Cuando ser mujer es contranatura
Columna Domingo Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
Ahí, donde la naturaleza explota en montañas verdes, alacranes, leche de vaca recién ordeñada, piedra, lluvia y lodo, ser niña y ser mujer es contranatura. Porque la naturaleza femenina también explota y es imposible ocultarla. Y es por eso que las niñas están en peligro. Entonces hay que convertirlas en otra cosa, en algo que las corra de su eje, que las desdibuje, que las tape como una máscara –como las máscaras de “El Laberinto de la Soledad” de Octavio Paz- para que sean lo que no son. Y quizás así, no se las lleven, no las violen, no las maten. No las desaparezcan para siempre.
Como la naturaleza de las montañas de México y como la naturaleza femenina, “Noche de Fuego”, la película de Tatiana Huezo –salvadoreña de nacimiento y mexicana por adopción- también explota y nos estalla ante los cinco sentidos. No se arma de un tremendismo absoluto como argumento de venta ni mucho menos es un trhiller. “Noche de Fuego” es una ficción tan real como que en México crecer en una comunidad dominada por el narco y el ejército te obliga como niña y mujer a ser invisible, a callar, a obedecer, a ocultar y a sobrevivir como puedas, aunque te tengas que ocultar en un pozo tapado con basura. Y no pasa desde ahora, es un miedo que lleva años en lugares del país donde no hay ley, estado ni mucho menos escapatoria. Ahí pone el ojo Tatiana Huezo y ahí no deja el dedo en la llaga.
¿Cómo contar ese miedo metido en la cabeza y los huesos, que se lleva de generación en generación? Tatiana Huezo lo intenta y lo logra desde la compasión, pero no alivia dolores, sólo los deja abiertos así, como una quebradura expuesta de una sociedad con un tejido social desgarrado. La peli es una ficción que cuenta una realidad con un tamiz de documental. Lo que nos queda, lo que te queda, es incertidumbre, esa misma que nos afecta como país.
Ana es una niña que vive con su mamá en las montañas de una comunidad gobernada por el narco, donde se cultiva amapola. Ana tiene dos amigas queridísimas y las escenas con ellas te dan un respiro ante tanta impotencia. Las chicas están conectadas y viven juntas ser niñas-mujeres en un lugar sin ley.
Cuando Ana crece, el miedo de su mamá aumenta porque ella ya lo vivió y teme que le secuestren a la hija para siempre. Así que, como acostumbran a hacer en la comunidad, la lleva con la peluquera del pueblo para que le corten el cabello bien cortito, como un varón. La mentira es que no se le llene la cabeza de piojos, la cruel verdad es que la niña no sea objeto de deseo para narcos y militares que gobiernan el lugar.
En la casa de Ana hay un pozo y allí la niña-mujer debe esconderse si llegan a buscarla. Así viven, con ese miedo e incertidumbre a flor de piel sin poder hacer nada más que temer y esconder. Y huir para no morir.
La mirada de Huezo está puesta en las mujeres pero los varones de la edad de Ana y sus amigas no tienen un mejor destino. Podrán trabajar en la cantera por dos pesos, podrán hacerlo también en el campo de amapola al servicio del narco, podrán manejar un arma y terminar muertos en un pozo como el de Ana. O podrán irse a otro lado a trabajar y mandar -o no- dinero a sus mujeres, hijas e hijos, que esperan desesperados sus llamados desde una montaña cuando cae la noche y los teléfonos parecen luciérnagas tecnológicas angustiadas, que titilan en medio del terror.
“Noche de Fuego” está nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera y puedes verla en Netflix.