El año que vivimos en peligro
Jueves y fin de año sudaca
Por @LaFlacadelaAmor
El título de esta columna es el nombre de una película australiana de 1982 (“The Year of Living Dangerously”) y mezcla una historia de amor en medio de una guerra. La dirigió Peter Weir y actúan Sigourney Weaver, Mel Gibson y Linda Hunt. No la vi, pero siempre pensé que el nombre de la peli viene como anillo al dedo para este año que nos tocó vivir y que hoy termina. Fue sin duda “El año que vivimos en peligro”.
Peligro de morirnos por covid-19, ante todo. Y no me digas que no se te cruzó por la cabeza que, si te contagiabas, podías terminar intubado en un hospital, al borde de la muerte y en plena soledad. Vivimos el peligro de perder seres queridos, de quedarnos sin trabajo, de sucumbir al confinamiento, de extrañar como locos cosas que antes hacíamos con tanta cotidianeidad que, ahora que nos faltan, nos espantamos.
La pandemia convirtió a 2020 en el año que pudo ser muchas cosas que no fueron. Y si esquivaste el virus, igual lo viviste de otras formas: lejos de los afectos, con proyectos truncados, ausencias largas y promesas que no se cumplieron, ni las que te prometiste a ti mismo/a. Y el peligro no se fue, sigue latente.
Porque seamos francos, mañana arranca un nuevo año y las cosas no van a cambiar en 180 grados. La vacuna ya llegó, pero nos tocará dentro de muuuucho tiempo y hay que seguir cuidándonos porque –y volvemos a lo mismo- el peligro de contagiarnos sigue ahí.
Igual es inevitable que nos invada un halo chiquitito de esperanza y está bueno eso. Tampoco somos tan ilusos de pensar que “Año nuevo, vida nueva”, pero es cierto que nos toca un cambio de actitud por nuevos aires ¿Exigirle cuentas al pasado? ¿Reclamarle al 2020 por momentos desagradables o tristes? Nel: nadie te va a atender del otro lado de la línea de reclamos.
Sin embargo, hoy pensaba que si cada uno nos planteamos metas alcanzables, relevantes y simples que arranquen desde nosotros mismos -sin esperar nada de los demás- todo podría pintar mejor. Y pensaba en tres cosas fundamentales que tienen que ver con cada uno y no dependen tanto de nuestro entorno: el tiempo que nos pertenece, el placer de no hacer nada y la importancia de lo importante.
Hay algo que es nuestro y es el tiempo qué nos dedicamos y le dedicamos a todo lo demás. Decidir cómo, cuándo, porqué y con quién usar nuestro tiempo puede ser muy valioso y quizás sea un avance pequeñito, pero nos puede ayudar. Y mucho. Y si piensas que “no tienes tiempo” para nada, no es cierto. Quizás lo estás administrando mal y se puede hacer un cambio. De a poco, claro. El tiempo es tuyo y es finito, así que hay que aprovecharlo muy bien.
Este año también aprendí una frase en italiano que me parece de mucha utilidad: “Il dolce far niente”. Significa algo así como “el placer de no hacer nada”. Para estos tiempos de pleno multitasking aunque estemos en pandemia, tirarse en la hamaca a patear la pared sin hacer nada más que eso, puede ser tremendamente útil. Y hasta imprescindible me arriesgaría a decir. Eso sí, lo fundamental es poner la cabeza en blanco. Darnos chance de disfrutarnos sin hacer nada puede darle una vuelta de rosca a tu día.
Y para terminar, les dejo una frase que en el contexto de vida personal que atravieso ahorita mismo, me viene como anillo al dedo y seguramente a ustedes también les sirva. La leí por ahí hace como un año y no me la olvido más. Y hoy 31 de diciembre menos que nunca:
“Lo importante es que lo importante siga siendo lo más importante”
Las prioridades de nuestras vidas las ponemos nosotros así que importancia a lo importante, gente. Lo demás, va y viene.
Feliz año nuevo para todos con mucha salud, tranquilidad, trabajo y disfrute. Pasito a paso.
(La ilustración de portada es de Julia Cervera García)