“Estamos de paso, eso es todo”
Solito él, lo encontré arreglando la tumba de su esposa Yolanda. Es la primera vez que puede visitarla en pandemia después de que ella murió en 2019. Guadalupe Chan extraña a su compañera por más de 20 años y con la que tuvo tres hijos, pero también sabe que ella anda de visita en estos días y es consciente de que “todos estamos de paso”. Esta es una “historia mínima”, en un rincón de Yucatán, como las muchas que sin duda existen. Pasen y lean:
El día pintaba fresco, pero siempre no. Como a las 9 am salí caminando rumbo al cementerio de Xcumpich, una subcomisaría meridana que quedó atrapada ya en medio de la ciudad y muestra su rinconcito de tradición en el corazón de la colonia de Chuburná. Allí, achocado entre dos esquinas, está el Panteón de Xcumpich, que data de mediados de 1800 y todavía sigue en pie.
Y ya en la entrada lo vi, en bermudas, chanclas y con una playera verde rayada. Tenía un cepillo en la mano y un sabucán debajo del otro brazo. Ya había puesto flores, velitas en dos botellas recortadas de Coca Cola y cepillaba sin cesar la tumba donde está desde 2019 ella, su esposa Yolanda del Socorro Mosqueda Espitia, oriunda como él y sus familias de Xcumpich.
Guadalupe Chan Pacheco y yo somos los dos únicos vivos en el pequeño cementerio, cruzado por un árbol añejo que les da una sombra frondosa a las tumbas, la mayoría muy antiguas y algunas recién pintadas.
Guadalupe fue esposo “como 20 años”, me cuenta, de Yolanda. La muerte puede dar indicios de su llegada, pero los vivos normalmente nos negamos a recibir la noticia. En el caso de Yolanda fue más tremendo todo aún: Tenía 59 años, estaba sana y murió de golpe en un accidente de tránsito, nos cuenta Guadalupe.
Y este es el primer año que puede visitarla. “El año pasado en su primer aniversario no pude venir porque estaba cerrado el panteón por la pandemia, así que esta es mi primera vez aquí con ella, arreglando su lugar”, nos cuenta el esposo.
Sin dejar de moverse, de pasar el cepillo, arreglar las flores y verificar que las velitas estén encendidas, Guadalupe sigue hablando: “Yo siento que en estos días ella viene a visitarnos y así vivimos nosotros la muerte, estamos de paso, es todo”, relata, con la mirada perdida en el cuidado de la morada de Yolanda.
Pero ella no está sola, en el panteón de Xcumpich descansa desde hace más de 20 años la familia de los dos. “Tenemos años que nuestros familiares están aquí y los lugares se van renovando, entierran a unos, pasan los años los sacan y entierran a otros”, detalla Guadalupe.
También nos cuenta que el año pasado no sólo fue duro por la ausencia de Yolanda, sino porque a él le dio covid, “pero no tan fuerte”, dice. “Y el trabajo estuvo difícil, yo limpio museos particulares y estuvieron cerrados”, nos cuenta.
Hoy o mañana espera que los hijos que tuvieron con Yolanda (una mujer y dos hombres, ya adultos los tres) vengan a visitar a su mamá. “No sé cuándo podrán porque ellos trabajan, igual le hacen su altar y todos comemos pib en su honor”, comparte.
Cuando la morada de Yolanda quedó perfecta, nos despedimos de los dos y los dejamos un ratito más solos en la quietud del panteón, para que ellos también se despidan… Hasta el año que viene.- Cecilia García Olivieri.