Los adolescentes en pandemia y la “hiperpresencia” que los agobia
Sábado Sudaca
Por @Laflacadelamor
“Buenos días personas con las que estoy obligada a convivir diariamente”, así arrancó el día la adolescente que vive en casa y este saludo matutino se volvió recurrente en cuarentena.
Tiene 14 años y la vemos poco y nada. Pasa gran parte del día encerrada en su cuarto. Sale para abastecerse de agua (toma muchísima) y comida y vuelve a su cueva. De repente, en algún momento del día, la extraño y le golpeo la puerta. Me abre con cara de pocos amigos –que simula en una sonrisa burlona que muestra los dientes-, intercambiamos algunas frases (hablo yo más que ella) y vuelve a su bunker. Antes, como Terminator, hago un recorrido visual rápido con mira infrarroja y le pido que ordene su cuarto. Mi pedido no obtiene respuesta exitosa, claro está.
La hija cursa segundo año de secundaria, lee, escucha música (Que ella descubrió por motu proprio y también mucha que escuchamos en casa con su papá), platica con sus amigas y amigos por redes sociales (no usa Facebook porque dice: “Es de viejos, mamá”), y cuando sale de su cuarto algunas veces baila, canta, otras sólo abre el refri y rellena su botella de agua, otras platica algo al pasar y las veces que más alegría me da es cuando me dice: “Quiero cocinar algo”, y ahí me permite ayudarla, o no. Eso sí, se duerme re tarde, a la madrugada.
Yo soy adulta y vivo con ella, con su hermano más chico y su papá en cuarentena hace más de dos meses. Convivimos en un ecosistema que se cocina a fuego lento y en un loop con toda la incertidumbre de no saber cuándo terminará. Cada uno –a su forma y a su modo- lo vive como puede.
Pero el tema de la adolescencia me preocupa y ocupa porque la amo y quiero que ella esté bien. Los psicólogos Sara Cohen, Guillermo López y Liliana Szapiro explican en una entrevista en el diario argentino Página/12 cómo enfrentan los adolescentes la pandemia por el coronavirus que nos toca vivir a todos y, si tienes un hijo/a adolescente, probablemente esto te sirva a entender un poco más el panorama:
HIPERPRESENCIA
La psicóloga Liliana Szapiro opina: “En primer lugar están agobiados por la presencia de sus padres. Lo viven como una hiperpresencia. Hay que recordar que la adolescencia es un momento de la vida en el cual se reconfigura el vínculo con los padres, lo cual no deja de plantear situaciones conflictivas. Los conflictos inherentes a los vínculos entre los padres y los hijos adolescentes se agravan con esta convivencia. Se trata de una hiperpresencia que a los chicos los abruma. Hasta les empieza a molestar el sonido de la voz del otro. Si los adolescentes necesitan, por lo general, poner distancia, guardar secretos respecto a los padres, el estar conviviendo todo el día con ellos genera, en algunos casos, mucha molestia y los comentarios de los mismos son vividos como muy intrusivos. Esta molestia puede traducirse muchas veces en actitudes agresivas que pueden ser vividas después con mucha culpa; como que se sacan y después sienten culpa por esta agresión. Después, hay un gran monto de ansiedad porque los chicos encuentran un lugar en el grupo de pares, pero ahora no pueden ver a sus amigos, no los pueden abrazar. Y eso genera en ellos tristeza y ansiedad. Tratan de compensar esta cuestión chateando hasta altas horas de la noche, pero esto también termina por abrumarlos. El estar todo el tiempo viéndose a través de las pantallas no impide que se sientan solos”.
“ES COMO UN AUTO QUE IBA A TODA VELOCIDAD Y TUVO QUE PONER EL FRENO DE MANO”
Por su parte, el psicólogo Guillermo López explica: “Me pasa que muchos púberes tienen dificultad para ir a una reunión o una fiesta, sobre todo en los primeros años, cuando surge la pubertad. Pero otra cosa es que esto sea obligado. También hay un punto en que no se puede generalizar y decir “los adolescentes”. Ahí hay que pensar el caso por caso. Lo que sí es clave es que respecto a esta irrupción que es la pubertad, la irrupción del sexo en el cuerpo, los adolescentes siempre están solos. Hay una soledad frente a esto. Y se las arreglan como pueden, a través de sus fantasías, de la relación virtual o real con sus amigos, a través de algún consejo o algún referente adulto, a escondidas de los padres, ocultos un poco de la mirada parental. La cuarentena trastrocó todo esto. En principio, porque todos se ven forzados a quedarse en sus casas. Ahora, una cosa es elegir esto y otra cosa es que se obligue, obviamente porque está el tema del contagio. El tema es que la cuarentena altera el tiempo, no solamente en los jóvenes. Es como un auto que iba a toda velocidad y tuvo que poner el freno de mano de golpe. Es un tiempo que se detiene y obliga un poco al no contacto físico, Los jóvenes hoy son sorprendidos por la emergencia de lo real del goce en el cuerpo frente al cual no saben cómo responder, no saben qué hacer”.
HIPERPANTALLA QUE ABRUMA
Y Liliana Szapiro agrega: “No es que las pantallas están compensando totalmente. No dejan de sentirse solos. Después de haber estado veinte horas con las pantallas no pueden dormir. Y no es lo mismo la pantalla que el contacto con el cuerpo del otro. Entonces, en algún lugar se intenta compensar pero finalmente igual aparece el sentimiento de soledad, tristeza y la ansiedad. Los chicos necesitan abrazarse, tocarse, saltar, hacer pogo (bailar). Por otra parte, hay que pensar que los jóvenes también tienen que hacer tareas cuando tienen Internet. Eso también les genera un monto de ansiedad muy grande porque a través de Zoom no tienen muy claro qué es lo que el profesor espera de ellos. Y esa incertidumbre les genera la autoexigencia y muchas veces resulta paralizante. Hay como una hiperpantalla que finalmente los abruma”, agrega.
FAMILIAS EMPÁTICAS
Por su parte, la psicóloga Sara Cohen opina: “En general, se observa que aquellas familias que aceptan más el disenso y la intimidad en cada uno de sus integrantes, son más propicias para que el joven se sienta con derecho para desarrollar algo por su cuenta, o enojarse si algo no le gusta, o mostrarse triste si ese día lo está, porque después de ese día viene otro, y el adolescente que se siente con derechos a manifestarse en su medio familiar va a poder implementar sus propios recursos para sobrellevar el confinamiento”, enfatiza.
ESCUCHARLOS
Y de colofón, Liliana Szapiro nos da algunos consejos: “Hay que tratar por todos los medios de que conserven su subjetividad, porque tanta pantalla puede resultar arrasadora para la subjetividad. Hay que escucharlos, estimulándolos a la realización de tareas que les gusten. Si es la música, que no pierdan el contacto con la música a través de los proyectos, tratar de sostener que eso se pueda hacer. O pequeñas cositas. Tal vez al joven le gusta cocinar o le gusta el contacto con el sol, que pueda tener su rato de sol. Por otra parte, hay que ayudarlos a ordenarse de manera sutil, no imperativa. Siempre los límites son importantes y tranquilizadores. Eso los ayuda; por más que en algún momento se puedan enojar todo esto es tranquilizador”.
Si tienes un hijo adolescente en casa, probablemente te sientas identificado con este texto. Ojalá que ayude para que, mientras sigue esta contingencia, ellos en forma particular y todos en la casa en grupo, podamos vivir mejor.