En la carrera de las vacunas, la seguridad va antes que la velocidad
Se podría decir que la vacuna de AstraZeneca -que sería distribuida en México-, era a la que menos kilómetros le quedaban por recorrer. Sin embargo suspendieron los ensayos porque un voluntario resultó enfermo. Esta opción era una de las nueve más aventajadas ¿Significa que estamos más lejos del final de la pandemia por covid-19? Aquí te explicamos la situación
La suspensión de los ensayos de la vacuna de Oxford (investigada por la farmacéutica AstraZeneca en colaboración con la Universidad de Oxford) cae como un jarro de agua fría. Era precisamente una de las nueve más aventajadas, junto a la estadounidense de Moderna Therapeutic o la china de CanSino Biologics, por ejemplo. ¿Qué pasa ahora? ¿Cómo queda el ranking? ¿Significa que estamos más lejos del final de la pandemia por Covid-19?
Aunque en un primer momento, la noticia merma los ánimos, esta situación era más que previsible. Todos los expertos consultadosadvertían que todo puede pasar en el camino de la investigación. La ciencia es ensayo, error, ensayo, error… hasta que se da en la diana. Hace unas semanas, Isabel Sola, la directora del Laboratorio de Coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ya decía que en el transcurso “pueden presentarse problemas, efectos secundarios inadmisibles para una vacuna a gran escala en humanos”.
Y esto es precisamente lo que ha pasado con la candidata de Reino Unido. Uno de los voluntarios ha sufrido una enfermedad “potencialmente inexplicable” que obliga a poner freno a esta línea de estudio. Esto no significa necesariamente que estemos más lejos de llegar a la meta, sino que se está trabajando con garantías. Es decir, a pesar de la premura con la que se están desarrollando las inmunizaciones anticovid en los últimos meses, no se está haciendo al margen de las regulaciones que garantizan su seguridad. Así lo interpreta en su cuenta de Twitter el científico español Lluís Montoliu, investigador del CSIC y experto en edición genética: “Creo que deberíamos aprovechar esta noticia para convertirla en algo positivo y esperanzador. Aparece un resultado negativo, inesperado, se detiene el ensayo por precaución y se investiga para ver qué puede haber pasado. Ante todo seguridad, luego nos preocuparemos de la eficacia”.
Efectivamente, tal y como señala AstraZeneca en un comunicado, el hecho de que esa persona tenga esa dolencia no implica necesariamente que la responsable sea la vacuna. Habrá que estudiarlo. Según la Asociación de Comunicadores de Biotecnología, “a falta de más información sobre este caso, no debe sorprendernos ni preocuparnos que surjan eventos que puedan frenar o ralentizar el desarrollo de un fármaco o vacuna. La ciencia trabaja así. Hay que cuidar la seguridad y después pensar en la posible eficacia”.
Hoy mismo, la jefa de científicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Soumya Swaminathan, ha advertido que no espera que las posibles vacunas contra el covid-19 estén disponibles de forma masiva antes de 2022, aunque los primeros grupos de riesgo podrían ser inmunizados a mediados de 2021. “Muchos piensan que a principios del próximo año llegará una panacea que lo resuelva todo, pero no va a ser así: hay un largo proceso de evaluación, licencias, fabricación y distribución”, manifestó.
Sin duda, todas las vacunas tienen que superar numerosos ensayos y pasar diferentes fases antes de ser aprobadas y comercializadas, empezando por los desarrollos preclínicos (animales), tras descubrir los antígenos, para comprobar después las dosis, la seguridad y la eficacia en humanos. Como señalaba un reciente estudio publicado en la revista ‘Nature’, hasta el último momento, la inmunización debe confirmarse segura y eficaz, “no se puede sacrificar la seguridad por la urgencia del momento”. La noticia de AstraZeneca demuestra que así es.
Precisamente se encontraba en la fase III, la última antes de obtener todos los permisos tras demostrar la seguridad y la eficacia que requiere un producto de estas características y de conseguir la licencia para producirla a gran escala. Se basa en una versión debilitada de un virus del resfriado común (adenovirus) de chimpancé, que también expresa la proteína de entrada de este nuevo coronavirus, la Spike.
Este diseño ya se estudió en el pasado para el desarrollo de una vacuna contra el coronavirus MERS, pero la investigación nunca avanzó más allá de la fase I porque la epidemia quedó casi totalmente confinada en Medio Oriente y se disipó el interés de los fondos para continuar los proyectos de inmunización.
Se podría decir que la de AstraZeneca era la vacuna a la que menos kilómetros le quedaban por recorrer, pero estas cosas pasan y “cuando hay un caso severo en el ensayo clínico hay obligación de informar y parar el ensayo hasta que se determine si la causa ha sido la vacuna o no”, remarca Mariano Esteban, jefe del Grupo de Poxvirus y vacunas del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC. “Es cierto que ralentiza el ensayo de vacunas pero demuestra que se están adoptando medidas estrictas de seguridad”.
Siendo así, cabe recordar que desde el inicio de la pandemia, se han puesto en marcha casi 200 proyectos para conseguir una vacuna. Sólo nueve han entrado en la fase III. Ahora, ocho, porque la candidata de Reino Unido se interrumpe. No obstante, el resto de las opciones continúan avanzando. Por ejemplo, los inyectables de las farmacéuticas estadounidenses Moderna y Pfizer, las tres candidatas chinas (CanSino Biologics, SinoPharm y Sinovac), la alemana BioNtech o las de los centros de investigación rusos Vektor y Gamalei.
En palabras de la bióloga Eva Martín Becerra, “en estos tiempos de incertidumbre, da confianza saber que los ensayos clínicos se siguen realizando bajo buenas prácticas clínicas. Confiemos en las empresas y autoridades. Lo importante es que la vacuna, cuando llegue, sea segura y eficaz”.
La noticia de hoy da garantías de que las primeras inmunizaciones serán seguras y eficaces, aunque los científicos asumen que no serán las mejores y que vendrá una segunda y después una tercera generación de vacunas que funcionarán mucho mejor, porque los laboratorios ya dispondrán de mucha información sobre la respuesta inmune que produce.
(FUENTE: El Mundo.es)