Perturbadores dos metros bajos tierra, entre muerte y vida
Columna Domingo Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
Ya arrancas con miedo y morbo porque sabes que en los primeros minutos de cada capítulo habrá una persona muerta. No lo sabías en el primer episodio –cuando aparece el muerto principal y sobre el que girará toda la historia-, pero ya en el segundo te dices: “Esto será una constante”. Y te da miedo, incertidumbre, tristeza, morbo e impresión arrancar los primeros segundos de cada capítulo de “Six Feet Under”, pero ahí estás -prendidísima a la tele- viendo morir gente de todo tipo y de las formas más variadas que te puedas imaginar.
Del 2001 al 2005 se presentaron las cinco temporadas de Six Feet Under, una serie de HBO, guionada por el genial Alan Ball, el mismo que nos movió el piso con su historia de “American Beauty”. Irreverente, brutal, sin medias tintas, trágico y con un poco de humor negro, Ball se lanza de cabeza con una historia inédita que te cuenta la vida la de una familia que se dedica al negocio de los muertos.
Los Fisher tienen una funeraria en Los Ángeles y es por eso que cada inicio de episodio narra la historia de un nuevo muerto que llega a recibir los servicios de esta familia que embalsama, maquilla, habla con los difuntos y está repleta de personajes disfuncionales, imperfectos y muy parecidos a todos nosotros: con muchas filias y fobias.
Nathaniel Fisher es el muerto por excelencia y, en cuerpo y espíritu, aparece casi en cada episodio, porque se les “presenta” a sus familiares y los moviliza con sus planteos que son, en realidad, los planteos que cada uno de estos seres vivos se hace sobre situaciones de la vida que atraviesan.
Nate es el primogénito de la familia que “huyó” de negocio pero, con la muerte de su progenitor, regresa y queda atrapado, le guste o no. Es el personaje principal realizado por Peter Krause y lo amas y detestas un poquito durante toda la historia. David es el hijo del medio, dedicadísimo al negocio de los muertos, estructurado, meticuloso y gay, quien sale del clóset bastante rápido y viene con una historia fuerte para la serie.
Claire es la hija menor, una joven bastante precoz en todo sentido, muy inteligente y en plena exploración de toda ella y en todo sentido. Y como si fueran familia en la vida real, Ruth es la mamá de todos ellos, con el mismo color pelirrojo de pelo y en un papel excepcional como mujer y ama de casa frustrada, quien también busca en los cinco episodios explorarse, buscarse y encontrarse.
Podríamos decir que no hay papeles totalmente secundarios porque Federico –el embalsamador por excelencia, quien deja a los muertos “preciosos”- es fundamental en la trama, así como Brenda, la novia de Nate desde los primeros minutos de la serie y quien nos acompañará con todos sus rollos a lo largo de las cinco temporadas. También la amarás y por momentos la odiarás.
Tenemos una visión occidental de la muerte tan lúgubre y no podemos zafar de eso. Más allá de que en México la muerte es vivida con tintes ancestrales como un ciclo que va y vuelve, igual metemos a nuestros muertos en cajas, los enterramos, los cremamos y los lloramos con una tristeza infinita. La muerte nos afecta enormemente.
Por eso Six Feet Under se nos mete debajo de la piel y nos causa escozor. Nos angustia y también nos expone, nos hace hurgar en lo más profundo y nos remueve cositas. La historia busca mostrar la existencia que un día se termina y los cielos e infiernos que vivimos, sobre todo, en esta vida.
En el contraste de una soleada Los Ángeles, los cuervos rondan la ciudad y sobrevuelan sepelios, tumbas y almas contentas y en pena. La música de la serie es muy buena, no hay capítulos que digas “Uh, este es prescindible” y todo suma para que la historia crezca. Con cinco temporadas me di por bien servida.
Y a pesar de esa sensación de miedo, morbo y onda perturbadora que tiene Six Feet Under por tanta muerte, también tiene mucha vida. Depende de cómo veas el vaso: medio vacío o medio lleno.
Six Feet Under se puede ver en HBO y también en algunas páginas web.