Cuando migrar es muerte
Domingo Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
Buscar una nueva vida, un nuevo comienzo. Reinventarse.
Tras ese sueño van y vamos muchos migrantes por la vida. Somos de una tierra, nunca dejamos de pertenecer a ella, pero las circunstancias de vida nos hacen tomar decisiones para cambiar, dar un volantazo, empezar otra vez. Un migrante sueña con un mejor futuro, eso es primordial.
Pero migrar es complicado. No es “borrón y cuenta nueva”. Lo que fuimos y somos lo llevamos adónde vayamos y ahí seguimos siendo los mismos, pero reinventados. Te tienes que adaptar al entorno, a la gente, a los usos y costumbres y meterle pá delante. La nostalgia no se va nunca, se extraña siempre, pero sabes que empezaste una nueva vida en otro lado y apuestas a eso.
Y a eso apostó sin dudas Victoria Salazar en 2018 cuando, desde El Salvador, llegó a México. Con una visa legal y dos hijas, quiso apostar a una mejor vida. Terminó muerta –asesinada- por quien debería haberla cuidado, protegido, resguardado: la policía. Y hace dos días regresó a su tierra natal y es tremendo imaginar que haya sido en un ataúd. Sin vida.
Las circunstancias de vida de Victoria en México tampoco fueron fáciles, por lo poco que nos enteramos de su historia. Había abusos, excesos, una de sus hijas fue abusada por una pareja de Victoria, ataques de nervios y ansiedad… Todo indicaba que Victoria necesitaba ayuda y contención, pero no las tuvo.
Una mujer muerta, otra mujer asesinada, víctima de feminicidio en México. Cuando más sorora se tiene que poner la vida, otra mujer deja de existir por violencia. Cuando más necesitas contención, te ponen una rodilla en el cuello y te matan. Y los demás miran, no entienden, no saben. Todos miramos y no hacemos nada.
La cara de Victoria en una de las imágenes que alguien tomó con su celular el día que fue “reducida” y asesinada no se me va a borrar más de la cabeza. Está boca abajo, sudada, tiene pegada a su piel la tierra del asfalto. Sus pechos están aplastadísimos contra el suelo y sus brazos están sobre su espalda, sostenidos por una mujer policía que apoya todo el peso de su cuerpo sobre sus dos rodillas para hacer presión sobre Victoria. Sin embargo, en esa imagen, Victoria todavía puede sostener la cabeza y ahí vemos sus rostro desencajado, una mirada tremenda, una expresión de rictus que habla más que mil palabras. Después de esa imagen ya no pudo levantar el cuello porque después de esa imagen la mataron.
Pedir que no haya más historias como la de Victoria es un lugar común. Pedir que podamos ponernos un momento nada más en los zapatos del otro no. Miremos lo que pasa en nuestro entorno y hagamos algo, porque por chiquito que sea, te aseguro que cuenta y puede cambiar una historia de vida. Porque si alguien hubiese “detenido” lo que pasó el sábado pasado, hoy Victoria estaría viva, una madre no estaría enterrando a su hija, las nenas de Victoria no serían huérfanas y migrar no equivaldría a feminicidio.