Premio al hombre que aún busca su mejor exclusiva
Se puede decir que nació con una cámara bajo el brazo y que el amor y profesionalismo que tiene por la fotografía supera todo, hasta el peligro. Él es Isidro Ávila, hoy “Premio Ayuntamiento de Mérida a la Cultura Ciudadana 2018”. Seguro ya lo conoces, pero nosotros te contamos más de él
Es inevitable que a una persona de 89 años uno no le pregunte cómo está de salud. Y don Isidro Ávila, el gran fotógrafo yucateco por excelencia y hoy “Premio Ayuntamiento de Mérida a la Cultura Ciudadana 2018”,contesta como si nada: “No me enfermo desde los siete años”.
Dice que hasta los siete las pasó todas: sarampión, difteria,viruela y no sé cuántas cosas más. Pero gracias a su abuelito materno Juventino Villacis, que lo cuidó tanto y le dio toneladas de aceite de bacalao, hasta que sanó, y para siempre.
Eso sí, dice que quedó flaco, que nunca más engordó pero eso lo ayudó enormemente a ser ágil y fuerte para ejercer el oficio de la fotografía, el que lleva en el ADN desde que era pequeño, cuando lo aprendió de su papá Perfecto Ávila.
Hoy, en sesión solemne del Cabildo, el alcalde Renán Barrera Concha le entregó a Isidro el Premio Ayuntamiento de Mérida a la Cultura Ciudadana 2018, y el fotógrafo de 89 años está emocionado como un niño.
“El primer premio que recibí me lo dio el primer alcalde panista Víctor Correa Rachó y hoy otro alcalde panista, Renán Barrera, me da este premio y eso me emociona muchísimo. Siento que es mi último reconocimiento por un alcalde del mismo partido y los dos tan dedicados a la gente, haciendo siempre cosas por la comunidad”, señala, feliz.
UN POCO DE HISTORIA
Su papá Perfecto era aficionado a la fotografía y tenía un cuarto oscuro en la casa y así aprendió Isidro el oficio. Luego se convirtió en un fotógrafo de estudio.
A los 18, cuando era conscripto, lo ilusionaba ejercitarse para volverse más musculoso y atlético ya que su complexión física de hombre muy flaco lo acomplejaba un poco. Cuando terminó, estuvo cinco años dando instrucción militar, de 1950 a 1955, hasta que lo llamaron para trabajar en el Diario de Yucatán, la casa editorial a la que le dedicó su vida profesional durante 58 años.
“El tema es que yo no era fotógrafo ‘al aire libre’, sólo de estudio. Entonces me capacité con dos colegas de prensa: Gregorio Méndez y Joaquín Sánchez, alias “Torrente”. Ellos me enseñaron el fotoperiodismo”,explica.
En 1955, durante el huracán Janet en Cozumel, Torrente desapareció en un accidente aéreo mientras cubría la noticia. Ahí fue cuando lo llamaron a Isidro para comenzar a trabajar en el Diario de Yucatán. Su primera foto para la casa editorial fue la bendición del convento de las Madres Trinitarias de Chuburná.
Le preguntamos al premiado qué es ser fotógrafo para él. “Desde chico me gusto y me hice fanático de la fotografía. Para mí era como un reto, siempre llegaba antes a los eventos y me imaginaba la foto en mi cabeza. Luego buscaba mi exclusiva”, cuenta.
Y ahí estaba Isidro, hombre ágil y flaco, trepando balcones y techos para buscar la mejor foto siempre. “Una vez, en un evento del ex gobernador Víctor Cervera Pacheco, observé que él iba a entrar por un lugar que a mí no me convenía para tomar la foto. Entonces hablé con él y le pedí que entrara por otro lado, para que se viera rodeado por la gente y pudiera obtener yo un mejor plano. Claro que le di las razones y él las entendió perfectamente y me hizo caso. Ese día se publicó la foto a cuatro columnas”, recuerda, orgulloso.
Una de las mejores anécdotas de Isidro es la de la famosa foto que tomó desde el techo de la Catedral a los cuatro féretros de unos sacerdotes que murieron en un accidente.
“Cuando entré a la Catedral, pedí la llave del techo porque pensé en tomar las fotos de los ataúdes desde ahí. El tema era que nadie me quitara la exclusiva, pero mi secretario (un aprendiz que andaba con él) les avisó a los otros colegas. Recuerdo que me quité pero regresé y me subí al techo para asomarme por la ventanita del coro. De ahí podía tomar el Cristo y el Altar, pero no salían los ataúdes. Entonces cometí la imprudencia de pararme en la cornisa y ahí obtuve la foto que yo quería. El problema fue salir, porque si pegaba un brinco me caía sobre los féretros de una altura de más de 50 metros”, cuenta, con adrenalina.
Isidro recuerda que esperó, pensó y repensó qué haría. Y hasta evaluó la posibilidad de que lo vinieran a rescatar. Pero no.
“Me impulsé como pude con la punta de mis zapatos y salí disparado. No sé bien cómo no caí, estoy seguro que un ángel de la guarda me ayudó”, recuerda.
Y anécdotas hay muchas más, cientos de historias que sin duda darían para un libro. Porque este fotógrafo es, como los grandes, de ayer hoy y siempre. Y tiene mucho para enseñar.
MANUAL, DIGITAL Y CONSEJO
“La tecnología ha avanzado a pasos agigantados. Antes tenías que esperar para revelar qué habías tomado, ahora lo ves en el momento, todo es inmediato. La desventaja que veo es que muchos dejan de ser fotógrafos porque todo lo que se hacía manual había que pensarlo y ahora todo te lo hace la cámara. No hay esfuerzo en hacer una foto y no le ponen tanta cabeza como hacíamos antes. La calidad la da la cámara, no ellos”, sentencia.
¿Qué mensaje le darías a los chavos que quieran dedicarse a este oficio?, le preguntamos. Y aunque a él le aburre un poco la pregunta porque ya la ha contestado muchas veces, nos responde: “Que tengan entusiasmo en lo que hacen porque la fotografía es un arte. Deben ser disciplinados, responsables, puntuales y respetuosos y dar siempre lo mejor en cada foto y en todo momento,sin descanso”, dice el hombre flaco de mirada de lince, que todavía busca su mejor foto exclusiva.- Cecilia García Olivieri.