Rendimiento académico, bullying y emociones, en la voz de una maestra con 55 años de experiencia
Camina despacio, apoyada en un bastón y pareciera que esa condición para moverse no fuera acorde a la energía que transmite con su mirada clara, inquieta y curiosa. Desde la primaria Antonio Bustillos Carrillo, la directora María Ignacia Guijón Magaña anda de aquí para allá platicando con las mamitas que están en la puerta, dejando entrar a algún rezagado después de las 7 am y acompañando chicos a las aulas. Es maestra desde hace 55 años y fundadora de esta primaria desde hace 33 años y hoy inicia otro ciclo escolar, el 2024-2025 y afirma que la educación es su vida. Habla del ayer y del hoy en las aulas ¿Todo tiempo pasado fue mejor o peor? Pasen y lean:
No sé ustedes, pero a mi los inicios de cursos escolares me emocionan. Y no importa el grado o año, siento que todos son importantes y nos llenan de adrenalina, expectativas y emociones al por mayor. Vamos con los útiles nuevos, los uniformes resplandecientes, en muchos casos con calzado y mochila nuevos y con ganas de ver a los compañeros del año anterior o de conocer a los nuevos y a nuestros docentes. Nos espera un curso completo de aprendizajes, experiencias y convivencia, todo nuevecito.
La educación es la base del desarrollo de un país, impacta directamente en la economía y la sociedad y se aprende en la escuela y en los hogares, claro. “La educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo”, decía Nelson Mandela y enseñar a entender esto nos da alas, no importa cuántos años tengamos o en dónde vivamos. Hoy arranca el ciclo escolar 2024-2025 y 505,171 infancias y adolescencias acuden a las aulas en Yucatán para formarse, tener un mejor futuro y alas para cambiar el mundo.
En la escuelita primaria Antonio Bustillos Carrillo del fraccionamiento meridano Polígono 108 son las 6:57 am y entran los últimos estudiantes con los minutos contados a la institución escolar. Los reciben en la puerta dos docentes con alcohol con gel (costumbre de la pandemia que quedó y qué bien que quedó) y les indican dónde están sus aulas. Mamás y papás se juntan en la puerta unidos por la ausencia del hijo, ahora educándose.
Y ahí la veo a ella… Camina lento y tiene las dos manos ocupadas. Con una agarra la mano de un niño que acompaña a un salón de clases y con la otra mueve un bastón para apoyarse y caminar mejor. Le señala al niño con el dedo dónde está su aula a la distancia y el nombre de su maestra, se voltea y camina hacia la reja para dejar pasar a un rezagado que llegó pasaditas las 7 am. Y sigue ubicando nenés en sus aulas, sin descanso y con una energía envidiable.
Ella es la directora María Ignacia Guijón Magaña, labora en la escuelita desde su fundación en 1991 y me dice, sin medias tintas: “La educación es mi vida”. Hace 55 años que es maestra y afirma que el día de su jubilación todavía es un misterio…
La cantidad de generaciones que ha visto esta mujer recibirse y superarse en la vida es inmensa y altamente gratificante, asegura. Sin embargo María Ignacia siente que hoy día el nivel educativo no está tan bien y le encuentra un motivo:
“Antes los padres estaban más pendientes de sus hijos, pero hoy es imposible. Ahora mamá y papá viven desesperados porque los dos tienen que salir a trabajar para ganar dinero y sostener a la familia. Laboran tiempo completo, llegan cansados a la casa y ya no pueden estar tan pendientes de sus hijos como antes”, asegura.
Y esto también repercute en el nivel académico. “No estamos como antes académicamente hablando. Hoy en mi escuela a los ‘niños excelentes´ los puedo contar con los dedos de mis manos porque ahora se les dedica menos tiempo a los chicos”, remarca.
María Ignacia destaca de estos tiempos la educación emocional que se ha logrado en las aulas. “Hoy día los chicos son más inclusivos y empáticos. Si tienen un compañero con la condición de autismo, son capaces de incorporarlo al grupo y de protegerlo, jamás lo van a dejar de lado. Entienden mucho mejor el tema del manejo emocional”, señala.
Sobre el bullying (acoso escolar) -que asegura que en su escuela no hay-, María Ignacia explica que existió toda la vida y que antes se “arreglaba” defendiéndose con las manos. “Ahora eso no pasa y a los chicos les damos herramientas para hablar, entender y acercarse porque la violencia no llega a ningún lado”, apunta. Y asegura que funciona.
¿Y piensas jubilarte en algún momento? Le pregunto y le veo al sonrisa…
“Por ahora creo que no…. Puede ser que me quite hoy de aquí al final de las clases y al día siguiente no regrese, por eso te digo que es un misterio”, concluye, con la mirada pícara.- CGO.