio y África.
“Incluso si los cerebros de los niños realmente se ven afectados por la pandemia, todavía hay tiempo para volver a encarrilarlos”, señala Dumitriu. “Podemos adelantarnos totalmente a que esto se convierta en una emergencia de salud pública. Los cerebros de los niños de seis meses son muy plásticos, y podemos entrar allí y podemos cambiar su trayectoria”, concluye.
(FUENTE: INFOBAE Y EL MUNDO).