El caos de “Fauda”, más trepidante que nunca
Columna Domingo Sudaca
Por @LaFlacaDelAmor
Estoy como si hubiera corrido un maratón: con la lengua afuera, deshidratada y con sed de más. Porque desde que me enteré que se estrenó la cuarta temporada de la serie “Fauda” en Netflix, no paro un minuto y encuentro espacios y horarios inverosímiles para verla. Pero, a la vez, espero que no termine.
Fauda significa “caos” en árabe y no da respiro. Esta ficción israelí -relatada en hebreo y en árabe- te muestra a un comando de operaciones especiales a la caza de terroristas palestinos que pertenecen a organizaciones terroristas como Hamás e Isis y ahora, en la cuarta, entra a escena Hezbolá. Transcurre en Tel Aviv y en territorios y países vecinos, aunque en esta nueva temporada hacen un salto y llegan a Bruselas y ahí se pone interesante ver cómo todo este dilema permea y se enrobustece de una forma trepidante.
Y parte del éxito mundial de Fauda está en cómo es contada, con un guion impecable y excelentemente bien aterrizado por sus creadores Avi Issacharoff y Lior Raz, quienes usaron la experiencia vivida durante su paso por el ejército para aterrizar este relato tan atrapante.
Desde la temporada 1 a la 4, el protagonismo recae sobre Doron Kabillio, un súper-anti héroe, a prueba de balas, bombas y dagas, matador, fumador, conflictivo, desobediente, con familia pero solo como un perro, desalineado, barbón, con uno kilitos de más y un sex-appeal cañón… Doron es Lior Raz, uno de los creadores de serie y sin ninguna duda ya se ha convertido, a nivel mundial, en un Tony Soprano judío porque, como James Gandolfini, Lior sabe llegarte, empatizas con él, lo quieres regañar pero en el fondo lo entiendes.
Más allá de que la serie es de origen judío, el caos que muestra Fauda –y aquí un 10 para el thriller- es que trata de no caer en la obviedad de “israelíes buenos” y “palestinos malos”. Porque aunque es cierto que el relato es del lado de la trinchera judía, todos son vengativos, impera el “ojo por ojo” y el drama humano es total: de este lado y del otro.
Todavía sigo corriendo mi maratón para verla y quiero que no acabe la cuarta temporada. Lo único que les puedo spoilear es que en esta última entrega arranca con Doron hundido en el abandono, alejado de sus compañeros del comando especial, solo en su finca y sin familia. Pero el capitán Gaby Eyov –otro personaje implacable- lo requiere para una misión y el antihéroe no puede decir que no. Y ahí se desata la locura otra vez…
En esta cuarta temporada también surgen unos dilemas morales interesantes, además de la camaradería constante y la violencia explícita en loop. Y antes de terminarla les cuento que dicen por ahí que el final está abierto a una quinta temporada, así que me hidrato un poco y sigo mi maratón porque hay caos para rato.