Diamante rosa hecho sal: de las charcas de Celestún a tu mesa
No, no es oro verde… Es diamante rosa. Y emana de charcas en Celestún… Específicamente de la salinera, donde los hombres sacan con sus propias manos la sal, mineral que es una joya de la naturaleza. Poderosa, sana, orgánica y tan de esta tierra- la sal que se extrae manualmente en Celestún como lo hacían los antiguos mayas hace cientos de años, ya se vende en el país y hasta en el mundo. Entérate:
En un mototaxi, Luis Pérez Ojeda nos lleva a un viaje por el tiempo, literal. Cuando ya perdimos de vista la carretera, nos internamos en calles de tierra y arena, entre manglares y ría. De repente un grupo de flamencos apareció a lo lejos, en ese paisaje de naturaleza cruda y ruido de moto. Nos dirigíamos a la Salinera de Celestún.
De repente, los colores cambiaron y nos empezamos a cruzar en el camino con charcas de agua rosada y montañas protegidas con lonas, totalmente tapadas. Hasta que el mototaxi dejó de hacer ruido y Luis nos dijo: “Ya llegamos”. Ante nuestros ojos, más de 10 varones de entre 50 y 8 años estaban en plena chamba en la salinera haciendo lo que mejor saben hacer: extraer sal de las charcas para vivir. El lugar tiene mucha luz (es el reflejo que proyecta el sol en el agua y la sal), es muy grande (de unos tres o cuatro kilómetros), plano y desolado, excepto por los manglares que se ven en el horizonte. Y da la sensación de que los hombres en las charcas caminan sobre el agua mientras sacan la sal.
“OJALÁ CONOZCAN MÁS SOBRE NUESTRO OFICIO”
Luis se autodefine como salinero y pescador. Ahora, en plena veda del mero y en época de pocas lluvias, se dedica a la extracción de sal para mantener a los suyos y lo hace desde hace más de 30 años.
“En la época de lluvias, las charcas se llenan de agua y ahora es el momento de empezar a sacar la sal. Entramos al agua (de poquísima profundidad) y con una pala con red a la que llamamos malla, vamos levantando manualmente la sal para llenar los chalanes (tipo de botecitos pequeños)”, nos detalla Luis con paciencia y cariño por su oficio.
El trabajo es, además de manual, minucioso, constante y de fuerza. Cada chalán puede contener como 400 kilos de sal, que arrastran fuera del salitre, transportan a una carretilla y lo depositan en montículos medianos o grandes. Apenas sale, la textura de la sal es gruesa, húmeda y rosada. El mineral brilla al sol y parece diamantes rosas.
Las montañas de sal quedan al sol para secarse durante unos días, antes de ser trasladada a la bodega, donde sigue el secado y el almacenamiento (que puede ser de meses, según lo que quiera el cliente). “La sal ‘lagrima’ cuando sale del agua y sigue lagrimeando (soltando agua) en el proceso de secado y así va cambiando su color, de rosado a blanco. El cliente se la lleva de la bodega cuando lo considere”, detalla el salinero Luis.
Luis nos comparte que, gracias a este oficio, puede mantener a su familia en épocas de veda de mero, langosta o pulpo. Y también nos cuenta que espera que esta nota llegue a mucha gente para que conozcan este trabajo tan noble y que permanece con costumbres ancestrales, desafiando al tiempo. “Creo que en el estado somos el único lugar que extrae así la sal, de forma manual. Ojalá puedan conocer más sobre este oficio y nos vengan a visitar de todas partes del mundo”, augura.
CUANDO SE “ENGARROTAN” BRAZOS Y PIERNAS POR SACAR LA SAL
De Chunchucmil llega en moto con su hermano todos los días José Che a la salinera de Celestún. Tiene 40 años y trabaja de salinero desde los 13 y así mantiene a su familia. Nos comparte que un buen día de chamba de varias horas significan entre 1,000 y 1,500 pesos ganados. “Si levantamos 40 carretillas de sal con mi hermano, nos pagan cada una a $25. Así que llegamos a hacer 1,000 pesos por día”, relata, satisfecho.
Eso sí, el trabajo de salinero no es fácil, nos cuenta. “Los días que no hay viento y el sol calienta fuerte, en la salinera quema el doble que en cualquier otro lado. Y cuando te inclinas a sacar la sal con la malla, sientes cómo el calor te traspasa el cuerpo”, detalla.
José cuenta que los ojos se le ponen rojos y que, cuando hace mucho calor, siente que se le “engarrotan” los brazos y las piernas. “Es una sensación que produce la deshidratación y por eso, si hace mucho calor, no seguimos con la extracción y sólo trabajamos muy temprano a la mañana o cuando baja el sol”, explica.
También se protegen los pies con calcetines gruesos cuando están hundidos en el salitre sacando la sal. “Si el mineral nos corta, los calcetines nos protegen un poco más. Si nos lastimamos, nos ponemos aceite o yodo en las heridas”, señala José.
Sin embargo y a pesar de tanta exposición física, tanto él como su hermano no reniegan de la chamba y esperan poder hacerla muchos años más.
BENDITOS FLAMENCOS
Por cierto, en todo este proceso de extraer sal, los flamencos tienen mucho que ver. Estas aves maravillosas vienen a la salinera para alimentarse de la artemia salina, un pequeño crustáceo que puede medir 15 milímetros de longitud. De esta forma, los flamencos “limpian” la sal al quitarle la artemia y por ende ayudan en la chamba de la extracción. Lamentablemente cuando fuimos de visita, no había flamencos.
EL PRODUCTO FINAL
Ya te conté cómo es el proceso manual de extraer sal en Celestún de forma totalmente natural. Ahora la plática la continué con Román Cauich, un celestunense de 31 años que, hace dos años y en plena pandemia, arrancó el proyecto “Xix Taab – Sal de Celestún” y hoy día comercializa sus sales orgánicas y condimentadas en el estado, el país y hasta en Francia.
“La sal que usamos en Xix Taab proviene de las charcas salineras de Celestún donde, como saben, el proceso de extracción es totalmente artesanal. Se cosecha durante cuatro o cinco meses y nosotros trabajamos la flor de sal, que es la primera que sale de las lagunas rosadas. Después llevamos un proceso de reposo y exposición más largo para lograr sales que mezclamos con otros ingredientes como condimentos y chiles”, nos detalla Román.
Aunque cuando empezó con Xix Taab fue cuesta arriba, el instituto Yucateco de Emprendedores (Iyem) lo apoyó con el proyecto y ahora este joven emprendedor es empresario con cinco empleados y con su marca bajo todas las normativas y certificaciones. Asegura que puede vivir de la sal que comercializa.
“Yucatán es color y también es sabor y esa es la premisa de Xix Taab, una marca totalmente sustentable y en pro de la conservación de los flamencos. Somos una marca nueva que hace negocios y trae, de manera directa, una derrama económica a Celestún. Y vamos ahora por posicionar el producto en cadenas de Oxxo”, concluye, orgulloso.- Cecilia García Olivieri.