Viaje psicodélico a una isla siniestra… Pero sin LSD
Sábado Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
Estuve durante casi todo el primer capítulo de “The Third Day” (“El Tercer Día) preguntándome :”¿Es Jude Law?”… Y me respondía: “No, no es… Pero ¿Sí es?” Del bellísimo, joven, aristócrata y fresa Dickie Greenleaf de “El talentoso Sr. Ripley” no hay nada en Sam, el personaje que efectivamente interpreta Law en este hombre maduro y de luto, un poco desquiciado y muy enigmático. Y aunque la mirada del joven Dickie era siempre de disfrute y despreocupación, los mismos ojos de Law se transforman tremendamente en angustia y desasosiego en The Third Day de una forma maravillosa. Y sí, es él.
A través de los ojos del actor inglés Law interpretando a Sam vemos el mundo en esta serie de HBO que me atrapó en cuestión de segundos, pero realmente no puedo dar fe si esto les pasará a todos porque es una serie “rarita”. Sam está de luto –perdió a un hijo pequeño- y aunque no sabemos al principio por qué, encuentra refugio en un bosque tupido y solitario. Ahí, a los pocos minutos de iniciada la serie, los ojos de Sam y de Jude se transforman y desarman en dolor total. El hombre maduro está quebrado en mil pedazos.
En su camino se cruza con una adolescente en el instante en que la chica está en pleno acto de suicido y Sam la salva. Y le ofrece llevarla a su casa, en la pequeña isla de Osea, en el este de Inglaterra. Y si pensabas que hasta aquí todo es raro y confuso –un hombre en duelo que salva a una chica de ahorcarse- ni te cuento lo que se viene después….
Los protagonistas de la serie son Sam, personajes que te volarán la cabeza como los interpretados por Emily Watson y Naoemi Harris y la isla Osea: ella se lleva mucho de los aplausos.
El sitio parece irreal y no lo es. Osea existe en el estuario del río Blackwater y sólo se accede a ella a través de una antigua calzada romana transitable solo a ciertas horas del día, porque el resto del tiempo está sumergida en el agua. Y aunque en la vida real los habitantes de Osea pueden entrar y salir a su antojo por medios marítimos, en la serie no aparecen botes ni barcos y, además, no hay cobertura telefónica. Miedo.
El caso es que Sam lleva a la adolescente Epona a su casa en la isla –en ese momento la marea estaba baja y se podía transitar el caminito lleno de baches y al borde del agua- y llegan a un lugar por demás de extraño.
La comunidad -autosuficiente y llena de vecinos huraños- celebran en esos días fiestas religiosas entre cristianismo y antiguos ritos celtas. Debido a algunos contratiempos –como que la marea subió y el caminito de regreso a tierra se sumergió en el agua- Sam debe quedarse a dormir en la isla y ahí empieza todo el desmadre y el protagonista resulta testigo, parte y contraparte en un viaje de misterio, esoterismo, macabros sacrificios de animales (¿y humanos?), apariciones y desapariciones, pesadillas entre sueños y despierto.
En un momento de la serie, Sam y Jess prueban LSD y ahí te das cuenta que “el viaje” que llevan es tan alucinógeno como la misma serie… Pero sin LSD. Hay un misticismo al máximo en cada episodio de esta primera temporada que se deja ver en escenarios oscuros pero saturados de color, con capturas de naturaleza opresiva, sórdida y enigmática. Y un poco traumática.
Cada episodio de The Third Day –divididos en estaciones de año- da respuestas pero deja dudas también, como si la historia fluirá para una segunda temporada. Tiene un cierre pero también quedó todo dispuesto para un regreso, aunque HBO no haya abierto aún la boca al respecto.
Te decía que es una serie rarita, de viaje cabalístico, un tanto críptica y con un ritmo especial: Fluye pero es clavada también. Sin embargo no hay dudas que el trabajo es atrevido, novedoso, excelentemente actuado y con una estética innovadora. The Third Day profundiza, no se queda en la superficie y también, si te dejas, te lanza del borde al abismo.