Cecilio, su guitarra y el Concierto de Aranjuez, para emocionarse a lágrima viva
¿Los nombres que nos ponen al nacer nos marcan? ¿Por qué a la mamá de Cecilio Perera se le ocurrió hace más de 41 años llamarlo así, Cecilio, como la Patrona de la Música? ¿Sabría cuando lo parió que su vida estaría llena de notas musicales, melodías y guitarras? ¿Qué le pasó por la cabeza cuando lo tuvo por primera vez en brazos, lo olió y lo miró a los ojos? ¿Tuvo en algún momento la intuición de que su hijo sería un virtuoso con la guitarra? Aquí les comparto mi crónica del concierto de la Orquesta Sinfónica de Yucatán que viví hoy y me hizo llorar a lágrima viva:
Con esas preguntas y otras más llegué hoy al Palacio de la Música, decidida a encontrarme con la mamá de Cecilio Perera, yucateco y guitarrista clásico mundialmente reconocido, que hoy nos dejó el alma alborotada con una interpretación tremenda del Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, con el maravilloso acompañamiento de la Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY).
…Pero no encontré a la mamá de Cecilio y sin demasiada premeditación, me hallé sumergida en la butaca 38 K de la luneta (en las últimas filas), entró el director artístico José Aréan, se hizo un silencio profundo y movió las manos para que saliera la música… Y qué música, señoras y señores… Españolísima ella, tan lejana y tan nuestra a la vez… Tan universal.
Con una selección exquisita de Carmen, de Georges Bizet, me entró una alegría enorme, sobre todo cuando llegó “Habanera” y me dieron ganas de levantar los brazos y contornear mis manos como flamenca, al ritmo de la música que fluía de la batuta de Areán y corría por todos los músicos de la OSY, qué maravilla…
Y entonces al verlo, todos pensamos: “Ahí está él”. De guayabera blanca, pantalón negro, zapatos acharolados y esa melena tan suya, Cecilio Perera entró en escena con ella, su guitarra, la que dice cosas por él cuando están sobre las tablas… Y qué cosas dijo hoy, mare mia…
La interpretación del Allegro con spirito, Adagio y Allegro gentile que hizo Cecilio junto a la orquesta sinfónica del Concierto de Aranjuez fue tremendamente hermosa y perfecta. Y no sé porqué, pero cuando llegó el Adagio, empecé a llorar de la emoción y me costó mucho contenerme. Y como una, a esta altura de la vida, no está para censurar emociones, hice como dijo el poeta Oliverio Girondo y “Abrí las compuertas del llanto hasta empaparme el alma y la camiseta”.
Y mientras lloraba y moqueaba haciendo el menor ruido posible, lo miraba a Cecilio, tocando con en el corazón en la mano, con los ojos cerrados y gesticulando ¿Qué pensará mientras toca? ¿Qué imágenes se le vendrán a la cabeza? ¿Cómo hace para fusionarse así con la guitarra?
Cuando el Adagio pasó, me compuse un poco del llanto y pensándolo luego me di cuenta que efectivamente somos latinoamericanos, pero esta música tan española está en nuestro ADN como mestizos también que somos y por eso nos mueve tantos sentimientos, emociones, remembranzas… Qué maravillosa que es la música, y venga otro mare mía…
Cecilio se fue todo español y regresó más yucateco que nunca para regalarnos una interpretación bien suya de La Mestiza de Chan Cil, con un cierre precioso.
Para despedirnos de este concierto, la mezzosoprano Claudia Carrillo entró en escena con un vestido blanco escotado, su hermosa cabellera negra y, bien gitana, nos regaló su interpretación de la ópera “El Amor Brujo”, de Manuel de Falla. “A mi me matan las penas” cantó Claudia, que ahora es Candela y está embrujada de un amor bien morisco que dice, como una sentencia: “Soy la mar en que naufragas”.
Y el concierto terminó y la sala atiborrada de gente nos unimos en un aplauso de pie: a las y los músicos de la orquesta, al maestro Areán, a Cecilio y a Claudia. Gracias por la música, gracias por las emociones, gracias por las lágrimas que me salieron: de amor, de hastío, de alegría, improvisando y de memoria, como dice Oliverio.-Cecilia García Olivieri.