Qué desgracia todo
Sábado Sudaca
Por @LaFlacadelAmor
“Qué desgracia todo”, así de general, envolvente, inclusivo… Todo adentro de la misma bolsa. Yo sé que la frase es fuerte, pero hay personas de un país que la usan todo el tiempo y hasta pareciera que se les cae de la boca, sobre todo en estos últimos momentos pandémicos y de crisis social y económica: son los argentinos.
Y me incluyo, claro. Aprendí a decir “Qué desgracia todo” antes de caminar, porque se la escuché a mis papás. Pero vamos con un ejemplo: Si vas al súper y los precios subieron, te venden carne que no está buena, se te cola una vieja mañosa en la fila para que te cobren y la cajera te pasa dos veces un yogurth, ahí dices: “Que desgracia todo”. Y se puede usar en miles de casos más.
Sin ir más lejos Hernán, mi mejor amigo argentino, tomó una fotografía hace dos días desde arriba del techo de su casa. En plena llegada del invierno, descubrió en el techo un arbolito seco y muerto. Y escribió “Qué desgracia todo”. Mejor dicho, imposible.
Y si hay un tango que habla de desgracias es “Desencuentros”, totalmente vigente y ahí se juntan todas. Aquí van algunos ejemplos:
“Y en ese desencuentro con la fe, querés cruzar el mar y no podés”
“Qué desencuentro, si hasta Dios está lejano, sangrás por dentro, todo es cuento todo es vil”
“En un corso a contramano, un croupier trampeó a Jesús, no te fies ni de tu hermano, se cuelgan de la cruz”
Y es que Hernán, mi familia y un chingo de amigos viven ahorita en un país saturado de casos covid y ocupación hospitalaria al límite, con una economía devastada y hambre. La están pasando mal y el invierno pinta crudo. Hace días que volvieron a la fase 1 de confinamiento para controlar los casos de nuevo coronavirus, pero por ahora no la remontan. Claro, qué desgracia todo.
Crecimos escuchando que somos un país que lo tiene todo: campos verdes, montañas, mares, tierra fértil, vacas, las cuatro estaciones, buen fútbol y hasta nos llamaron en una época “El granero del mundo”. Pero no aprendemos, no sabemos cómo y por dónde ir, llevarla, amarrarla para que nos vaya bien siempre, para lograr una perpetuidad. Hay épocas buenas –cortísimas- y reincidimos en la desgracia generalizada. Es como un loop… No tiene fin.
Y puedes pensar “Pero qué exagerados”, desgracia es otra cosa. Es cierto, desgracia es una palabra fuerte y trágica, desbocada y sin medias tintas. Pero sale de nuestras bocas y nosotros también somos así: trágicos, desbocados, sin medias tintas, pero sobre todo fuertes.
Porque mirá que nos han puesto palos en la rueda, pero ahí seguimos, al pie del cañón, “Coronados de gloria vivamos”, como dice nuestro Himno Nacional… Y aunque la coronita sea de ramas secas y muertas, como las que crecieron en el techo de la casa de mi amigo Hernán.
Sí, qué desgracia todo, amigos. Y ojalá que pase, que vuelvan los mates compartidos y los abrazos muy pronto, que regresen los chicos a la escuela y se llenen de nuevo las placitas, que la gente pueda volver a trabajar, que ya no se cierren negocios, que se cuiden del covid y si tiene que acceder a una cama de hospital, que lo puedan hacer y no se mueran en el intento. Y que la desgracia no lo sea todo, sino sólo una parte chiquita.
Sin colores ni partidismos, ahora es el momento menos preciso para pensar en esas cosas. Ahorita, como dicen acá, hay que pegarle pá delante y que el “qué desgracia todo” se nos caiga cada vez menos de la boca.