“Adolescencia”, una serie que HAY QUE VER, tengas hijos o no
Columna Mínimas Sudacas
Por @LaFlacaDelAmor
El aviso de que viera la serie británica “Adolescence” (Adolescencia) me llegó de dos personas de suma confianza y de países distintos, cinéfilos los dos, hombre y mujer, con hijos y sin hijos. La tentación me invadió de pies a cabeza y mi domingo por la tarde fue para Netflix, donde esta serie es furor desde hace días.
Así que me sumergí en estos cuatros episodios que te lanzan a la cara con cachetaditas constantes un drama tremendo: un adolescente de 13 años es acusado de matar a puñaladas a su compañera de la escuela. Así sin anestesia y con un primer capítulo en el que terminas con el corazón en la boca.
Sí, podría ser un caso policial y ya… Pero es un chico de 13 años, como mi hijo… Y la chica muerta podría ser mi hija… Y ahí me subí a un tren del que todavía no pude bajarme. Ojalá que al escribir se me pase un poco la angustia que me quedó de ver Adolescencia.
Arrancamos con un operativo policial que viola de cabo a rabo los derechos de una familia inglesa y se lleva preso a un niño-adolescente de 13 años. Cada uno de sus cuatro capítulos está grabado en un solo plano secuencia. Es decir, la cámara empieza a grabar y no para hasta que termina la hora del episodio. Es adrenalínico, por momentos a mí me hartó un poco, pero el ritmo no te abandona.
Jamie es acusado de matar a Katie y no me voy a clavar en la historia “per se”, sino en lo que me despertó y nos despierta a todas y todos los que vimos Adolescencia, con hijos o sin hijos.
Esta serie aborda sin vueltas la crianza, las masculinidades, la violencia adolescente, las redes sociales, la ciberviolencia, el bullying y te lanza al ruedo una palabrita que yo personalmente no conocía hasta ayer: “INCEL”.



Me enteré que es una palabra acuñada en los 90’s y se refiere a los “célibes involuntarios” u hombres incapaces de tener una pareja o una vida sexual con una mujer y las culpan a ellas de sus fracasos. Las condenan porque dicen que son manipuladoras, promiscuas, ventajosas, interesadas y muchos otros adjetivos despectivos. Un incel es una persona misógina. Esta palabra también existe en femenino y se llama femcel.
Por ahí nos lleva Adolescencia… Pero sobre todo nos deja al borde de un abismo de incomunicación con las nuevas generaciones que se mueven en internet, aplicaciones y redes sociales como peces en el agua. Tienen códigos que desconocemos, formas de comunicarse que ni nos imaginamos y así vamos por la vida –nosotros que nacimos el siglo pasado y ellos que son de este siglo- como si nada… Pero la bomba de tiempo ahí está y nos puede estallar en cualquier momento en la cara.
Es cierto que ser adolescente tiene sus puntos en común en quienes somos del siglo XX y en los que son del siglo XXI… Pero no… La serie deja en carne viva que, a pesar de ser padres e hijos, adultos y adolescentes y que todos pasamos por esa etapa de adolecer en la vida, hoy día y por momentos parecemos vivir en realidades paralelas, tan ajenas, perdidas y solitarias como desoladoras.
La serie mueve el avispero y ese es su gran logro. Sus creadores (Stephen Graham -quien también asume un rol de papá de Jamie de una forma extraordinaria-, Jack Thorn y producida por figuras como Brad Pitt), esperan que pueda proyectarse en escuelas y en el Parlamento inglés y advierten que hay que actuar para que la cultura misógina en línea no crezca.
Adolescencia me movió la estantería, me dejó preocupada, me hizo plantearme miles de cosas, miro distinto a mis hijos desde ayer y me puso alerta. Creo igual que esto le puede pasar a cualquier adulto, con hijos o no.
Pensé que al terminar estas líneas se me iba a pasar un poco la intensidad de ver Adolescencia, pero siempre no, sigo clavada. Cuéntenme ustedes qué les pareció.
