“Barrabrava”, cuando la pelota sí se mancha
Columna de Sábado Sudaca
Por @LaFlacaDelAmor
Diego Armando Maradona dijo una vez una frase que quedó grabada para siempre: “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. El 10 ponía al fútbol como deporte, como alegría de la gente, como pasión por sobre todas las cosas, pero…. ¿Hasta dónde la pelota no se mancha?
En Argentina se vive el fútbol con una pasión desbordante que trasciende las canchas, las tribunas, las plazas, se mete en las casas, los trabajos, las escuelas y hasta en las instituciones. La pasión por un color (“solo por un color”, como cantaba Luis Alberto Spinetta) puede provocar amores y odios profundos y contradictorios, blancos y negrísimos. La lealtad por la camiseta ¿Hasta dónde puede llegar?
Hace poco se estrenó en Prime Video “Barrabrava”, una serie de ocho episodios que dejó con ganas de una muy posible segunda temporada. Es una serie argentina que se filmó durante la pandemia en Montevideo (Uruguay) y fue creada y dirigida por Jesús Braceras.
“Barrabrava” hace referencia a las porras o hinchadas argentinas: grupos violentos organizados, institucionalizados y financiados que mueven mucho más que aliento al equipo, cantitos, banderas y trapos durante un partido de fútbol. Los barrabravas manejan entradas, mueven droga, son los dueños de los estacionamientos y de todo lo que se vende en un estadio (hasta de los choripanes, claro), dicen que pueden decidir el final de un partido y están tristemente involucrados también con la política.
“Ser barra es formar parte de algo y cuando sos barra te respetan porque de eso se trata: de hacerse respetar”, dice el Tío, en el primer capítulo. Y como de pertenecer se trata, agrega: “En las buenas y en las malas los que aguantamos los trapos somos nosotros. Métanse en la cabeza, muchachos, el club es de la gente”.
“Barrabrava” cuenta la historia de la porra del Atlético Libertad del Puerto, un club argentino en ascenso que un día recibe una noticia que dispara todo el guion de la serie: Un club francés quiere comprar a un jugador de Libertad por 10 millones de dólares.
La noticia suena maravillosa pero la barrabrava, liderada por el Tío, quiere una tajada más grande del pastel que ya de entrada el toca. Y las cosas no salen bien, todo se complica y se vuelve negro.
Entre el drama y lo policial transita Barrabrava que tiene un plus que la vuelve valiosa e imperdible: la serie logra trascender el deporte, la delincuencia y el crimen para contar vínculos humanos y lealtades en el seno de una familia. Terminando el primer capítulo, el rumbo de la barra de Libertad da un giro de 180 grados y los hermanos César y Polaco se quedan sin dinero y sin protección en una situación inédita que pondrá en juego la hermandad y la supervivencia. Ahí es donde realmente se muestran las lealtades y se agitan los trapos ¿O no?
Hay una escena que vi más de tres veces. En una casa humilde están todos sentados alrededor de una mesa a punto de comer unos fideos con tuco caseros (spaguetti con salsa) y empieza a sonar en la radio “No more I Love Yous”, de Annie Lennox. Ahí mismo, los comensales empiezan a corear la canción como en la cancha, revoleando los brazos con trapos imaginarios y cantando, al ritmo de Lennox: “Liber te quiero, yo solo quiero verte campeón”. La alegría de grandes y chicos está en su máxima expresión y, en cuestión de segundos, un ruido dispara el terror y todo se vuelve negro como la noche.
Porque la crisis de la barrabrava en desgracias, conflictos y adversidades terminan cayendo en la familia, en forma directa e indirecta. Porque todos estamos cruzados por la pasión, el amor, secretos, roles rígidos aprehendidos y el maldito machismo argentino de defender a muerte literal una camiseta, cueste lo que cueste.
Otro punto a favor para Barrabrava es el espacio que le da a las mujeres en la serie porque pueden contar sus historias también y porque son parte esencial de la trama y el guion se los reconoce. Bravo por eso.
Barrabrava no escatima en escenas violentas, pero tampoco cae en el regodeo. La historia es ficción pura, pero sabemos a la perfección que ayer, hoy y mañana existieron, existen y existirán historias así de reales en Argentina, con relatos como los que vimos en la serie en la vida cotidiana de cualquier barrabrava argento. Y la serie lo cuenta muy bien, con profundidad y realismo. Y sobre todo desde una perspectiva que abarca pero también aprieta y nos deja pensando.
Y ojalá sigamos revoleando los trapos, que la pelota no se manche y que la violencia, la corrupción y la muerte tengan fin.
A la espera de la segunda temporada de Barrabrava, obviamente.