Entre fases y colores, esperando aullar como lobos
Columna Sábado Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
En la mayoría de los países del mundo, cuando se habla de las distintas instancias de covid-19, se usa la palabra “fases”. Este vocablo definiría los distintos estados sucesivos de este fenómeno pandémico que nos toca vivir. Y morir.
En México también hay fases de la pandemia, pero usamos las palabras “semáforo epidemiológico” para definirlas, con colores y como si estuviéramos transitando a algún lugar: Rojo: estoy confinado y lo ideal es no moverme; naranja: me puedo mover tantito pero en el lugar y sigo en peligro; amarillo: me acomodo para ponerme en movimiento porque la cosa pinta mejor, pero no avanzo todavía como antes; y verde: el riesgo de contagio es bajo, así que ya puedo transitar, pero siempre con cubrebocas y sana distancia. Sin embargo el covid-19 no respeta altos, colores ni topes y a estas alturas le vale todo. Y si te embiste, huye y te deja abandonado en la calle: vivo o muerto.
Es muy loco hablar con gente que vive en otros países –familiares y amigos- y que ellos me digan: “estamos en tal fase” y que yo les conteste: “Nosotros en semáforo naranja”. No entienden nada y hay que explicarles a qué me refiero, a qué nos referimos en México con esto de los colores y la falta de inercia para movernos.
Hoy medimos nuestro tiempo en fases o colores de un semáforo, así están las cosas y de eso depende nuestro futuro. Son fases sin el romanticismo ni la astronomía de las de la luna –que determinan muchas cosas en nuestras vidas- ni nos permiten avanzar como lo hacen los colores de advertencia de un semáforo. Sólo sabemos que, mediante las fases o colores, podemos volver a un centro comercial, llevar a nuestros hijos a un parque o a la escuela, retroceder a no hacer reuniones o fiestas, dejar de ir a la playa o comprar cerveza, volver al gimnasio o quedarnos un ratito más en un restaurante. Más de eso no.
Le pregunta del millón es cuántas fases o colores del semáforo nos faltan para volver a estar pendientes sólo de las fases de una luna llena o menguante o de avanzar en el camino sin que se nos cruce el covid-19 a la vuelta de la esquina. Y no es un dato menor. La luz verde está ahí, al final de túnel en que nos metió el coronavirus y alcanzarla cada vez nos da más incertidumbre ¿Y si se pone rojo? ¿Y si volvemos al confinamiento? ¿Y si nos enfermamos y morimos?
Esta nueva realidad trajo nuevas palabras en un contexto inédito, que nos cambió sus significados y las traducimos distinto. Por eso la importancia de entenderlas y que no quede sólo en conocerlas, sino también aplicarlas. Y explicarlas una y otra vez si alguien no las entiende. Quizás, en un idioma que conocemos todos, aprender a usarlas nos haga sentir menos solos y ya no temamos morirnos de miedo. Y cuando salga la luna llena podamos, al fin, aullar como lobos.