Relato de un Páez atravesado en el alma
Columna Martes Sudaca
Por @LaFlacaDelAmor
Tengo atravesado un Fito Páez en los ojos, otro en el corazón y otro en la garganta. Pasé dos días dosificándome a cuentagotas la serie de Netflix “El amor después del amor” pero, como dice una canción: “Todo concluye al fin, nada puede escapar”, también esta historia que me hundió en la nostalgia.
Voy a la cocina, abro el refri y canto; “Así mi luna llega a vos, así yo llego a tu luna”. Abro la ducha, tanteo la temperatura del agua, me mojo y me sale: “Tu mamá se fue a Marruecos sin alhajas”. Voy a hacer las compras por la calle, o me bajo de una combi, o hago cualquier cosa y mi boca articula: “Yo vengo a ofrecer mi corazón”… “En esta puta ciudad, todo se incendia y se va, matan a pobres corazones”… “Algo tienen estos años que me hacen poner así…”… “Yo creo y con eso bastaaa” Y así sigo, irremediablemente, en loop.
Me cuesta mucho ser objetiva en esta columna porque Fito me atravesó la vida, específicamente mi temprana juventud. Es tremendamente maravilloso que esto nos pase con la música ¿Verdad? Nunca fui fanática de Páez como lo fui, soy y seré de Charly García y de Luis Alberto Spinetta –los dos grandes referentes de Fito- pero crecí con él, sus canciones me marcaron. Sin embargo, ya más adulta, me distancié de él por temas políticos -se hizo ultra kirchnerista- y protagonizó un episodio bastante lamentable al respecto en 2015. Pero bueh, la música debería también sobrevolar sobre todas estas cosas nefastas ¿Verdad?
Recuerdo que me fui a vivir a Buenos Aires para estudiar y trabajar allí y cuando llegué paré unos días en la casa de Lola y Goyo donde sonaba “Tercer Mundo”. Yo me lanzaba a la vida adulta demasiado temprano y Fito me la musicalizaba así… Comenzaban los locos años 90’s.
En 1999 estudiaba periodismo en TEA y la masacre de Ramallo (un robo a un Banco Nación que terminó con ladrones y rehenes muertos por la policía) me llevó con mis compas a un viaje en auto desde Capital a esta ciudad a hacer una investigación periodística. No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar y en el auto durante el viaje sonaba al palo el disco completo de “El amor después del amor”. Me acuerdo que íbamos todos apilados en el carro, hacía frío y “Tumbas de la gloria” se escapaba por las ventanillas bajas.
Antes, cuando Páez estrenó “El amor después del amor” –el más vendido de rock argentino en la historia- fui a verlo a Velez Sárfield. Fue mágico todo. Por cierto, cómo se disfrutan en Argentina recitales y conciertos de rock, por favor…
Dice Iván Hochman, quien interpreta certeramente, sin imitaciones y poniéndole toda su onda a Fito en la biopic de Netflix: “Hubo vidas igual de rockeras e intensas, pero menos dolorosas que la de Paez”.
Porque Páez tuvo una vida dura, sufrió un chingo y siempre lo redimió el amor. La serie abarca desde los años 70’s en el Rosario natal de Fito, cómo empieza a tocar en plena dictadura con Juan Carlos Baglietto, los 80’s en Buenos Aires como tecladista de Charly García en “Clics Modernos” y “Piano Bar” y su incursión como compositor, músico y cantante solista, con banda propia.
Toda la historia está atravesada desde su niñez por la música, un piano prohibido (que había sido de su madre), la relación tierna pero distante con su papá melónamo que quería que Fito fuera abogado, la ausencia de su mamá Margarita –concertista ella, quien muere de un cáncer fulminante cuando Fito tenía sólo ocho meses- y la crianza y convivencia con su abuela y tía abuela, asesinadas brutalmente en 1986.
La serie es nostálgica, dramática y por momentos tan oscura que uno puede pensar que de ahí, desde esa zona negrísima donde toca fondo Fito, no se puede salir. Pero este hombre flaquísimo, ojón con anteojos, histriónico, de gran melena y grandes ausencias, toma impulso para arriba y se redime. No sé cómo le hace, pero sale a flote siempre. Bah, creo que sí sé como le hace: Es el amor después de amor, después del amor, después del amor… Y la música canalizadora de angustias, demonios y miedos que libera…
Bien narrados están también en la serie los dos amores que sintió por dos mujeres fundamentales en su vida: Fabiana Cantilo y Cecilia Roth: “Fabi, me estoy enamorando de vos”, le dice Fito a Cantilo. Y ella le contesta; “Y yo de usted, Páez”. Vivieron una historia profunda, compañera y bastante negra que tuvo de todo, hasta que llegó Cecilia y “El amor después del amor”. Hoy Rodolfo Páez, el de la vida real, es amigo de las dos.
Les digo, me cuesta mucho ser objetiva, pero lo intentaré. Siento que la historia está bien narrada en ocho episodios que no muestran altibajos ni están todos “pum para arriba”. La serie fluye bien, la música todo el tiempo presente la hace llevadera en su punto justo, las referencias históricas están bien trazadas en la narrativa y los viajes en el tiempo –del Fito chiquito al Fito grande- son precisos. Todo estuvo supervisado por Páez, hasta el elenco.
¿Qué si faltaron cosas en la biopic? Seguramente sí, pero no soy fundamentalista de Páez y la historia se me hizo llevadera, nostálgica y me llevó de viaje por momentos de mi vida y eso, para mi, no tiene precio. Bravo por la música, por movernos así el alma…
Ah, y si nunca escucharon a Páez, no conocen mucho de rock ni historia argentina y son curiosas y curiosos, creo que la van a disfrutar.
Chau, me voy a cantar a otro lado.
PD: Las interpretaciones de García y Spinetta me encantaron, aunque más de un crítico me tire un zapato por la cabeza.