El 25N desde los ojos de mi hija
Columna Domingo Sudaca
Por @LaFlacadelamor
Fui con ella.
Y ya tiene 14 años, pero todavía la veo tan chiquita. Esa bebé ojona ahora está casi alta como yo y me pide un pañuelo morado en contra de la violencia contra la mujer. O uno verde a favor de la despenalización del aborto. Sí, la misma bebé que nació en febrero de 2006 y que cambió para siempre mi “Día de los Enamorados”. Mi hija.
La manifestación del miércoles 25 pasado por el Día Mundial de la Eliminación de la Violencia en Contra de la Mujer fue distinta para mí porque fui con ella. Mi hija me permitió dar un volantazo en mi vida y mirar la realidad desde otro lugar, desde otra perspectiva: la de ella. Claramente nos criaron distinto, vivimos situaciones de vida diametralmente opuestas, nos enfrentamos a otras cosas ella y yo, así que ver esta manifestación desde sus ojos me voló la cabeza. Y todavía digiero el momento, lo mastico despacito, trato de entenderlo mejor.
El otro día platicaba con la antropóloga, investigadora y activista Gina Villagómez –mujer que sabe de lo que habla, escucha y contiene- casualmente sobre esto: De cómo nos criaron y transitamos nuestras vidas las que ya pasamos los 40 y más. La realidad que viven hoy día las adolescentes y jóvenes mexicanas y en el mundo es totalmente opuesta a la nuestra: criamos a nuestros hijos con más miedos, no salen ni conviven en la calle como nosotros, no se enfrentan a situaciones que nosotros vivíamos de más chicos. Y claro, son otros tiempos, pero eso también cambia todo.
El miércoles, en la Plaza Grande y apenas llegamos, unas chavas pasaban al frente y, con micrófono abierto, narraban historias propias de violencia de género. Mi hija -mi bebé ojona ya grande- escuchaba atentamente y las lágrimas se le metían por debajo del cubrebocas. Traté de consolarla pero no quiso, sólo me pidió un pañuelo y ya. Estaba triste, asustada y un poco enojada también.
Si vivir esta manifestación con mi hija me movió el piso, también me llenó de preguntas ¿Qué mundo le estoy dejando? ¿Cómo hago para protegerla? ¿Cómo hago para que se sienta segura? ¿Cómo hablo con ella sobre otro tanto de cosas que todavía no hablamos?
No tengo la más pálida idea y eso me llena de incertidumbre. El único camino que vislumbro es el de hablar y escuchar siempre, darles espacio a los adolescentes –sin distinción de géneros- para que se abran y nos compartan lo que sienten, lo que ven, lo que vislumbran. Sigo pensando como siempre que no es un trabajo sólo de mujeres: NOS CONCIERNE A TODOS: papás, mamás, jóvenes de TODOS los géneros, autoridades, instituciones, mujeres y hombres en general. Si seguimos educando “machos”, navegamos hacia mal puerto. De nada sirve empoderase como mujer si tu hijo no sabe lavarse sus calzones y le sirves la comida como si fuera un rey. Todo arranca en casa.
La igualdad la hacemos entre todos. Lograr que los micrófonos estén mudos para que nuestras jóvenes yucatecas no relaten más historias tremendas de abusos y violaciones depende de TI, DE MÍ, DE TODOS, desde la cuna, en la escuela, las instituciones de gobierno, la familia, los amigos… Y yo, por ahora sueño con el día en que Julia y yo volvamos a la plaza sólo a celebrar que todas estamos vivas, sanas y salvas. Juntas.