“To the lake”, la pandemia rusa premonitoria
Columna Domingo Sudaca
Por @LaFlacaDelAmor
Aclaro que esta columna está pasadísima de moda, no es tendencia, no es trending. Gracias a mi hermana Sole que desde Argentina me sugirió ver “To the lake”, me enteré de la existencia de esta serie rusa que no sólo es muy buena, sino que también es un adelanto de todo lo que íbamos a vivir y vivimos hasta hoy: La pinche pandemia.
¿Ficción premonitoria? Sin ninguna duda. En 2019 los rusos estrenaron la primera temporada de la serie “Epidemiya”, dirigida por Pavel Kostomarov y basada en la exitosa novela ‘Vonglake’, escrita por Yana Vagner en 2011. Una visionaria.
En un Moscú cubierto de nieve y miedo, la gente enferma de una tos horrible que le quita el aire, escupe sangre y los ojos se le ponen blancos, rojos y ciegos. Un espanto.
No teníamos ni noticias del coronavirus cuando salió la serie y Netflix, ni lento ni perezoso, la compró para estrenarla en plena epidemia, en 2020. Hoy todavía aparece gente como yo que dice: “Uia… Está buenísima To The lake” y la recomienda. Y te cuento porqué.
Una infección que provoca estragos en Rusia crea un pánico tremendo y todos empiezan a huir ¿Adónde? No está muy claro. La historia se centra en dos familias –vecinas e integradas por estereotipos de género y personalidades muy variados- en las que se centra todo el meollo de la historia. Nunca te enteras de dónde viene el virus ni nada de eso, aquí “la gracia” está en la huida de las familias y cómo le hacen para sobrevivir y zafar de la enfermedad, a cualquier precio.
En un escenario blanco, helado y sin certezas, ahí los ves, huyendo “Hacia el lago” (en Karelia) en busca de una mejor vida en medio de la epidemia. Y decía que el meollo del asunto está sin duda en la variedad y excelente trato de perfil de los personales: Sergey es un cuarentón que ahora convive con Anya, quien tiene un hijo adolescente autista. Cuando empieza la huida hacia el lago, Sergey rescata a su ex Ira y a su hijito Anton y todos huyen juntos. Ira odia a Anya, claramente. Los acompaña el papá de Sergey –adulto mayor alcohólico y con muchos pedos del pasado-, quien los guía hacia el lago.
Paralelamente, el otro grupo familiar está formado por Lyonya, un ricachón insoportable, quien es sugar daddy de Marina, una joven ex teibolera embarazada. Lyonya es también papá de Polina, una adolescente complicada y alcohólica. En el camino se sumarán un médico y un conductor de ambulancia, esto es importante.
No esperes, por lo menos en esta temporada, saber qué onda con el virus ni porqué grupos militares (o paramilitares) reprimen y matan civiles. La violencia está desatada por doquier.
Las historias que vas a ver no tienen filtro. La narrativa te estalla en la cara, te remueve e incomoda los sentidos, te para por momentos el corazón de angustia y no tiene nada rosa… Y si algo es rosa, seguro huele a vodka, está mojado por la nieve helada y manchado de sangre.
El famoso escritor gringo Stephen King definió mejor que nadie “To The Lake”. Dijo: “Es como un spaghetti western, pero con nieve y asesinos rusos infectados por la peste. El trabajo del camarógrafo es genial”.
Y yo le agregaría, querido Stephen, dos o tres cositas más: la música es alucinante y muy ad hoc (todavía suena en mi cabeza “Teach me Tiger”), las actuaciones de todos son tremendas, desnudas y descarnadas (hasta la del nené Anton, que nos tiene por momentos con el corazón en la boca), la ambientación es genial, con vehículos rusos destrozados que no te explicas cómo funcionan y armas como los famosos AK-47, que todavía disparan. Pero lo más importante es que, aunque estemos hasta la madre de la pandemia, To the lake es epidémica, contagia en los ocho episodios y se te expandirá rápidamente por cuerpo y mente como el virus, pero sin tos con sangre ni ojos ciegos.
El final de la primera temporada se tira de cabeza para una segunda temporada, pero Netflix no ha dicho nada todavía. Habrá que esperar.