Canciones locas para chicos, de la mano de María Elena
Columna Sábados Sudacas
Por @laflacadelamor
Me sobran los dedos de las manos para acordarme de cosas de cuando iba al jardín de infantes o kínder, como dicen ustedes. Recuerdo un aula, mi uniforme, los juegos del patio, cuando fingíamos dormir la siesta sentaditos en la silla con los brazos cruzados sobre la mesa, escondiendo ahí la cabeza (con los ojos bien abiertos, claro).
Eso sí, de lo que me re re re acuerdo es de la hora de la merienda. Nos daban té con leche o matecocido con leche –alguna vez chocolatada y era una fiesta- y escuchábamos: “Canción para tomar el té”, de María Elena Walsh. Éramos bien chiquitos y escuchábamos cosas así:
“Cuidado cuando beban,
Se les va a caer
La nariz dentro de la taza
Y eso no está bien,
Yo no sé por qué”.
¿Pasaría? Me preguntaba con cuatro años. O cosas así:
“Parece que el azúcar
Siempre negra fue
Y de un susto se puso blanca
Tal como la ven,
Yo no sé por qué”
¿Era negra? ¿Se puso blanca? Yo tampoco sabía por qué.
Nosotros, los argentinos, no crecimos como ustedes con José Gabilondo Soler “Cri Cri”, nos tocó María Elena Walsh quien, desde la década de los 60’s le dio otra voz a los chicos y nos dejó un legado que se transmite de generación en generación.
Fue poeta, escritora, compositora, autora, cantora, maestra, feminista y ciudadana. Y tuvo la magia, inteligencia y poder de darnos una visión distinta del mundo: loca, libre, creativa, novedosa y cercana a los chicos.
María Elena nos puso el mundo “patas para arriba” con “El Reino del Revés”, nos mostró cómo una batata reina se escapaba con pánico de las garras de un cocinero, nos relató la historia de Manuelita la Tortuga quien, enamorada, se cruzó el océano para encontrar a su amor; nos hizo bailar twist con el Mono Liso, cazador de una naranja viva; nos emocionó hasta las lágrimas con el otoño que cubre de púrpura las calles con la flor de jacarandá, nos hizo transitar por la adrenalina de una perra salchicha que perdía a su hijo en el pico de una gaviota y nos hechizó con los embrujos de Gulubú y tantas más….
Su música no tiene techo ni fin… Yo la escuché y disfruté de niña y la volví a cantar con mi hija Julia (hoy ella con casi 14 años recuerda la canción del Jardinero y la de Manuelita) e hice dormir a Martín de bebé con La Reina Batata miles de veces…
María Elena fue, además, trovadora y poeta para adultos. En una época mundial difícil para las mujeres, ella levantó su bandera y nos creó conciencia con canciones como “La Cigarra” o su disco “De Puño y Letra”.
En 2008, tres años antes de su muerte, publicó “Fantasmas en el Parque”, que es como una autobiografía en relatos maravillosos para adultos. Ella vivía frente al Parque Las Heras en Buenos Aires y una vez me fui a leer algunos relatos ahí, tirada en el pasto. Fue un momento único para mí.
Hoy se cumplen 90 años de su nacimiento y no puedo dejar de escuchar sus canciones, que suenan fuerte y locas entre las cuatro paredes de mi casa meridana. Mis hijos, cada uno en sus rollos, se asoman al comedor, abren el refri y las tararean como el pasar. No hay duda de que las llevan el ADN como yo y todos los argentinos que crecimos con María Elena, siempre viva y vigente.
En una entrevista le preguntaron cómo le gustaría que la recordaran. “Como alguien que quería dar alegría a los demás, aunque no le saliera siempre”, contestó aquella vez. Y lo hiciste con creces, querida. Ayer, hoy y siempre.