Cuando el miedo se contagia
Lunes Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
Se atrasó otra semana el regreso a clases presenciales de mi hijo menor. Mi hija mayor –empezó este año la Prepa 1- fue a la escuela la semana pasada y esta tiene clases virtuales. Y así será en su caso. Después de casi 18 meses sin pisar un aula, la experiencia fue muy buena y sanadora para ella. Y no, no se contagió nadie en su curso. Y están todos vivos.
Los dos querían regresar a clases presenciales, sobre todo el más chico, que ya arrancó quinto grado. Sin embargo, a fines de la semana pasada, me avisaron que la maestra estuvo en contacto con un familiar que dio positivo a covid y, hasta que no pase determinado tiempo y se haga el PCR, continuarán con las clases virtuales. Sus clases presenciales serán sólo tres días a la semana.
Le cuento a mi hijo y lo único que pregunta es ¿Pero voy a volver a la escuela, verdad?
Y le explico que sí, que va a volver, pero que será de otra forma. Tiene 10 años y ya entiende muchísimas cosas, seguramente más de las que yo entendía a su edad. Le aclaro que no hay vacunas aprobadas para su edad en el mundo entero y que, aunque aquí pocos papás y mamás envían a sus hijos a clases presenciales (en su curso sólo serán ocho niños), yo decidí que él y su hermana sí irán.
Y le explico que será otra historia porque ahora él debe cuidarse por sus propios medios. Ni su papá ni yo estaremos allí para pedirle que se ponga bien el cubrebocas, que no se abrace con sus compañeros, que no “camine” en el salón como suele hacerlo (esto me lo pidió la maestra, no es cosa mía), que no comparta alimentos y no sé cuántas cosas más le dije.
Siempre me escucha con atención, como si tomara nota mental. Y siempre me pregunta algo, lo cual me da a entender que lo que le digo no cae en saco roto. Eso me tranquiliza, aunque también sé que, cuando regrese a la escuelita, probablemente abrace a sus amigos, comparta alimentos y se olvide de ponerse bien el cubrebocas.
¿Que si me da miedo? Me da terror. Y me da más terror el sentirme sola al respecto. No tengo “tribu” con la que platicar sobre el tema. Aunque conozco a progenitores que envían a sus hijos a la escuela en otros países (mis hermanas o amigos con hijos, por ejemplo), casi no conozco en Yucatán a mamás y papás que envíen a sus hijos a clases presenciales y la mayoría de conocidos y conocidas con los que hablo, continúan con sus hijos en clases virtuales.
Y si pensabas que el covid-19 es contagioso, el miedo ni te cuento… Hay muchísimo miedo materno y paterno –familiar en general- de mandar a los chicos de regreso a la escuela. Y me lo contagian y me hacen sentir sola ante mi decisión, más allá de me digan: “Pero tú puedes hacer lo que quieras, es respetable”.
Y no siento realmente que sea muy respetable. Porque el miedo trae bajo su ala un montón de sentimientos feos, ocultos, enmarañados y que no nos dejan expresar como realmente quisiéramos. El miedo paraliza, sobre todo de la boca para afuera. No hay honestidad en las palabras.
Sin ir más lejos, el otro día la mamá de un compañero de mi hijo (que no mandará a su hijo a clases presenciales) me dijo: “Porque cuando todos los niños se contagien….” Y siguió hablando. Ella da por hecho que los niños que acudirán a la escuelita, se contagiarán… Y la maestra y todos.
Hace casi 18 meses que vivimos en pandemia, nunca tuve covid pero tampoco soy ilusa de creerme infalible. Salgo, trabajo, ando en camiones y combis y también me cuido mucho. Y tengo las dos dosis de mi vacuna desde hace muy poco tiempo.
Mis hijos no están vacunados, pero siento que esto no da para más. Las clases virtuales y el encierro fue en detrimento de sus cortas vidas. Aprendieron mal durante los cursos escolares y quedaron invisibilizados como millones de niños en el país. Mi hija adolescente platica más y está más contenta desde que va a la escuela, aunque la tapen de tarea. Y mi hijo menor ve a su hermana más contenta y siente ganas de arrancar también. Ojalá las vacunas para los niños y adolescentes se aprueben y se comiencen a aplicar pronto.
Y Ojalá que la nueva normalidad no sea en detrimento de ellos. Ojalá que los entiendan si algunas veces no acatan un protocolo o abrazan a un amigo. Ojalá los ayuden a crear conciencia y a razonar sobre los cuidados, sin meterles miedo hasta por vía intravenosa. Porque insisto, el miedo no es bueno, el miedo fagocita por dentro y por fuera. Y si ese miedo viene con falta de empatía y con mucha apatía de la mano, ni les cuento. Ese miedo mata.